«La Sylphide». Ballet en dos actos. Coreog.: M. Galizzi según Bournonville. Mús.: H. Lovenskjold. Esc. y vest. : producción del teatro Colón y Teatro Argentino de La Plata. Ilum.: R. Conde. Ballet Estable del Colón. Dir.: O. Araiz. Orq. Filarm. Buenos Aires. Dir. C. Calleja. (Teatro Colón). Nuevas funciones: hasta el 23 de abril.
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El Ballet Estable del Teatro Colón comenzó su temporada anual con la puesta en escena del ballet de Auguste Bournonville, sobre música del danés Hernann Lovenskjold, «La Sylphide», versión sintetizada de la conocida obra que Filippo Taglioni había estrenado en la Opera de París unos años antes con música de Schneitzhoffer y que difiere en algunos tramos de esa verdadera joya de la danza romántica del siglo XIX.
El Colón presentó por varias décadas la reconstrucción minuciosa que realizó Pierre Lacotte de los originales de Taglioni, versión que constituyó un auténtico éxito de la compañía desde su estreno y que se intentó reponer últimamente con la presencia del mismo Lacotte al cuidado de la versión.
No hubo dinero para el repositor y «La Sylphide» fue cancelada, ocupando otro ballet de repertorio su lugar en la temporada del Ballet Estable. Quizás por el mismo motivo o no, en esta temporada se optó por la realización de Mario Galizzi, pero sobre Bournonville y Lovenskjold, que no es lo mismo. Más breve y más simple en su formulación y dramática, «La Sylphide» que ahora se estrena en versión completa (se habían ofrecido antes fragmentos pero nunca su totalidad) se baila sobre una partitura no demasiado atractiva y algunos de los tramos más bellos de Taglioni se omiten, perdiendo la producción el encanto del «affaire a trois» que se establecía entre Effie y James, los novios reales y la sylphide, la tercera en discordia, un personaje alado.
Esto no existe ahora, y el personaje de Gurn aparece algo desdibujado cuando en realidad se convertía en clave del conflicto al aceptar a Effie, la novia despechada, casándose con ella y tomando el lugar de James, que recibe castigo de una bruja que lo cela y hace que pierda a la sílfide voladora mediante un engaño y un velo. Danzas de origen folklórico entremezcladas con los diseños clásicosrománticos ocupan el primer acto, mientras que el segundo rinde tributo al «ballet blanco» con entretejidos virtuosísticos, «divertissements», variaciones, sílfides voladoras y organización espacial estrictamente simétrica.
La versión de Galizzi es cuidadosa y hay en ella productos de su imaginación creativa. Lo de Bournonville es inobjetable pero nunca llega a la altura excepcional de la versión Taglioni-Schneitzhoffer. Hubo un buen trabajo de preparación en el cuerpo de baile que dirige Oscar Araiz y una consecuente dirección orquestal de Carlos Calleja al frente de la Filarmónica. El entorno plástico fue «Producción del Colón y del Argentino de La Plata», por no decir que en realidad se trata de escenografías y vestuarios inspirados por las versiones originales, todo iluminado por Rubén Conde. Karina Olmedo, Dalmiro Astesiano, Adriana Alventosa y Leandro Tolosa compusieron un cuarteto de primera línea para los papeles principales, y Cecilia Mengelle fue un bruja sibilina muy bien actuada.
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