12 de junio 2007 - 00:00
También el cine alerta sobre famoso Siqueiros en ruinas
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Lorena
Muñoz: «El
penoso
destino del
mural de
Siqueiros
en nuestro
país es una
pelota de la
que nadie
se hace
cargo». (arriba)
«Ejercicio
Plástico», el
mural
pintado por
David Alfaro
Siqueiros
en 1933 en
la quinta de
Natalio
Botana. (abajo)
P.: Hay también un enredo judicial.
L.M.: Hay un montón de abogados, el dueño, quienes hicieron el traslado del depósito donde el mural está ocupando espacio, etc. Es absurdo que permanezca cortado y guardado más de 16 años, en condiciones penosas, un mural que debía ser rearmado enseguida, en menos de un solo mes. Pero ni pensaron rearmarlo. Es como si me comprara un auto caro solo para ver cómo se va deteriorando en la vereda. O si alguien comprara un Picasso para quemarlo. ¿Puedo quemar mi Picasso? Supongo que ciertas cosas integran, de algún modo, un patrimonio universal y no deberían perderse solo por el capricho de un dueño circunstancial.
P.: ¿Cómo se interesó usted en el tema?
L.M.: Por una nota periodística. Comencé a investigar, quería contar la historia del mural, de la gente que lo hizo, la gente que lo vio (porque en ese recinto se hacían famosas fiestas), la paulatina desaparición de todo ese mundo, llevándose consigo su belleza y sus misterios, culpa de nuestra propia incomprensión. ¿Por qué siempre hablo de la ausencia y el olvido? ¿Por qué desoímos a los últimos testigos? No sé, pero me embarqué en esto, y tuve la suerte de encontrar, por ejemplo, a los hijos de Berni y Castagnino (pintores que junto a Spilimbergo ayudaron a Siqueiros en su trabajo), y también a los escritores Alvaro Abós y Hugo Achúgar, a discípulos de Castagnino, una sobrina y un vecino de Botana, y muchos otros testigos valiosos. Supe que Clara Zapettini también estaba interesada en el tema, la llamé para no molestarnos mutuamente, y ella, un tesoro, me regaló toda su investigación, que había iniciado en 1982. Tuve también la ayuda de Santiago Rey, que con su equipo hizo una maqueta de 1 x 2 x 2.50 metros, reproduciendo el mural a escala (ahora la vamos a exponer en el Cosmos), y un equipo muy bueno, con el director de fotografía Iván Gierasinchuk, el compositor Pedro Onetto, etc.
P.: A propósito, el primer tema musical recuerda a esas películas románticas donde alguien entra al misterio de una casa.
L.M.: La referencia fue Debussy, el «Preludio a la siesta de un fauno». Y la idea era esa, amo las historias de romance y misterio como «Más allá del olvido», de Hugo del Carril, que además es el amor de mi vida. Mi marido lo sabe.
P.: Hablando de amores, ¿cómo consiguió tantas imágenes de archivo, tan celosamente custodiadas? Inclusive hay fotos de Blanca Luz, la mujer amada por Siqueiros, Botana, Neruda, y algún otro, y hasta se oye varias veces la voz del propio Siqueiros.
L.M.: Los hijos de Annemarie Heinrich, que tenían esas y otras fotos, fueron muy buenos, ni siquiera me cobraron. La voz e imágenes del pintor son de la Sala de Arte Público Siqueiros, de México, que primero me pidieron un guión, para ver cómo pensaba tratarlo, y a partir de ahí me ofrecieron todo lo que necesitara, y hasta escribieron una nota al Incine (el Incaa de México) reconociéndome como única autora del proyecto, para evitar intermediarios. Las viejas tomas en S8 son de Mariano Pagani, sobrino del escribano que compró la quinta de Botana y la revendió años después. Luego, todo el registro del corte, izamiento con grúas, traslado del mural, demolición de la quinta, etc., se lo encargó Mendizábal, el entonces dueño, a Horacio Casares, y éste contrató a Carlos Badia, de Recordvision, una persona muy correcta. El no vendía un metro, pero vio el documental que yo había hecho sobre Ada Falcón, y me dijo «lo que quieras». También están los registros de las visitas judiciales que la crítica de arte Ana Martínez Quijano consiguió que se hicieran. Y, para ciertas referencias, hasta encontré en el Archivo General de la Nación un álbum de fotos pornográficas de los años '30, que alguien había donado. El Archivo sufre la desidia, la burocracia, el bajo presupuesto, pero por suerte su personal es maravilloso, super preparado, muy colaborador. También encontré ahí una toma de Don Torcuato que parece filmada desde el mirador de la quinta, y logré imitarla mostrando cómo es la zona ahora. ¿No es interesante que lo único que quede en pie sea el mirador? ¿Y no es una pena saber que ese mural aparecía detalladamente en «El demonio en la sangre», de René Mugica, y que esa película hoy está definitivamente perdida?
P.: En la escena donde vemos el predio abandonado de la quinta, de pronto se ve a un muchacho descansando frente a su trabajo (estuvo desmalezando) en la misma pose en que estaría un modelo de Siqueiros. ¿La compuso usted?
L.M.: ¡Al contrario, fue una hermosa casualidad! Por supuesto, apenas lo vimos, le pedí en voz baja a mi director de fotografía que le tomara un plano antes de que el chico cambiara de posición. Las oportunidades son únicas.
Entrevista de Paraná Sendrós
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