11 de junio 2007 - 00:00

Un Kuitca poco común retoma la vanguardia en la Bienal veneciana

Guillermo Kuitcaen Venecia: unaBienal que, con lamarca de RobertStorr, ha dejadode lado elefectismo habitualy los obrascruentas de losúltimos años.(arriba) La muestra de Kuitca en la Bienal acusa la influencia de antiguas vanguardias, en dondese entrecruzan los blancos de Alfredo Hlito con los del ruso Kasimir Malevich. (abajo)
Guillermo Kuitca en Venecia: una Bienal que, con la marca de Robert Storr, ha dejado de lado el efectismo habitual y los obras cruentas de los últimos años.(arriba) La muestra de Kuitca en la Bienal acusa la influencia de antiguas vanguardias, en donde se entrecruzan los blancos de Alfredo Hlito con los del ruso Kasimir Malevich. (abajo)
Venecia - La 52° Bienal de Venecia, que ayer abrió sus puertas al público con la curaduría del estadounidense Robert Storr y la presencia de los argentinos Guillermo Kuitca y León Ferrari, viene a poner freno a la espectacularización del arte que en estos últimos años agregaban sal y pimienta a las megamuestras internacionales. Con su estilo sereno, Storr barrió con las performances y las obras cruentas que -en ocasiones con golpes efectistas- lograban seducir a un público sediento de «novedades».

Una las pocas excepciones (en este caso justificada) a la moderación reinante es la de la francesa Sophie Calle, que presenta dos obras: en la primera relata de un modo poético aunque sumamente realista la muerte de su madre, y en la segunda exhibe a través de cartas, imágenes y discursos, sus fracasos sentimentales. Sin embargo, el dato mas relevante de la línea que marca Storr es el retorno franco y triunfante de la pintura y, en segundo lugar, el lugar privilegiado que se le brinda al arte africano.

«Africa canta contra el SIDA»: una serie de fotografías y canciones con tono de campaña realizada por Malick Sidibe, se llevó el Premio a la Trayectoria Artística, mientras la entrega del León de Oro deberá esperar hasta octubre.

Los artistas de Italia, país que en la última Bienal supo reclamar el espacio que las curadoras españolas le negaron, están esta vez representados, y los organizadores expresan su beneplácito.

En términos generales, en el límpido panorama de la Bienal se percibe la apreciación de la belleza y un nivel de calidad muy parejo, que ha servido para sentar una tendencia que avalan los especialistas que pueblan los jardines y arsenales durante los días previos a su apertura. Pese a todo, es imposible dejar de destacar que tanto en la selección de invitados de Storr como en los envíos de los 76 pabellones nacionales, el paisaje se ve ensombrecido por la obviedad de algunos discursos políticos y porque hay obras cuya presencia no se justifica.

  • Preocupación

    La preocupación por el destino de la humanidad es un tema recurrente, y está expresada en obras estupendas, como el conmovedor video «Click I hope» que se exhibe en el pabellón ruso. Casi como una advertencia, la obra muestra un mundo de adolescentes violentos y autodestructivos, mensaje potenciado por el uso sofisticado de la tecnología.

    El lema de la Bienal, «Piensa con los sentidos, siente con la mente», está conceptualmente ligado al pensamiento de Braque, que decía amar la regla que corrige la emoción y a la vez, también, la emoción que corrige la regla. En este contexto, la Cancillería Argentina seleccionó a Guillermo Kuitca para el envío nacional.

    Nuestro artista optó por reformular su obra y presentar una nueva serie de pinturas abstractas que evocan el cubismo, donde se advierte una marcada influencia de la línea constructivista de Alfredo Hlito y los conocidos tajos del ítalo argentino Lucio Fontana.

    En el Ateneo Veneto, edificio que enfrenta al teatro La Fenice, un espacio cargado de ornamentación y arte del barroco, las inmensas pinturas adquieren un sentido especial, determinado no sólo por la historia del lugar sino además por la del movimiento vanguardista que, luego de un siglo, Kuitca decidió retomar. Si se observan los cuadros con detenimiento, los blancos de Hlito se funden con los del ruso Malevich, pero más allá de estas influencias, si se buscan las formas, el ritmo y la emoción que caracteriza la obra de Kuitca, puede que al espectador le cueste reconocerlo, salvo si se recuerdan los últimos collages donde el mundo parece haber estallado.

    La flamante serie «Si yo fuera el invierno mismo», toma el nombre de uno de los cuadros más intensos que Kuitca realizó en la década del 80, pero hoy, como bien observa la curadora de la muestra, Inés Katzestein, deviene en «un apasionado 'Si yo fuera la pintura moderna' o, quizás 'Si yo fuera el modernismo mismo'.

    En los enormes salones del Arsenal figuran las obras de León Ferrari, artista también invitado por Storr. Con sus 87 años, su célebre avión bombardero que carga el cuerpo de Cristo realizado en los años 60', los collages con los titulares del diario romano «L'Osservatore» donde insertó grabados de Miguel Angel, Durero, Gustav Doré y el indígena misionero Yapari, sumados a las Eliografías de la década del 80, y a la vigencia de las obras actuales, Ferrari convoca la mayor atención.

  • Novedades

    Ahora, al interés que suscitan sus trabajos del pasado, se agrega el que despierta un enjambre de huesos o el amenazante hongo de una explosión nuclear que cuelgan del techo, trabajos realizados este año, a los que se suma la creativa «Ciudad negra y espectador rosa», una masa de espuma poliester cargada de ojos indagadores. En su muestra, para su alegría, se vive un clima permanente de vernissage.

    En otra gran sala del Arsenal se exhiben los «Diarios» de Kuitca, que además de representar a la Argentina fue invitado por Storr. Se trata de una serie de obras que surgió de modo accidental, cuando el artista decidió cubrir la mesa redonda donde tiene sus papeles y el teléfono con las telas que comenzó a pintar y luego descartó por considerar que no estaban logradas.

    Desde que en el año 2000 las presentó por primera vez en la Fundación Cartier de París, estas pinturas donde se cruzan dibujos y las más diversas anotaciones, fueron ganando un carácter cada vez más íntimo y en alguna medida autobiográfico. La pintura está presente con los nombres de grandes artistas, como los alemanes Sigmar Polke, Gerard Richter y Baselitz, que reedita este año con el fenomenal vigor de su pincelada expresionista una serie realizada en 1965.

    Para el pabellón italiano, que funciona en Venecia como un exhibidor del estilo curatorial, Storr eligió las pinturas de Raoul De Geyser, Ellsworth Kelly, Elizabeth Murray, Susan Rothenberg y entre otros, Robert Neiman. Pero también incluyó la vertiente sensible con los dibujos de Louise Bourgeois y obras muy especiales de Jenny Holtzer, Sol Lewitt, los brasileños Iran do Espiritu Santo, Waltercio Caldas y Leonilson, que fue uno de los primeros artistas que utilizó el bordado como medio expresivo.

  • Artista cubano

    Otro dato llamativo de esta Bienal es que EE.UU. presentó en su pabellón al cubano Félix González Torres, artista que murió de sida y supo sabotear el mercado del arte al dejar instrucciones precisas para que su obra se reproduzca indefinidamente. Así, los espectadores se llevan gratuitamente la obra, sus láminas y caramelos.

    Entretanto, el humor está presente en los baúles de Christine Hill, que reflejan la identidad de sus dueñas; la atracción del discurso político, en el video que junto a centenares de dibujos muestra Francis Alys, donde describe la siempre inalcanzable modernidad latinoamericana; la belleza, en la fascinante y colorida glorieta de Daniel Buren; la utopía, en la ciudad de madera que levantan los rusos Ilya y Emilia Kabakov; el ingenio, en la animación del estadounidense Joshua Mosley, que modela las figuras de Pascal y de Rousseau, y les da vida en un bosque donde paradójicamente acaban siendo devorados por un perro, y el homenaje a la fascinación veneciana, que nunca está ausente, en la fuente con doble rostro de Bruce Nauman que alude de modo sensible e inteligente a las máscaras.

    En medio de una megamuestra cuyas dimensiones superan la escala humana, surge la frescura de una sala dedicada al arte africano que suscita adhesiones por su excelencia.


  • En suma, la Bienal de Storr pasará probablemente a la historia porque ha logrado dejar el espectáculo donde debe estar: afuera, en las calles de la ciudad.

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