La inflación dio cero en mayo. Y en junio los precios al consumidor cayeron 0,1%, lo que no ocurría desde 2020. De la rebelión del primer trimestre no quedan rastros. La inflación se rindió en mayo. Y ahora se retira del campo de batalla.
EEUU le tuerce el brazo a la inflación y el mercado "bull" crece a lo alto y a lo ancho
Los datos de inflación de junio sirvieron la mesa para el paso siguiente del menú: la poda de tasas. Se espera que sea a mediados de septiembre.
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No fue menester apretar más la cincha de la política monetaria, tal como previó Jay Powell, el mandamás de la FED. Está claro que los precios, después de su bravata fugaz, retomaron la senda de la desinflación que la suba de tasas cinceló por las malas a mediados de 2022.
El costo de la energía se hundió 2% en mayo y junio (y 3,7%, las naftas). Cayeron también los precios de los vehículos nuevos y usados y del transporte. El hueso más duro de roer – el costo de los servicios de vivienda – se elevó 0,2%, el registro más bajo desde agosto de 2021.
Así es como luce el camino a la meta de 2%, afirmó Austan Goolsbee, de la FED de Chicago. Los precios al consumidor no suben desde mayo. La inflación interanual se moderó ya a 3%. Y la versión núcleo – que es el mejor predictor de la medición general – empardó el objetivo de 2% con su promedio móvil trimestral. En marzo había motivos para la preocupación, hoy no hay nada que objetar.
Powell presentó su Informe Monetario ante el Congreso. Destacó los progresos en la inflación (antes de conocer la caída de junio) y el enfriamiento del mercado de trabajo. Reconoció el sobresalto de los precios del primer trimestre y la mejoría de abril y mayo. “No necesitamos ver una inflación ya de 2%”, dijo. “Solo más de lo que mostró el segundo trimestre. Eso es todo”.
Si es así, las cifras de junio sirvieron la mesa para el paso siguiente del menú: la poda de tasas. La próxima reunión de la FED culmina el 31. Quien más habló, Mary Daly de la FED de San Francisco, munida de todas las estadísticas, fue rotunda. La información justifica ya un recorte de las tasas de interés, señaló. Pero como no expresó urgencia no se la espera para fin de mes sino el 18 de septiembre. Y, a la par, dadas las cifras, un segundo retoque se perfila en el horizonte de diciembre.
La inflación es la prioridad oficial. Sin embargo, lo que crece en el radar es el celo por la marcha del mercado laboral. Powell advirtió que la inflación elevada no es el único peligro que enfrenta. “Relajar la política monetaria restrictiva muy poco o muy tarde puede debilitar indebidamente la actividad económica y el empleo”. La locuaz Daly, dos semanas atrás, había dicho lo mismo, pero también apuntó la cercanía de un punto de inflexión.
Traspasado un umbral crítico, la debilidad de las condiciones laborales podía traducirse en un crescendo rápido de la desocupación. Que la tasa de desempleo haya cruzado el Rubicón de 4% - un nivel bajísimo, compatible con la plena ocupación, pero que no se superaba desde 2018 – titila una luz amarilla. Y si bien el aumento del desempleo reciente se explica por una mayor participación laboral – y (todavía) no por la destrucción de puestos de trabajo – si la FED quiere preservar la elegancia del aterrizaje exitoso deberá anticiparse. La mesa está lista. Daly nos alerta de que hay que comenzar a servirse antes que tironeen del mantel.
La FED no va a cantar victoria ni siquiera cuando rebaje las tasas. Pero, los bonos lo hicieron a su modo con la caída vertical de las tasas largas tras que conocieron la inflación de junio. La tasa de diez años arañó 4,75% a fin de abril. El viernes cerró en 4,18%. Sin embargo, nada provocó más estruendo que una enorme rotación instantánea en la Bolsa. ¿Los últimos serán los primeros? ¿Cuándo se vio algo así? Nvidia y los papeles maravilla se precipitaron y surgieron las acciones que el rally dejó olvidadas en el sótano.
El Russell 2000 encabezó el ascenso de esa postergada Armada Brancaleone que se abrió paso con tanta fuerza que hundió la cubierta de la primera clase. Un día después, el viernes, Wall Street acondicionó un espacio para todos. Clavó nuevos récords en los índices principales – el S&P 500 (el número 38 del año), el Nasdaq, y el Dow Jones Industrial – sin quitarle el timón al Russell 2000 ni a la plebe. La pregunta del millón –la espina de la desconfianza – se resolvió así con esta ópera de los dos centavos. ¿Cuán creíble podía ser un mercado bull con tan pocos toros pujantes? ¿Por qué la bonanza se concentraba más y más en vez de derramarse? Urgía emprolijar la inflación y permitir que la FED avanzase con la traza de su mapa de puntos. La baja de tasas era el trampolín fácil que estaban esperando.
Economista
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