6 de septiembre 2007 - 00:00
Cartoneros fundan en Palermo un nuevo barrio: "Villa Tenis"
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En los bosques de
Palermo, junto al
Lawn Tennis Club,
los cartoneros
levantaron varias
casillas y lentamente
van ocupando
mayor espacio.
El paisaje se completa con decenas de perros que acompañan a sus amos y las típicas montañas de basura y desperdicios que genera la propia actividad del cirujeo, sumada a la falta de recolección por las empresas concesionarias encargadas de llevar a cabo esa tarea.
La villa está pegada al alambrado que marca el límite del BALTC, por lo que quienes juegan en las canchas pegadas a ese alambre lo hacen casi «invadiendo» territorio del asentamiento.
A pesar de que todas las tierras, terrenos e inmuebles aledaños a las vías de los ferrocarriles son por ley propiedad del ONABE, desde esta repartición del Estado nacional aseguran que las que ocupa la «Villa Tenis» pertenecen al Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires.
En sentido inverso no sólo niegan esa propiedad sino que además aseguraron desconocer de la existencia de estas precarias viviendas; la encargada de prensa del Ministerio de Medio Ambiente municipal, Ivana Brunet, afirmó que una porción lindera a las canchas del BALTC, pegada a las vías del ferrocarril de la línea Mitre, pertenece al Estado nacional (o sea, en este caso, al ONABE).
En algo coincidieron: desde ambos entes admitieron no tener conocimiento de la existencia de «Villa Tenis».
«No me parece bien que haya gente viviendo en áreas que son para el esparcimiento de la comunidad, como las plazas de Palermo. Estoy a favor de que tengan una vivienda digna, porque a nadie le gusta ver a gente cartoneando y viviendo en semejantes condiciones. Pero el deseo de uno no siempre coincide con la realidad. Las autoridades deben proponer soluciones a estas personas, buscarles un lugar para que puedan vivir», afirma Alberto Wollman, dueño del Vilas Club, que tiene su sede en Palermo, a metros del Lawn Tennis.
Muchos vecinos de la zona, que salen a caminar o correr por el parque o aprovechan los ratos libres para estar al sol, no ocultan su preocupación por estos nuevos « vecinos» del lugar. «Me preocupa que se instalen a vivir acá. Palermo es una de los pocos barrios porteños que conserva grandes espacios verdes. Cada vez quedan menos lugares así, y están cada vez peor, además por la suciedad que deja la gente cada fin de semana, lo que genera el transporte o los travestis que tampoco colaboran», se queja Antonella Quintana, vecina del barrio, mientras caminaba por la bicisenda de Figueroa Alcorta.
Por su parte, Osvaldo Guerrica Echevarría, titular de la comisión de la Asociación Amigos del Lago de Palermo, considera que éste es sólo un factor de los tantos que preocupan a los vecinos, pero en su argumentación práctica una curiosa mezcla que termina licuando sus argumentos: «Estos asentamientos duran poco. No me llama la atención porque cada dos por tres vienen, se asientan de manera precaria, están unos días y después desaparecen. A algunos vecinos les inspira temor pero la verdad es que no hacen nada. El tema es que tanto los linyeras como los travestis y la gran cantidad de publicidad producen una contaminación visual que afecta la belleza de la zona, y las usurpaciones de tierras públicas por parte de concesionarios y clubes dejan cada vez menos espacio verde para que la gente disfrute libremente».
No deja de llamar la atención que un supuesto defensor de los espacios públicos esboce una diferencia entre ocupantes «buenos» (o neutros, en el mejor de los casos) como los que califica de « linyeras», y los «malos», como los clubes o concesionarios.
Desde la Policía Federal coinciden con Guerrica Echeverría en que es moneda corriente que haya gente instalada en esa zona de Palermo. «Estamos informados de que hay gente viviendo, pero al tratarse de un espacio público no podemos sacarlos por la fuerza. Lo único que podemos hacer es llamar a Buenos Aires Presente, un organismo del Gobierno porteño encargado de asistirlos; se acercan al lugar y les ofrecen hospedaje a quienes viven en la calle, pero queda en ellos aceptar la ayuda o no. Si no quieren irse, nadie los puede obligar porque no están cometiendo ninguna contravención», aseguró un alto oficial de la Comisaría 23°, que tiene jurisdicción en el territorio en cuestión.
En sentido inverso, una fuente de la Comisaría 31°, a cargo de otra zona de Palermo, fue más alarmista: «No tenemos herramientas legales para sacar los asentamientos de los espacios públicos. El gran problema es que lo que empieza como un pequeño asentamiento de una o dos casillas, prolifera rápidamente y termina en una gran villa de emergencia. Ejemplo: lo ocurrido con la Villa 31 Bis».
En tanto, desde el Lawn Tennis, la situación alarmante genera un silencio rotundo; nadie quiere opinar acerca del tema. «Antes de hablar con la prensa se tiene que discutir con los miembros de la comisión, que se reúne la semana que viene», respondió a este diario Alfredo Casares, gerente del tradicional club.
El argumento no llega a ocultar que la intención de minimizar el problema tiene su raíz en que, si el crecimiento de la «Villa Tenis» avanza, esto se traducirá en una obvia devaluación del valor intrínseco de la institución y sus socios podrían buscar otros rumbos.
Pero otro potencial damnificado lo admite sin ambages: «A causa de todos los factores negativos que lo afectan el barrio va a devaluarse», dice Hugo Masci, presidente del Club de Amigos y que participa de «Palermo Vivo», otro de los movimientos que agrupan a vecinos del parque intentando acciones para mantener la seguridad y limpieza del lugar. Agregó que «hay una promiscuidad (sic) en la zona muy importante. Lo que debería ser un pulmón verde está lleno de hollín, travestis, suciedad de perros, contaminación por parte de los colectivos, y linyeras. No estoy en contra de nadie; sólo pretendo desde nuestra institución defender la ecología».
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