22 de enero 2007 - 00:00
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La portada de «The New York Times» muestra la foto de uno
de los equipos del pueblo de Clarkston. La mayoría de la
población aprueba la prohibición del fútbol. Una mujer (blanca)
es la que entrena a los niños inmigrantes y defiende la
integración.
Las autoridades eligieron a Clarkston como destino inicial para gente admitida como refugiada, proveniente de Afganistán, Bosnia, Burundi, Congo, Gambia, Irak, Kosovo, Liberia, Somalia y Sudán. Sus costumbres, sus idiomas, su religión (la mayoría de ellos son musulmanes) y hasta sus vestimentas resultan a Swayney y a sus votantes tan ajenos como el deporte más popular del planeta. En su informe, el matutino neoyorquino dice que el intendente llama despectivamente a los nuevos habitantes del pueblo «the soccer people» (el pueblo del fútbol).
Sin embargo, una parte de la población de Clarkston se inclina a sentir simpatía por esos chicos de entre 9 y 17 años que debieron huir de tus es exactamente el opuesto: refugiados admitidos en Estados Unidos.
masacres, genocidios y extrema pobreza. Por eso, se creó el programa «The Fugees» ( apócope de «refugees») para que los jóvenes tengan algo que hacer mientras se adaptan a la sociedad estadounidense. Tienen técnicos designados por el gobierno y juegan contra las escuelas locales, pero de todos modos en esos encuentros no reina el «fair play»: siempre de acuerdo con The New York Times-«algunos residentes, jugadores de otros equipos y hasta los padres de esos jugadores les lanzan durísimos epítetos raciales y dejan bien claro que desprecian a ese equipo mayoritariamente africano». Lo curioso es que los acusan de ser «ilegales» a pesar de que su esta-El técnico de los Fugees es una mujer, Luma Mufleh, quien afirma que los jóvenes jugadores «desatan reacciones de clase y raciales; hablan con acentos raros y no parecen americanos. A mucha gente eso los complica». Ahora los jugadores de «coach Luma» se ven obligados a jugar en un «potrero» -aún desconociendo el término, claro-detrás de una escuela privada que desafía el decreto municipal, limitado a los parques públicos. Quizás en ese polvoriento potrero del sur de Estados Unidos esté jugando el futuro «10» de la selección de ese país, lo que sería sin dudas la mejor respuestas a Swayney.
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