Dos bombas, 123 muertos: Al-Qaeda vive en Pakistán
El regreso triunfal de la histórica líder paquistaní Benazir Bhutto a su ciudad natal, Karachi, se transformó ayer en un infierno. Terroristas ligados a Osama bin Laden atacaron la caravana en la que se trasladaba desde el aeropuerto, lo que provocó una carnicería. Crisis extrema en un país clave en la guerra contra el terrorismo.
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En una conferencia de prensa-posterior, el líder paquistaní se refirió al golpe como «una conspiración contra la democracia».
El sangriento episodio fue condenado por la comunidad internacional. «Estados Unidos condena el violento ataque en Pakistán y se enluta por la pérdida de vidas inocentes en ese país», declaró Gordon Johndroe, portavoz del Consejo de Seguridad Nacional de la Casa Blanca. «No se permitirá que los extremistas impidan que los paquistaníes elijan a sus representantes mediante un proceso abierto y democrático», agregó.
Por su parte, el secretario general de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), Ban Ki-moon, repudió «en duros términos este ataque terrorista» y dijo confiar en que «todas las fuerzas políticas actuarán en conjunto para reforzar la unidad nacional», indicó. En la misma línea se manifestó la Unión Europea (UE).
Protegida por una amnistía, la ex primera ministra puso fin ayer a casi nueve años de exilio al regresar a su ciudad natal de Karachi, donde más de un millón de personas la esperaba para darle una apoteósica bienvenida. «La hija del Este», como le gusta ser calificada, Bhutto regresó para liderar el Partido Popular de Pakistán (PPP) hacia unas elecciones que pretenden democratizar el país. Durante años, la dirigente había prometido volver para poner fin a la dictadura militar, pero ahora retorna como una potencial aliada de Musharraf, el general que se hizo con el poder en un golpe de Estado en 1999.
Se cree que Estados Unidos, aliado de Musharraf, fomentó en silencio ese acuerdo para mantener a Pakistán, un país con armamento nuclear, a favor de Occidente y comprometido en el combate a Al-Qaeda y en el apoyo a los esfuerzos de la OTAN por estabilizar Afganistán, donde la guerrilla talibán se ha fortalecido.
«Mi regreso a casa es un milagro», había declarado antes de volar a Karachi, una ciudad que desde la madrugada celebraba el regreso a casa de la líder del principal partido de la oposición.
En declaraciones formuladas recientemente al diario británico «The Guardian», Bhutto había manifestado que las amenazas contra ella provenían de algunos oficiales islamistas retirados del Ejército que estaban organizando un complot para asesinarla y que los líderes tribales que la amenazaban no serían más que «peones o juguetes» de aquéllos.
El viceministro de Información, Tariq Azim, recordó que el gobierno había dado a Bhutto el «consejo amistoso» de que pospusiera su regreso dadas las amenazas de atentados de radicales islamistas, pero la líder opositora lo rechazó.
Poco después de los ataques, Bhutto declaró telefónicamente al canal de televisión «ARY» que no se iba a dejar « intimidar» por las amenazas de los extremistas islámicos, que, subrayó, «están intentando apoderarse» de Pakistán.
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