Entradas a u$s 3.500 para la despedida del Yankee Stadium
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El mítico
Yankee
Stadium, de
85 años,
está próximo
a cerrar
definitivamente
sus
puertas.
Además del béisbol, por su césped natural pasaron los papas Pablo VI, Juan Pablo II y Benedicto XVI, el líder sudafricano Nelson Mandela, estrellas como Frank Sinatra, Billy Joel, U2 y el Pink Floyd original. También Pelé jugó allí, con los desaparecidos New York Cosmos.
Los Yankees son, por lejos, la franquicia más amada y más odiada de Estados Unidos, y también la más exitosa: ningún club de ningún otro deporte de «grandes ligas» se acerca a su gloriosa foja. Y sin embargo, este año el Stadium no podrá tener una despedida más triste: a pesar de tener el plantel mejor pago del béisbol, los Yankees terminarán cuartos en su zona de cinco, muy lejos de disputar el campeonato (la World Series).
A pesar de estar en el Bronx y de ser un equipo eminentemente popular en su base, los Yankees conservan una tradición de aristocrático conservadorismo: fueron uno de los últimos equipos (en la década del 50) en incorporar negros a su alineación, y mantienen inalterado el mismo uniforme desde 1923: blanco con finas líneas verticales azul marino («pinstripes»). En estos colores también tuvo que ver Babe Ruth: como estaba gordo le agregaron los «pinstripes» a la camiseta y pantalón largo para que luciera más estilizado.
El nuevo Yankee Stadim -que abrirá sus puertas en abril próximo, con la mueva temporada- habrá costado u$s 1.300 millones (aportados en parte por las arcas municipales), cifra astronómica si se la compara con los u$s 2,5 millones que se invirtieron en el original, el primer estadio del que se tenga noticia en el planeta en tener tres pisos de tribunas. La Bombonera llegaría años más tarde. El Stadium abrió sus puertas en abril de 1923, ante 74.000 espectadores. Hoy la capacidad es de «apenas» 57.600 asientos.
En la década del 60 el estadio pasó por su peor época, igual que el club: fue adquirido por la cadena CBS, que permitió que se deteriorara al punto de que pedazos de mampostería caían sobre el público desde el tercer piso. Por eso estuvo cerrado durante un año por refacciones. En los 70 llegó el controvertido George Steinbrenner, un naviero de Tampa que con su gruesa billetera les devolvió el lustre al edificio y la gloria al club.
Steinbrenner gastó más de u$s 150 millones en esa renovación. A diferencia de lo que sucedió con el Viejo Gasómetro -que vendió sus tablones y hierros como demolición- los fanáticos podrán comprar partes del estadio como souvenirs. Otras serán llevadas al nuevo (que es casi 60% más grande que el original), como los bustos de las grandes glorias que adornan el «outfield» del actual.
Y sin dudas se transportará la plaqueta que reproduce una frase del célebre Joe Di Maggio, una de las máximas estrellas de todos los tiempos, ex esposo de Marilyn Monroe y hasta citado por Simon & Garfunkel en su tema «Mrs. Robinson»: «Cada día le agradezco a Dios ser un Yankee». Anoche, como es tradición desde hace décadas, tras el partido contra los Orioles de Baltimore, se escuchó por última vez «New York, New York» en la voz de Sinatra. Los fantasmas de las viejas glorias, de los 27 campeonatos ganados y de los millones de neoyorquinos y turistas que poblaron sus tribunas durante 85 años se negarán sin dudas a mudarse al otro lado de la calle.
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