Se habla constantemente en los medios masivos de comunicación y en los específicos de las ramas contables, jurídicas y económicas, de la creciente presión fiscal de nuestro país.
Presión fiscal y "presión fiscal"
Como no existe una forma exacta de medirla, o bien no existe uniformidad entre los países en cómo medirla, adquiere aspectos subjetivos importantes, más en nuestro país, donde casi todo es "particular". Por eso, puestos a evaluarla, no hay que olvidar ciertos aspectos determinantes.
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Lo que otrora fuera un término técnico -o con intenciones de serlo- ha “ganado la calle” y en el mundo empresario, desde el emprendedor hasta las multinacionales, se repite en cada charla de café o institucional.
Como no existe una forma exacta de medirla, o bien no existe uniformidad entre los países en cómo medirla, adquiere aspectos subjetivos importantes, más en nuestro país donde casi todo es “particular”.
En el mundo jurídico cuando un instituto o concepto no tiene un encuadre predeterminado clásico se le dice “sui generis”, lo que denota algo peculiar que resulta inclasificable o de difícil definición.
Pues bien: sabemos que Argentina toda es, en el contexto global, bastante “sui generis”. Mucho se cita al Nobel de Economía Simon Kuznets cuando dijo: “Hay cuatro clases de países: desarrollados, en vías de desarrollo, Japón, y Argentina”. En este caso Japón como modelo de crecimiento y Argentina de demérito.
Es difícil comparar a Argentina con el resto de los países. Nos preguntamos nosotros y los extranjeros: ¿cómo puede ser que haya salido un Messi o un Maradona? ¿Cómo pudo existir en el contexto local una “generación dorada”, un Scola o Ginóbili?, Y también lo negativo: ¿cómo puede ser que vivan en crisis? ¿Tienen todo para triunfar, por qué no salen adelante? ¿Tienen 40 puntos de inflación, incertidumbre, cepos, cómo pueden vivir así?
Hace poco escuchando al colega Diego Fraga analizando el “Impuesto a la Riqueza”, expresaba que lo peor no es el nuevo impuesto o la presión a que se somete el patrimonio de una persona, sino la inseguridad jurídica, el constante cambio de reglas de juego.
Aunque no salga en la cifra fría, la inseguridad jurídica es parte de la presión fiscal, o por lo menos del sentimiento agobiante y desproporcionado que genera, lo mismo que otras variables.
Si imaginamos un país con altísima “presión fiscal”, por ejemplo del 60%, pero con dos o tres impuestos justos y fáciles de liquidar; con índices en decimales de evasión; con inexistente corrupción gubernamental; donde exista un núcleo duro normativo que permita prever a largo plazo; donde no exista duda que lo que ingresa sale mejorado en servicios públicos de calidad; donde pueda sacarse de la pobreza extrema con dignidad y futuro; donde las instituciones vayan más allá de las personas; donde puedas caminar por la calle o dejar a tus hijos; ese país imaginario ¿Tiene alta presión fiscal?
En las antípodas estamos nosotros. Inclasificables. Imposibles de comparar. Donde la presión fiscal podría bajar 5 puntos y sería lo mismo. ¿Por qué? Porque aquí todo es “sui generis”, cambiante, es el mundo de los vivos (en el peor sentido del término), donde sacar ventaja está bien visto, donde los atajos son autopista, donde la moral puede guardarse de a ratos en un cajón, sacarla sólo para exhibirla a los vecinos.
El Estado hace mucho que tiene vasallos, no contribuyentes.
Cuando nos sentemos en los organismos internacionales a comparar nuestra presión impositiva, no nos “olvidemos” de mencionar que:
1. Hace años vivimos en emergencia (amén del covid), donde se justifica el gigantismo del Poder Ejecutivo por sobre los otros poderes y no pasa nada;
2. Donde tu dinero y tus bienes se socavan con una altísima inflación; donde no podés acceder a moneda foránea; donde un trámite es tan burocrático que perdés días, y no pasa nada;
3. Donde todos los impuestos de emergencia terminan adoptados por el sistema, y no pasa nada;
4. Donde el impuesto prima facie más justo y progresivo, Ganancias, en realidad grava ganancias ficticias porque no permite computar la inflación; donde tenés que emprender una batalla judicial para que se te reconozca; Donde los mínimos no imponibles se ajustan a destiempo y entonces gravan sectores de clase media baja; donde tenés privilegios que no están en la ley, como el de los jueces que se autoeximieron; o el de los legisladores que lo pagan sólo sobre una porción; donde todavía se exime a determinado culto; y no pasa nada;
5. Donde un indigente entra al supermercado a comprar un leche y paga el mismo IVA que si viniera Bill Gates, y no pasa nada;
6. Donde el impuesto más regresivo y nocivo de todos (Ingresos Brutos) no sólo no desapareció sino que se institucionalizó; pasó a ser la mayor entrada de las Provincias; donde el Estado si debés 100 te saca 250 por si las dudas, y de esos 150 te somete al “encarnizamiento procedimental” para recuperarlo devaluado en varios años; donde te ponen a recaudar para el Estado (Agentes) así vendas panchos o gaseosa, a tu costo, y cualquier error si no ingresaste 100 pagarás 1000 de tu bolsillo o cerrarás, y no pasa nada;
7. Donde cualquier dinero que entra y sale de tu cuenta te debitan, incluso de impuestos mismos; donde por un lado te obligan a bancarizar y por el otro te esquilman; donde jamás pudieron poner reglas a los Bancos;
8. Donde no te conviene tener un auto mejor porque patentes; donde no querés una casa más grande porque inmobiliario o Bienes Personales; donde no querés salir del monotributo o del MNI de Ganancias porque terminás peor que antes;
9. Donde el permanente estado de excepción es la regla, con constantes moratorias y blanqueos;
10. Donde se ha quebrado todo tipo de confianza y seguridad jurídica; porque no se sabe si mañana Bienes Personales va a estar en 15 puntos; o Ganancias en 40%; o convendrá liquidar los bienes para pagar los impuestos que los gravan; donde te invitan a un blanqueo pero luego como buen traidor a la patria te apuntan los cañones;
11. Donde las Municipalidades te cobran otro Ingresos Brutos (TISH); otro inmobiliario (Servicios Urbanos); tasas viales con caminos destrozados; donde es casi nulo servicio prestado y en realidad costea el gigantismo estatal;
12. Donde nuestros representantes no se sientan a consensuar un nuevo régimen de coparticipación de impuestos, entonces Provincias y Municipios suplican la dádiva de nación;
13. Donde hay un cepo al dólar pero peor aún, un cepo al crecimiento por una burocracia grosera;
14. Donde parece que la discusión de la calidad del gasto público está cerrada, y no pasa nada.-
En este contexto: ¿Se puede comparar Argentina con el resto de los países? ¿Diría algo un ranking de presión fiscal medido en impuestos sobre el PBI per cápita? Así fuera 10 puntos menos: ¿Podríamos afirmar que tenemos baja presión fiscal?.
La respuesta es que no. Que hay que dejar de ver ese número como definitivo. Sacarlo si, pero no tomarlo como un todo.
Los impuestos tienen como finalidad el bienestar de la población en su conjunto, redistribuyendo para que los que menos tienen posean oportunidades, para que los que emprendan tengan un camino fácil y previsible, que los empresarios vean seguridad y a la vez el Estado obtenga recursos, sin atajos, sin “vivos”, sin corrupción pero sin evasión tampoco, fomentando la formalidad, donde un empleado no sea una carga insoportable y un juicio laboral a futuro. Ese es el verdadero trabajo por delante.
Comparto lo que dicen muchos colegas: la mejor forma de recaudar impuestos es con mayor producción y crecimiento económico; con inversiones y consumo. Con seguridad jurídica, con previsibilidad. Cobrando el Estado lo que debe, implacable pero sin un peso demás. ¿De qué sirve subir algunos puntos los impuestos con las empresas cerrando?.
Pero antes estamos nosotros, los argentinos, con los problemas de siempre que no queremos ver porque sería vernos a nosotros mismos y nuestras miserias, como la calesita de la plaza, dando vueltas sobre lo mismo sin afrontar la realidad…sin intentar las reformas de fondo…donde de cada 10 chicos -como tus hijos-, 5 van a revolver la basura para comer…y no pasa nada. Hablar de presión fiscal es como quejarte del café en el restorán del Titanic.
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