11 de julio 2020 - 00:00

Cayeron las máscaras del póker de la deuda: ahora se verán las cartas

La nueva oferta fue bien recibida por los mercados y los acreedores comienzan a tomarla en serio. Sin embargo, aunque haya un acuerdo, la Argentina no recuperará la confianza.

Alcanzar un acuerdo será un muy buen primer paso, pero no alcanzará para cambiar la realidad económica de Argentina.

Alcanzar un acuerdo será un muy buen primer paso, pero no alcanzará para cambiar la realidad económica de Argentina.

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El Gobierno nacional presentó una cuarta oferta a los acreedores en el marco de la negociación por la deuda. Las máscaras del póker comenzaron a caer y finalmente fue el gobierno quien terminó cediendo más. No es de extrañar, ya que la primera oferta con un VP de u$s39 y tres años de gracias era básicamente una crónica de una muerte anunciada. No es casualidad que el porcentaje de adhesión a dicha oferta haya sido tan bajo. En tanto, los acreedores exigían un VP en torno a los u$s60. La nueva oferta realizada por el ministro Martín Guzmán se ubica en torno a los u$s53, cruzando la barrera de los u$s50. Además, están los endulzantes.

La nueva oferta fue bien recibida por los mercados y los acreedores comienzan a tomarla en serio; es que es una propuesta un poco más seria. No solo se ha mejorado el VP, sino que además hubo una reducción en la quita de los bonos emitidos durante la gestión de Mauricio Macri y también se comienza a devengar intereses en septiembre, los cuáles se comenzarán a pagar en el 2021. De esta manera, se cumple uno de los principales reclamos por parte de los acreedores, no tener que esperar tres años para empezar a ver algún pago.

Si bien lo más probable (aunque no certero ya que hay grupos que rechazan la propuesta) es que haya un acuerdo, las consecuencias de la mala negociación realizada por el ministro Guzmán quedarán a la vista inclusive con acuerdo logrado. Lamentablemente Argentina negoció mal, por diversas razones.

En primer lugar, nunca presentó un plan económico a los acreedores, cuestión clave para mostrar capacidad de pago en el futuro.

Por otro lado, tampoco reveló intenciones de tener un sendero fiscal para reducir el déficit primario en el corto plazo.

Para peor, de manera unilateral y casi autoritaria se les decía a los acreedores que iban a tener que hacer un esfuerzo sustancial.

Por parte de Argentina, la negociación fue ideologizada, pero la realidad se impuso y hubo que recurrir al pragmatismo.

El problema es que, el mundo ha visto la manera poco profesional de negociar de Argentina y no contribuye a generar confianza. Es por esta razón que, a pesar de que haya un acuerdo, a Argentina le costará volver a los mercados financieros para conseguir financiamiento. En pocas palabras, el mundo se cansó de Argentina y no somos creíbles.

Por supuesto, un acuerdo con los acreedores es mejor que un default. Sin embargo, se debe tener presente que evitar el default es condición necesaria pero no suficiente para que Argentina vuelva a las sendas del crecimiento. El desafío consistirá en volver a generar confianza para no depender exclusivamente de la emisión monetaria.

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Las cartas por la renegociación de la deuda están sobre la mesa. En pocos días más se conocerá cómo termina la mano de póker.

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Para salir definitivamente de la decadencia, Argentina deberá plantearse seriamente encarar las reformas estructurales que la economía asfixiada pide a gritos hace años. El gobierno se ilusiona en lograr una salida “a la 2003”, pero la realidad es que el 2020 es muy distinto al 2003. En aquel entonces la inflación era baja, el gasto público era del 20% del PBI y a los pocos años se dispararon los precios de las commodities. Nada de esto es igual en el 2020 con una inflación que terminará en torno al 45-50% anual, un gasto público superior al 40% del PBI y precios de las commodities en zonas “normales”. Por otro lado, la presión tributaria se encuentra en niveles récords.

En definitiva, alcanzar un acuerdo será un muy buen primer paso, pero no alcanzará para cambiar la realidad económica de Argentina. Luego se deberá trabajar en recuperar la confianza que, en estas circunstancias, sólo puede lograrse encarando las reformas estructurales.

En el 2020, ni la emisión, ni los impuestos, ni los precios de las commodities podrán financiar el enorme gasto público. Los limones ya están exprimidos, sólo queda afrontar la realidad y encarar con madurez las reformas estructurales.

(*) Economista Jefe de la Fundación Libertad y Progreso.

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