La familia ha cambiado su estructura y fisonomía a lo largo de la historia de la Humanidad y lo sigue haciendo. Observamos un profundo cambio de paradigmas en relación a las relaciones familiares, que lleva a la necesaria revisión de los pilares básicos de las teorías psicológicas, sociológicas y jurídicas desde las cuales la abordamos. Los avances tecnológicos en materia de medicina han hecho que el promedio de vida se extendiera replanteando el “para toda la vida” implícito en el contrato matrimonial. Por lo tanto se ha comenzado a hablar de “trayectorias familiares”, y no tanto de familia en singular, ya que a lo largo de toda la vida una persona puede pasar por más de una forma familiar.
Día Internacional de las familias: ¿hacia dónde va la familia?
Concebimos a las familias y a las personas como sistemas en cambio permanente, insertos, a su vez en una cultura que los modifica y que a la vez éstos modifican.
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Hoy coexisten en el mundo familias tradicionales, ensambladas, monoparentales, de niños a cargo de tíos o abuelos, etc. Además de los lazos biológicos o genéticos se ha comenzado a hablar del parentesco social afectivo (o parentesco por afinidad), para reflejar la relación que existe entre personas que, sin ser parientes se comportan como si lo fueran. Las estructuras más novedosas y cuyo abordaje constituye un desafío son aquellas en las cuales un hombre o una mujer con o sin pareja estable que padecen de esterilidad han decidido procrear a partir de material genético de un donante y/o sumado a esto, han utilizado la gestación por sustitución. En un orden de mayor complejidad se incluyen aquellos casos en los cuales una persona que ha estado casada y ha tenido hijos se separa y cambia su inclinación sexual, realizando una elección de pareja de sexo distinto al de la primera. O cuando alguno de los miembros de una pareja estable cambia su identidad de género, pero manteniendo la unión conyugal que poseía antes del cambio y nacen hijos en el seno de esta unión.
Podemos hablar entonces de la emergencia de nuevas formas de ser padre (neoparentalidades) y de ser hijo (neofiliaciones).
Desde el psicoanálisis consideramos que las funciones materna y paterna no necesariamente están ligadas al género de los padres, ni a cuerpos que sostengan géneros acordes a los mismos, sino que ambos podrían ejercer estas funciones. Se sabe de la existencia de elementos masculinos y femeninos presentes tanto en el hombre como en la mujer que son fundamentales para la crianza del hijo. Se estudia desde otras perspectivas la presencia del deseo de hijo en el varón, a diferencia de lo que sucedía antes, cuando se pensaba que pertenecía sólo al campo de lo femenino.
La procreación ha dejado de apuntalarse únicamente en la sexualidad, como tradicionalmente sostenían los discursos religioso, médico y jurídico.
Estos hechos están generando cambios en las “teorías sexuales infantiles” (respuestas que construyen los niños frente a la curiosidad de saber de dónde vienen los hijos) que han sido estudiadas por el psicoanálisis. Nos encontramos con que estas teorías también son creaciones epocales y están fuertemente influidas por las características de la cultura en la cual emergen y el “permiso” del entorno para investigar y pensar.
Nadie puede saber con certeza hacia dónde va la familia. Los cambios sociales suceden a pesar de nuestras preferencias. Sí, es necesario reformular las teorías y encuadres desde los cuales interpretamos y acompañamos estas transformaciones.
Concebimos a las familias y a las personas como sistemas en cambio permanente, insertos, a su vez en una cultura que los modifica y que a la vez éstos modifican. La Ciencia avanza sobre la Naturaleza y la cuestiona permanentemente mostrando su fuerte incidencia en las relaciones familiares.
Sin dudas podemos decir que la familia construye a la sociedad y a la vez la sociedad es construída por ésta.
Entre los avatares de los vínculos actuales se diluyen las imágenes idealizadas de la familia nuclear, matrimonial y heterosexual con su anclaje en la naturaleza humana.
Quienes trabajamos “lo vincular” nos vemos en la necesidad de encontrar distintas formas de pensar la complejidad y crear nuevas “hojas de ruta”. Y debemos dejar de usar ciertos esquemas dicotómicos de pensamiento que se apoyan sobre dilemas binarios o polaridades y que utilizan las tradicionales categorías masculino-femenino, hombre-mujer, activo-pasivo, virilidad-femineidad, padre-madre, etc.
Muchos cambios se han operado en las estructuras de las familias, pero lo que no ha cambiado -y es posible que nunca cambie- como dice Elizabeth Roudinesco en su libro “La familia en desorden”, es que todos desean y necesitan pertenecer a una familia.
Coordinadora del Depto. de Pareja y Familia de la Asociación Psicoanalítica Argentina. Autora de los libros “La familia y la ley” y “Familias a solas”.
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