6 de diciembre 2020 - 00:00

Cómo elaborar un duelo que nos atraviesa como sociedad

La figura de Maradona trasciende lo futbolístico y nos muestra como sociedad. Representa el argentino atrevido y rebelde que se permitió ir en contra de la corriente.

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AFP

Sin lugar a dudas la muerte de Diego Armando Maradona constituye un hecho histórico por el símbolo que representa para la Argentina. No hay lugar en el mundo donde, sobre todo a quienes pertenecemos a la generación de sus grandes hazañas deportivas, no nos haya dado bronca y orgullo a la vez que al preguntarnos de dónde éramos, la primera asociación que hicieran fuera Maradona. Orgullo claro por saber que les resultaba fácil ubicar donde nuestras latitudes, asociando grandes jugadas y momentos históricos que nos ha dado este personaje casi mitológico dentro del mundo futbolero; y a la vez bronca, o cierta pena en realidad, porque sabemos que somos mucho más que Maradona y que es injusto que sólo sepan eso de nosotros con la riqueza de personas que han contribuido desde Argentina en áreas como la ciencia, la medicina y la literatura, sólo por nombrar algunas.

Desde que la noticia de su deceso empezó a confirmarse, en un país tan pasional como Argentina, el clima se enrareció para todos, se contaminó de un vaho asfixiante entre la incredulidad, la angustia y la resignación, al mismo tiempo que empezaron a aparecer la toma de posiciones entre el orgullo y la bronca, repartida entre seguidores y detractores, que una vez más siguen mostrando la necesidad imperiosa que tenemos de mirar para afuera entronizando o demonizando a las figuras según si cumplen o no con nuestras expectativas, sin hacernos cargo en absoluto que esa pasión fervorosa esconde o exalta algo que proviene de nuestras sombras.

Es imposible negar que Maradona lideró como capitán y generó junto a sus compañeros de la Albiceleste, un conjunto de superhéroes que fueron y serán referentes para muchos, al punto tal de sentirse patriotas y exhibir nuestra bandera cada vez que ganaba Argentina, todos juntos en el Obelisco.

La Real Academia Española define a la Idolatría como la adoración que se da a los ídolos y el amor excesivo y vehemente a alguien o algo: cuando tomamos a alguien y lo ubicamos en esa categoría perdemos objetividad en nuestra mirada. Al entronizar a alguien y ubicarlo allí, cualquier cosa que atente contra nuestra idealización es intolerable y genera reacciones defensivas, sin darnos cuenta que esa conducta suele ser bastante infantil y obturadora del diálogo, comprendiendo que aunque admiremos mucho a alguien podemos con cierta objetividad verlo como un humano con muchas equivocaciones.

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Claramente la figura de Maradona trasciende lo futbolístico y nos muestra como sociedad. Basta recorrer las redes sociales para ver la grieta en la que vivimos insertos todo el tiempo, tomando posiciones antagónicas por nuestros representantes o por quienes nos sentimos representados, mejor dicho.

Maradona fue el mejor futbolista de la historia, pero nos empeñamos en juzgarlo como persona, poniéndonos en jueces y verdugos de su vida a la vez que como inquisidores buscamos mostrar a quienes lo eligen como ídolo lo mal ejemplo que era.

Es verdad que nos ha dado orgullo ¿Por qué negarlo? Pero en esa misma línea por qué negar también que ha sido un hombre con varias cosas a criticar; precisamente ahí radica el problema ¿Es un ídolo? ¿Una figura popular? ¿Nos representa? ¿Se puede ser ídolo y a la vez persona? ¿Cuál es el costo de ser alguien como Maradona, en el que todos ponemos una lupa o hacemos zoom, señalando y cuestionando su humanidad, para aliviarnos de no hacernos cargo de nuestra propia sombra y toda su oscuridad?

Me he tomado el trabajo de leer y escuchar opiniones diversas, buscando coherencia, intentando en medio de este clima enrarecido por el duelo colectivo, intentar arraigarme a algo, para cortar con tanta vertiginosidad y todavía no lo consigo. Me he topado con opiniones odiosas cayendo en la bajeza de celebrar una muerte, conviviendo con otras de profunda desazón manifestando que con la muerte de Diego se murió el fútbol y entonces me permití por un rato dejar de darle tantas vueltas al asunto y al tomar cierta perspectiva, desde el silencio, que suele ser desde donde pueden aparecer nuestros mejores recursos.

Pude caer en la cuenta de que Maradona representa ni más ni menos, que esa contradicción discursiva de estos días y la contradicción en la que vivimos todo el tiempo como sociedad y como personas, en la que se produce un interjuego constante, mal que nos pese, entre nuestras partes de las que más nos enorgullecemos, y por lo tanto dejamos ver, y aquellas otras que por ser más ásperas y por lo tanto más difíciles de reconocer en nosotros mismos. Aquellas que tenemos guardadas en sótanos, dentro de cofres encadenados y cerrados con grandes candados, sin darnos cuenta que el afuera nos topa todo el tiempo con personas y personajes a los que rechazamos con mucha vehemencia porque sus características y acciones pueden desnudar toda esa moralina de la que nos cubrimos para no reconocer que esa incomodidad puede representar un desafío para realmente verificar que es lo que realmente nos duele y nos hace reaccionar así.

Maradona representa el pibe que salió de la villa y logró, jugando a la pelota, el sueño de muchos, representa el argentino atrevido y rebelde que se permitió ir en contra de la corriente y ponerse en contra del imperialismo y la religión, sin quedarse con las ganas de decirles todo lo que pensaba en la cara, de putear a quienes silbaban nuestro himno y a la vez expresar sus pensamientos e ideología, aunque muchos podían repudiarlas.

También representa, mal que nos pese, la consecuencia de una vida llena de excesos y malas decisiones con conductas que con un poquito nada más de objetividad, todos cuestionaríamos y que hicieron que muchos dejaran de verlo como ídolo e incluso empezaran a sentir rechazo.

Lo que nadie puede negar sea la posición en la que se encuentre, es que la muerte de Diego nos atraviesa, que definitivamente por un buen tiempo todos los amantes, pero también los detractores estaremos esperando noticias relacionadas con él como estábamos acostumbrados. El duelo en sus fases primarias es expresado primero como negación, bronca y desesperación, que es algo de lo que ocurrió en el velorio masivo en la Casa Rosada, para pasar luego, de un buen tiempo a que el sufrimiento inicial se convierta en la tristeza relacionada con la aceptación de la realidad; como sociedad estamos todos golpeados, impactados y shockeados porque con Maradona muere una parte de nuestra identidad, buena o mala pero nuestra al fin y al cabo.

(*) Lic. en Psicología. Sexólogo Clínico, Especialista en Vínculos.

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