Hace casi veinte años se firmó el Tratado de Asunción por el que parió el Mercado Común del Sur, más conocido como Mercosur. En el primer párrafo de dicho compromiso se lee que «Este mercado común implica la libre circulación de bienes, servicios y factores productivos entre los países (...), la eliminación de derechos aduaneros y restricciones no arancelarias a la circulación de mercaderías y de cualquier otra medida equivalente».
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Nada de lo dicho se cumplió en lo más mínimo. Sólo se acató aquello que se refería al establecimiento de la burocracia correspondiente y los sueldos, honorarios y viáticos consiguientes bajo ampulosos títulos como el Consejo del Mercado Común para decisiones y el Grupo del Mercado Común para las resoluciones con la caterva de empleados que suelen rodear a las organizaciones internacionales, siempre a cargo de los contribuyentes.
Seis capítulos, cuatro anexos y mucha palabrería conforman el tratado de marras. ¿Para qué tanta alharaca? Para seguir con fronteras cerradas, la exigencia de documentaciones y papelería junto con un ejército de funcionarios que requisan, revisan y cuestionan todo lo que pasa por las regimentadas aduanas formulando siempre la pregunta idiota de si lo que se transporta son «efectos personales».
Es que desafortunadamente la mentalidad que prevalece es autárquica y de culturas alambradas, por tanto no puede escapar de tanto marasmo intelectual. Después de casi tres siglos en los que se mostraron las ventajas del librecambio para las poblaciones, aún se piensa que constituye una política inteligente el forzar a que la gente compre más caro y de peor calidad «para favorecerla».
Todavía se insiste en burdos pretextos como que hay que armonizar las medidas internas de los países miembros, eliminar asimetrías y combatir el dumping sin percibir que, precisamente, el comercio libre hace de auditoría y de incentivo para mejorar las políticas internas, que las asimetrías son la razón misma de las transacciones y que el mercado recurre a sus propios anticuerpos para comprar aquello que se vende bajo el costo para hacer un arbitraje vendiendo al precio de mercado.
Con motivo de la visita de la presidente argentina Cristina de Kirchner a Brasil este mes de setiembre, el gobernador del estado de San Pablo declaró al periódico «O Estado de Sao Paulo» que «El Mercosur es un fracaso», lo cual enojó a la mandataria. Pero es lo menos que se puede decir para utilizar un lenguaje educado. Y, antes, el canciller brasileño y el presidente uruguayo se habían quejado amargamente, en Tucumán, en la reunión « cumbre» del Mercosur (los burócratas se dejan ubicar en las alturas porque suelen perder de vista que son meros empleados de la gente), de las tremendas cargas fiscales que el gobierno argentino impone a las exportaciones de su país, lo cual viola por enésima vez el pacto que venimos comentando.
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