Si hay algo que demostró esta pandemia es que, como dice nuestro presidente Alberto Fernández, nadie se salva solo. Esta enfermedad le pueda tocar a cualquiera, como puede suceder con distintas tragedias y catástrofes: climáticas, de salubridad, siniestralidad vial o de inseguridad. En uno y otro caso, habrá factores de riesgos o circunstancias objetivas y subjetivas que predisponen a un sector o grupo, pero nadie está exento de que le toque.
En la pandemia nadie se salva solo: es el Estado y la unión de todos
En situaciones como éstas, no hay auxilio individual que supere al del Estado. Resignificar su importancia es la enseñanza que nos deja esta crisiss pero su buena salud requiere del compromiso ciudadano porque las necesidades son infinitas y los recursos escasos.
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En situaciones como éstas, no hay auxilio individual que supere al del Estado. La pandemia ha desatado distintas complicaciones, entre ellas, la de nuestra gente varada en el exterior. No son las aerolíneas comerciales, no es el mercado el que intenta solucionar cada situación en particular, es el Estado. Son circunstancias que nos demuestran la importancia de un estado presente y dispuesto a solucionar los problemas de la ciudadanía.
Indudablemente, no hay bolsillo o individualismo que desarrolle inmunidad y absoluta protección a las problemáticas y tragedias que pasan a nivel mundial y que pueden golpear a cualquiera. ¿Quién es inmune o puede impedir que ocurra un incendio, una inundación, una pandemia o un accidente de tránsito? Por eso, la solidaridad debe ser el eje que atraviese a toda política pública para que nunca falte la consulta, la asistencia y el auxilio a la ciudadanía, así como una convivencia colectiva, amable y amigable.
En este sentido, sí algo nos enseña esta pandemia, es a resignificar la importancia del Estado, el hecho de que todos y todas lo necesitamos activo, presente y funcionando de la mejor manera posible, porque ante cualquier eventualidad, debemos requerir de su auxilio y asistencia. A su vez, su buena salud requiere del compromiso ciudadano porque las necesidades son infinitas y los recursos escasos, por lo cual, se impone como un imperativo moral ayudarnos, respetarnos, defender la democracia, cumplir con nuestros deberes cívicos e involucrarnos activamente para aportar nuestro granito de arena en lo que consideramos que se puede cambiar o mejorar.
No caben dudas, que una sociedad con una participación popular activa a nivel social, cultural, medio ambiental o política (entidades de bien público, centros de estudiantes, multiespacios barriales, agrupaciones partidarias), contribuye a mantener la salud de la democracia y a velar por el interés común.
En definitiva, estamos en momentos de reflexión con esta pandemia que la vamos a superar, gracias al esfuerzo individual pero sobre todo colectivo y de un Estado presente que le tiende la mano a la gente. Una cama, un vuelo de repatriación, un ingreso de emergencia, siempre es el Estado el que -en situaciones de auxilio y urgencia- está presente.
Sigamos aplaudiendo a las fuerzas de seguridad, al personal de salud y a los distintos trabajadores y mostradores del Estado que asisten y auxilian a la gente. Acompañemos también, a nuestro presidente Alberto Fernández porque –independientemente de la postura que se tenga- desde un primer momento, se puso la problemática al hombro y priorizó la vida y la integridad de cada uno de los argentinos y argentinas, por sobre todo.
Que esta pandemia, con esta cuarentena y este cambio de vida que vivimos durante estos días, nos ayude a recordar siempre que con los individualismos no alcanza y que nadie se salva solo, que tenemos que aprender a convivir y ayudarnos colectivamente para ser un equipo y el resto vendrá solo, porque no hay dudas de que con la unión de todos y todas más un Estado presente, seguramente vamos a vivir mejor.
(*) Director del Observatorio de la Juventud de la Honorable Cámara de Diputados de la Nación.
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