Desde la llegada y desarrollo de internet, la operatoria de invertir es muy sencilla. En términos de acceso, nunca estuvo tan simplificado. En cuestión de unos pocos minutos podemos realizar los trámites pertinentes para abrir una cuenta en un bróker, ser aprobados para dar nuestros primeros pasos, fondear la cuenta y comenzar. En este sentido, estos tiempos en nada se parecen al siglo pasado, en el cual las trabas eran numerosas y los montos requeridos para comenzar sustancialmente más altos. Además, el abanico de activos al alcance de nuestra mano es muy amplio. Podemos comprar y vender diversos instrumentos de renta fija, como bonos corporativos o soberanos, y de renta variable, como acciones o CEDEARs, en cuestión de un par de clicks.
Inversiones: los sesgos conductuales son más peligrosos en tiempos inciertos
Hoy en día, lo que no es tan simple es invertir tomando buenas decisiones. Quizás hace unos años nos hubieran dicho que estábamos equivocados.
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Hoy en día, lo que no es tan simple es invertir tomando buenas decisiones. Quizás hace unos años nos hubieran dicho que estábamos equivocados. Previo al 2022 parecía que lo que fuera que eligiéramos tenía un recorrido alcista sin fin. De hecho, del piso de marzo 2020 al pico de 2021, el S&P 500 avanzó cerca de 110% mientras que el Nasdaq lo hizo por más de 130%. En este contexto, elegir una acción tecnológica era prácticamente garantía de éxito. Actualmente las condiciones son diferentes. Es curioso.
En este punto parece que no nos diferenciamos tanto del siglo pasado, pues en líneas generales el análisis necesario para invertir tiene fuertes semejanzas. Con las tasas de la Fed alejadas del cero y los costos de financiamiento en sus niveles más altos en más de una década, ser exquisito es requisito. Ello aplica tanto para la selección de bonos como de acciones. Después de todo, las quiebras o las incapacidades de pago afectan a ambos instrumentos.
Sin embargo, más allá de las dificultades inherentes al proceso de seleccionar instrumentos, debemos estar incluso más atentos a las trampas mentales que podemos imponernos sin saberlo. Ello toma mayor importancia en tiempos de incertidumbre, pues los sesgos conductuales acrecientan. Cabe desarrollar que estos sesgos pueden ser de índole cognitiva o sentimental, por lo que son dos frentes a los que hay que estar alertas. Con respecto a los primeros, son los más sencillos de corregir, pues se trata de cuestiones en los que la educación financiera cumple un rol fundamental.
En cuanto a los segundos, la lucha es más complicada, pues batallar contra los impulsos de uno mismo no es fácil. Aun así, si bien corregir es difícil, adaptarnos es una posibilidad. Como sea, es evidente que, para defendernos de estos comportamientos propios, es clave identificar nuestros propios sesgos. Así es que es fundamental repasar algunos de los más conocidos que podrían estar aquejándonos.
Dentro de lo que son los sesgos cognitivos, debemos diferenciar entre dos familias. Por un lado, están los que tienen que ver con nuestras creencias y, por el otro, los que están vinculados a un error en el procesamiento de la información.
En la primera clasificación ingresan algunos como el sesgo de conservadurismo, que implica que nos cuesta modificar nuestro view inicial incluso cuando recibimos información contradictoria, o el sesgo confirmatorio, por el que la gente tiende a buscar y sobrevalorar información que respalda sus creencias e ignorar o subponderar datos que los contradicen.
En la segunda clasificación se consideran otros como el conocido como contabilidad mental, por el cual las personas dividen su dinero en cuentas mentales diferentes afectando sus decisiones de inversión según la cuenta a la que lo asignen. De esta manera, pueden terminar armando una cartera ineficiente y mal distribuida por no considerar un único portfolio global donde los instrumentos interactúen entre ellos.
Del otro lado, entre los sesgos emocionales, uno de los más fuertes y peligrosos es la aversión a las pérdidas. Por esta mentalidad, algunos inversores se rehúsan a asumir las pérdidas esperando que el instrumento que seleccionaron rebote, y se apuran en tomar ganancia en aquellos cuya selección fue exitosa por miedo a que retroceda. Uno de los grandes problemas en estos casos es el de finalizar con una cartera más riesgosa de lo necesario, pues predominarán, por cuestiones de permanencia, las posiciones perdedoras.
En una línea similar, otro sesgo muy conocido es el exceso de confianza. Muchas veces, por el análisis realizado o por estar familiarizados con las empresas en las que invertimos, sobreestimamos nuestro conocimiento sobre la misma, llevándonos a creer que tenemos un poder predictivo sobre la misma superior al resto.
Por último, otro sesgo relevante es la aversión al arrepentimiento, por el cual los inversores intentan evitar tomar decisiones simplemente por temer tomar una que no sea correcta. Este tipo de sesgo puede llevar a una persona a no querer vender una posición por miedo a que su valor incremente o a evitar algún activo con gran potencial por miedo a que su precio fluctúe negativamente de corto plazo.
En definitiva, los tipos de sesgos son diversos, pero sus consecuencias son similares. La mayoría de ellos nos llevan a tener carteras concentradas y extremadamente riesgosas. Nos conducen a ser lentos en la toma de decisiones (o incluso directamente a la inacción), y a perdernos de buenas oportunidades. Por ello es primordial conocernos como inversores y trabajar de manera que podamos luchar contra nuestras tendencias. Sobre todo, en un contexto volátil como el actual, donde no ser dinámicos puede llevarnos a asumir grandes pérdidas.
Una manera de hacerlo es buscando asesoría financiera, ya sea para tomar recomendaciones o para contraponer visiones y constatar si nuestras creencias son compartidas o hay otras aristas para tener en cuenta. También podemos aprovechar e invertir principalmente en Fondos Comunes de Inversión o CEDEARs de ETFs, y tomar posiciones específicas con menores porciones de la cartera. Así, si carecemos de expertise y deseamos diversificar, lo podemos hacer eficazmente y a un bajo costo, limitando la exposición a nuestras decisiones sesgadas.
Analista de PPI
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