16 de septiembre 2025 - 12:43

La clave del desarrollo argentino: riesgo país, inserción internacional y confianza en el futuro

se vuelve indispensable que el gobierno logre avanzar en acciones concretas que puedan recuperar la confianza y reducir el riesgo país.

Actualmente, Argentina tiene un riesgo país que fluctúa entre 1100 y 1200 puntos, tras llegar a 2.400 en diciembre de 2023 y experimentar una considerable caída desde que arrancó el año. 

Actualmente, Argentina tiene un riesgo país que fluctúa entre 1100 y 1200 puntos, tras llegar a 2.400 en diciembre de 2023 y experimentar una considerable caída desde que arrancó el año. 

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La inserción de Argentina en el escenario internacional ha adquirido una relevancia fundamental en un contexto donde el riesgo país funciona como un indicador clave del grado de confianza que inspiramos en los mercados financieros, inversores y socios comerciales. El riesgo país, inventado por J.P. Morgan, mide las posibilidades de cumplimiento o incumplimiento de los compromisos externos de un país, comparando el rendimiento de sus bonos con los bonos del Tesoro estadounidense.

Actualmente, Argentina tiene un riesgo país que fluctúa entre 1100 y 1200 puntos, tras llegar a 2.400 en diciembre de 2023 y experimentar una considerable caída desde que arrancó el año. Sin embargo, estos niveles todavía distan mucho de los más bajos registrados en el pasado, como los 278 puntos en 1996, durante la presidencia de Carlos Menem, o los 697 puntos de julio de 2025, después de episodios políticos y económicos que han puesto a prueba la confianza en el país.

Este índice, aunque teórico en su forma, tiene implicaciones muy concretas. Un riesgo país elevado implica tasas de interés mucho más altas en los créditos internacionales, torno a las 20% o más, haciendo prácticamente inviables la toma de créditos en condiciones favorables para Argentina. La percepción de inestabilidad política, defaults pasados, incumplimientos con el FMI, y la incertidumbre respecto al nivel de institucionalidad, elevan ese riesgo, dificultando el acceso a financiamiento barato y limitando las oportunidades de inversión extranjera que podrían dinamizar la economía.

El escenario actual, definido por una coyuntura marcada por el deterioro del clima de confianza tras las recientes elecciones provinciales en Corrientes y Buenos Aires, donde el oficialismo fue severamente derrotado, hace previsible una persistente volatilidad en el riesgo país. Además, los informes económicos reflejan una tendencia a la desaceleración, con un nivel de actividad en claro retroceso tras una breve recuperación que ocurrió entre marzo y junio, y un aumento de noticias negativas relacionadas con focos de corrupción en los niveles superiores del gobierno.

La prensa nacional e internacional ha intensificado la cobertura sobre estos temas, afectando la percepción tanto interna como externa. La percepción de inestabilidad política y económica, junto con el sinfín de defaults y programas incumplidos con el FMI, genera en la opinión pública una pérdida de confianza que, a su vez, afecta las decisiones de inversión y el costo del financiamiento.

En este contexto, se vuelve indispensable que el gobierno logre avanzar en acciones concretas que puedan recuperar la confianza y reducir el riesgo país. La aprobación del Presupuesto para 2026, la conformación de una Corte Suprema con mayor representación y la búsqueda de mantener un objetivo de déficit fiscal cercano a 0% son pasos esenciales para estabilizar la economía y encausar una trayectoria de reducción del riesgo país. Una disminución significativa en este índice abriría las puertas a un acceso más barato y más frecuente al financiamiento internacional, contribuyendo a que Argentina pueda atraer inversión extranjera directa, potenciar su capacidad productiva y mejorar la competitividad global. La existencia de recursos naturales abundantes en minería, energía y agroindustria, acompañados de decisiones públicas y privadas coherentes, puede convertir a la Argentina en un destino ineludible para la inversión internacional, siempre que exista una gestión transparente, estable y confiable.

La inserción internacional de Argentina, además, no se limita a las variables financieras. La firma de acuerdos comerciales con países y bloques económicos como la Unión Europea, EFTA, Israel, Chile y Albania, refleja un compromiso estratégico de diversificación y ampliación de mercados. La negociación del acuerdo entre Mercosur y la Unión Europea, que podría firmarse en 2025, representa una oportunidad significativa para que Argentina expanda su presencia en mercados de alto poder adquisitivo, aumente sus exportaciones y favorezca un crecimiento sostenido y diversificado.

La exportación de nueces a Israel, la apertura del mercado chileno para limones y el ingreso a Albania para carne bovina ilustran cómo la diversificación de destinos y productos puede reducir la vulnerabilidad a las fluctuaciones internacionales y crear nuevas oportunidades para la economía argentina. La participación en acuerdos con la EFTA, tras casi una década de negociaciones, demuestra la voluntad de integrar a Argentina en bloques comerciales de mayor profundidad, facilitando el acceso a mercados de alta capacidad de compra y promoviendo flujos de inversión.

El papel de la inversión extranjera directa (IED) resulta fundamental en este escenario de recuperación. El Banco Interamericano de Desarrollo destaca que para atraer capitales, Argentina debe ofrecer un clima de inversión que garantice estabilidad jurídica, infraestructuras modernas y condiciones regulatorias que favorezcan la inversión. La inversión extranjera no solo implica inyección.

Por Diego Guelar- Diplomático y candidato a senador nacional por UCEDE.

Por Ezequiel Vega- Analista Financiero- Ex embajador del IMBRICS + en Argentina

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