16 de septiembre 2025 - 09:47

Democracia en jaque: erosión institucional, legitimidad en crisis y la encrucijada argentina bajo el gobierno de Javier Milei (Parte II)

Crisis de representación y legitimidad democrática. Introducción al problema de la representación.

El presidente Javier Milei.

El presidente Javier Milei.

La democracia argentina se ha caracterizado, desde su transición en 1983, por un consenso fundacional en torno al valor de la representación política. El voto universal, libre y secreto se consolidó como piedra angular de un sistema que buscó conjurar el fantasma del autoritarismo cívico-militar. Durante cuatro décadas, a pesar de las crisis económicas recurrentes, los ciudadanos argentinos mantuvieron su compromiso con las urnas como el mecanismo privilegiado de legitimación del poder. Sin embargo, en los últimos años, este consenso ha comenzado a resquebrajarse.

Pierre Rosanvallon (2017) ha señalado que el desencanto democrático contemporáneo no se explica solo por la corrupción de las élites políticas o por la distancia entre representantes y representados, sino por un fenómeno estructural más profundo, el declive del desempeño democrático de las elecciones. En su análisis, las elecciones han perdido progresivamente la capacidad de cumplir con las funciones que históricamente se les atribuyeron: representación, legitimación, control, producción de ciudadanía y animación de la deliberación pública.

La llegada de Javier Milei al poder constituye un caso paradigmático para pensar este fenómeno. Por un lado, su triunfo electoral con más del 55% de los votos en el ballotage de 2023 confirma que el proceso de autorización democrática siguió su curso formal. Por otro, el modo en que se desarrolló la campaña, el discurso antipolítico que la sustentó y la radicalidad de las medidas adoptadas desde el inicio de su gobierno revelan un déficit profundo de representación sustantiva. La paradoja de un presidente elegido democráticamente que erosiona, desde el ejercicio del poder, las condiciones de la democracia misma se sitúan en el centro del presente capítulo.

Las funciones clásicas de las elecciones y su declive

Rosanvallon (2017) reconstruye la teoría clásica de la elección, mostrando que esta debía cumplir cinco funciones esenciales:

  • Representar los intereses y problemas de los diversos grupos sociales.
  • Legitimar a las instituciones políticas y a los gobiernos.
  • Controlar a los representantes mediante la presión de la reelección.
  • Producir ciudadanía, al materializar el principio de igualdad política.
  • Animar la deliberación pública.

En la Argentina de Milei, estas funciones aparecen severamente erosionadas.

  • Función representativa: la narrativa de la “casta política” redujo a la política a un antagonismo simplista entre un pueblo virtuoso y una élite corrupta. Sin embargo, lejos de ampliar la representación de sectores tradicionalmente marginados, el gobierno privilegió a actores financieros y empresariales, reforzando un sesgo elitista.
  • Función de legitimación: si bien el triunfo electoral otorgó legitimidad de origen, la legitimidad de ejercicio se encuentra debilitada por medidas que contradicen las expectativas de gran parte del electorado, como las denuncias de corrupción, y la represión de la protesta.
  • Función de control: la ausencia de partidos sólidos y el personalismo exacerbado de Milei debilitan los mecanismos de accountability. La presión de la reelección se diluye cuando el presidente se presenta como un outsider dispuesto a “dinamitar el sistema”.
  • Función ciudadana: la participación política se reduce a la expresión individual del voto, mientras que las condiciones materiales de existencia de millones de ciudadanos empeoran, limitando su capacidad de ejercer derechos cívicos y sociales.
  • Función deliberativa: la esfera pública se empobrece, dominada por insultos, descalificaciones y discursos de odio que reemplazan el debate de ideas (Ipar, Villarreal, Cuesta & Wegelin, 2022).

Este declive confirma la tesis de Rosanvallon: las elecciones no garantizan por sí mismas el desempeño democrático, y el caso argentino lo muestra con claridad.

Presidencialización y ficción mayoritaria

Uno de los puntos centrales del análisis de Rosanvallon es la “presidencialización” de las democracias contemporáneas. En sistemas donde la figura del jefe de Estado se convierte en el centro de la vida política, la representación se distorsiona porque una sola persona no puede encarnar la pluralidad social. En Argentina, este fenómeno se amplifica por el diseño institucional y por la tradición hiperpresidencialista.

Milei se autoproclamó como encarnación del “pueblo” frente a la “casta”. Este mecanismo de representación cesarista recuerda a lo que Rosanvallon vincula con regímenes populistas o autoritarios, donde el líder se presenta como “hombre-pueblo”. La ficción mayoritaria se materializa en la identificación del 55 % obtenido en el balotaje con una supuesta legitimidad para gobernar sin contrapesos, ignorando que la sociedad argentina es plural, diversa y conflictiva. La noción de pueblo homogéneo se vuelve, así, un recurso retórico que encubre la exclusión de minorías y la invisibilización de demandas sociales heterogéneas.

Temporalidad política y crisis de los programas

Otro aspecto señalado por Rosanvallon (2017) es la pérdida de consistencia de los programas partidarios en un mundo atravesado por la incertidumbre. En Argentina, Milei llegó al poder con un programa radical de “anarcocapitalismo” y promesas de destrucción del Estado. Sin embargo, en pocos meses debió moderar o postergar varias de sus propuestas, enfrentando la resistencia de actores sociales y la inviabilidad técnica de algunas medidas, como la dolarización.

Este desfasaje entre promesas electorales y acciones gubernamentales profundiza la desafección ciudadana. Lo que en otros contextos podría entenderse como adaptación pragmática, en este caso se percibe como incoherencia y engaño. El resultado es una democracia negativa, donde el voto retrospectivo se convierte en un castigo más que en un mecanismo de regulación.

Igualdad, ciudadanía y erosión del pacto democrático

La democracia argentina nació en 1983 con un fuerte compromiso con la igualdad política, sintetizado en la consigna del “Nunca Más” a la violencia estatal y a la exclusión. Sin embargo, el proyecto de Milei erosiona esta dimensión igualitaria. Las políticas de ajuste, la reducción del gasto social y la desregulación económica impactan de manera desigual en la sociedad, ampliando las brechas entre ricos y pobres.

El ideal liberal de una “sociedad de iguales”, que Tocqueville vinculaba al sufragio universal y que Rosanvallon retoma como núcleo de la democracia moderna, se desvanece cuando el gobierno celebra la libertad de mercado por encima de la igualdad política y social. En este contexto, la ciudadanía se fragmenta; mientras algunos gozan de libertades ampliadas para el capital, otros ven restringidos sus derechos básicos.

La crisis de legitimidad en la Argentina actual

La legitimidad democrática, sostiene Rosanvallon, no puede fundarse únicamente en el número. Requiere una dimensión simbólica y práctica que articule representación, pluralidad y reconocimiento. En la Argentina de Milei, esta legitimidad se encuentra en entredicho.

La represión de protestas sociales, el desprecio hacia adversarios políticos y el alineamiento con intereses financieros externos erosionan la confianza pública. El gobierno no logra consolidar un vínculo de reconocimiento con amplios sectores de la ciudadanía, sino que refuerza la desconfianza y el resentimiento. Este déficit de representación se traduce en una crisis de legitimidad que amenaza la estabilidad institucional.

Hacia una democracia narrativa como alternativa

Frente a este panorama, Rosanvallon (2017) propone la necesidad de una “democracia narrativa”, que complejice la representación e incorpore las experiencias singulares de los ciudadanos. Este modelo exige reconocer las minorías, visibilizar los problemas concretos de la vida cotidiana (jubilados, personas con discapacidades, etc.) y garantizar un espacio de deliberación plural.

La Argentina enfrenta hoy el desafío de reconstruir una democracia narrativa que supere la ficción mayoritaria, para abrir paso a una representación más inclusiva. Esto supone revitalizar instituciones intermedias, fortalecer el Congreso-y no, reemplazarlo por DNU (Decretos de Necesidad y Urgencia del Poder Ejecutivo), ampliar la participación ciudadana y reconstruir la confianza en la política.

Conclusión

El análisis del caso argentino confirma el diagnóstico de Rosanvallon sobre el declive del desempeño democrático de las elecciones. Bajo el gobierno de Milei, las funciones clásicas de la elección se encuentran debilitadas, la ficción mayoritaria se convierte en justificación de exclusiones y la igualdad ciudadana se ve erosionada por políticas regresivas.

La crisis de representación y legitimidad democrática en Argentina no es solo un problema coyuntural, sino un síntoma que pone en riesgo la democracia. Sin embargo, también abre la posibilidad de pensar alternativas, como la construcción de una democracia narrativa que reconozca la pluralidad social y recupere la confianza perdida. En este sentido, el desafío se inscribe en una discusión más amplia sobre el futuro de la democracia.

*Doctor en Ciencia Política, en YouTube: @DrPabloTigani, en X: @pablotigani

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