En el liderazgo, la velocidad juega un papel esencial, no solo en el ritmo con el que tomamos decisiones, sino también en cómo inspiramos y motivamos a nuestros equipos. ¿Sabías que tu "velocidad" sí importa? A menudo, nos enfocamos demasiado en las ideas y los conocimientos, creyendo que son solo ellas las que marcan la diferencia. Sin embargo, vio y escuchó muchas ideas brillantes que nunca llegaron a implementarse. ¿Eran buenas ideas? Probablemente sí, pero se quedaron en meras teorías llenas de intenciones buenas, sin nunca ejecutarse.
Liderar con el ritmo justo: ¿Cuál es la velocidad adecuada para el éxito?
Una idea de liderazgo mediocre, pero ejecutada, tiene más posibilidades de triunfar que una gran idea atrapada en la procrastinación teórica.
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En ocasiones, una idea de liderazgo mediocre, pero ejecutada, tiene más posibilidades de triunfar que una gran idea atrapada en la procrastinación teórica. Liderar no se trata solo de tener una buena idea, sino de determinar un rumbo y llevarlo a cabo de manera efectiva. ¿Cuándo se completa el liderazgo? Cuando la idea se aterriza, se despliega y se traduce en acciones concretas dentro del equipo.
Cuando una idea es comprendida por todos los miembros del equipo, y se percibe que las conversaciones y acciones siguen una filosofía común, se cumple lo que podríamos llamar el liderazgo 360: rumbo y velocidad. Pero, ¿cómo se traduce la "velocidad" en la práctica? En el liderazgo, la velocidad está directamente relacionada con la emocionalidad, el ánimo y la actitud del líder.
La pasión de un líder puede ser extremadamente contagiosa, generando un entusiasmo contagioso dentro del equipo. Sin embargo, esa pasión viene acompañada de una carga emocional significativa, que incluye adrenalina, motivación, dopamina y estrés. Cuando estos componentes emocionales se disparan a niveles elevados, el líder puede estar avanzando a una velocidad demasiado rápida para que el equipo pueda absorberla adecuadamente. En estos casos, la "velocidad emocional" del líder podría situarse entre 130 km/hy 220 km/h, un rango que no solo es insostenible, sino también riesgoso a largo plazo. Este ritmo genera estrés, impide la racionalización de las emociones y puede dificultar la toma de decisiones claras.
La velocidad óptima para un liderazgo sostenible se encuentra en el rango de 90 km/h a 130 km/h. Este es el "ritmo de crucero", donde el rendimiento óptimo se mantiene a largo plazo. En este intervalo, las emociones se pueden racionalizar y gestionar de manera efectiva. Es el punto donde se encuentran la razón y la emoción, donde el líder y el equipo permanecen enfocados y motivados. Esta velocidad permite que las decisiones se tomen con claridad, pero también con empatía, asegurando que el equipo se sienta alineado y comprometido con los objetivos.
Por supuesto, habrá momentos de alta exigencia y estrés, o situaciones imprevistas que pondrán a prueba las reservas de energía del equipo. Sin embargo, el verdadero liderazgo radica en saber cómo manejar esos picos de intensidad, reducir las revoluciones cuando sea necesario y restablecer el equilibrio emocional para lograr un rendimiento óptimo a largo plazo.
Un líder puede tener grandes ideas, pero si no tiene claridad comunicacional, convicción, empatía y el poder de influir en su equipo, esas ideas no se materializarán. Por el contrario, un líder con menos conocimientos técnicos pero con un enfoque claro en la implementación, en los detalles y en la creación de relaciones sólidas tiene más posibilidades de fortalecer su liderazgo. Este tipo de líder entiende que debe corregir sobre la marcha, ajustando sus ideas y procesos a medida que avanza, pero siempre con la acción en juego.
Lo más importante es que el líder logre encontrar su ritmo y su "velocidad permitida" entre 90 km/h y 130 km/h. Un mensaje claro genera certidumbre, permitiendo al equipo actuar con tranquilidad. Esto da dinamismo al equipo, ya que puede proceder con base en un entendimiento común. Por el contrario, cuando el mensaje no es claro, se producen bloqueos e interferencias mentales que dificultan la acción del equipo. Ser claro no solo facilita la implementación, sino que también mantiene el liderazgo sostenible, equilibrado y efectivo, capaz de adaptarse a las circunstancias sin perder el rumbo.
Consultor especialista en Liderazgo. Contador. Mg. Adm. Empresas.Coach Ontológico. Esp. Neurociencias. Autor del Libro “Liderazgo 360°”.
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