En estos tiempos difíciles es cuando podemos darle un verdadero significado a la palabra equipo. Todos la hemos usamos muchas veces y es mucho más que muchas personas juntas, se trata de una verdadera RED que permite operar un sistema de manera conjunta, con cada uno de sus eslabones alineados y soportando el peso de su propia responsabilidad para el correcto funcionamiento del sistema.
El rol del liderazgo en las organizaciones en tiempos de pandemia
La palabra liderazgo involucra alinear las voluntades hacia una meta común, pero no alcanza solo con tener experiencia y habilidades para guiar al equipo.
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Para que ese equipo funcione en sintonía es imprescindible dotarlo de los recursos necesarios para su operación, no solo los hard sino también los emocionales. Es en las situaciones difíciles cuando se pone a prueba el papel de los líderes, quienes deben llevar adelante la guía y acompañamiento de sus integrantes, brindando contención y sosteniendo el mensaje de que todo estará bien, pese a la adversidad que se atraviesa.
La propia palabra liderazgo involucra alinear las voluntades hacia una meta común. Y dada la complejidad del contexto, no alcanza solamente con tener experiencia y habilidades para guiar al equipo. Es indispensable mostrar un camino claro a seguir. Esto calmará la ansiedad de los colaboradores y aumentará su resistencia y compromiso con las tareas a desarrollar.
Tomando en cuenta el aislamiento y la distancia impuestos por el contexto, las habilidades comunicacionales de todo buen líder se vuelven aún más críticas a la hora de gestionar los equipos en remoto, debiendo contar con un grado de claridad extrema, ser diligente ante las acciones, mostrar empatía y templanza a la hora de actuar.
Existen algunas prácticas de liderazgo que resultan fundamentales para aumentar la confianza, estabilidad y esperanza de los equipos en situaciones críticas como la que vivimos actualmente. En primer lugar, comunicar un plan claro de acción a seguir. En segundo lugar, atender las necesidades de cada colaborador, contemplando sus fortalezas y debilidades, y trabajando para que se sienta seguro y preparado para desarrollar su labor. En tercer lugar, el líder o jefe inmediato debe mantener constantemente informado a los miembros sobre las decisiones y acciones que tome la compañía de manera honesta, simple y clara.
Por último, y no menos importante, es prioritario recordar que trabajamos con personas. Un buen líder debe preocuparse por el bienestar de cada uno de sus colaboradores, teniendo en cuenta sus situaciones personales, sentimientos y emociones, mostrando una actitud empática y comprensiva.
Contar con una organización fuerte, con procesos, políticas y recursos, que tenga previsto los imprevistos y que haya puesto toda la energía en tener los puntos ciegos relevados, es un gran diferencial para salir adelante en tiempos tan difíciles.
Cuando dejemos atrás la pandemia, muchas cosas van a ser diferentes. Se han puesto en prueba de fuego muchos recursos que van desde las herramientas tecnológicas, pasando por la organización del trabajo y la velocidad de reacción ante los hechos. Hay una fuerte exposición de los liderazgos globales y veremos cómo terminan al finalizar esta crisis que, como toda situación límite, siempre llega a su fin y da lugar a algo nuevo. El tiempo dirá.
(*) Miguel Capurro - Director de Capital Humano de Randstad Argentina
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