20 de octubre 2025 - 08:56

Lo que podría ser la captura definitiva del Estado: Donald Trump, Scott Bessent, Mauricio Macri, Javier Milei y Luis Caputo

¿Por qué la Argentina vive recurrentes ciclos de deuda, crisis y ajustes?

JAVIER MILEI DONALD TRUMP
Presidencia

Desde la década de 1970, la economía argentina ha sido escenario de ciclos recurrentes de endeudamiento, crisis y ajustes. Estos eventos no son simples accidentes de la historia económica local, representan la materialización de un fenómeno global más profundo, que académicos como Susan Strange, David Harvey y Mariana Mazzucato han identificado como la financiarización del Estado.

En términos sencillos, la financiarización describe la subordinación de la economía real a los intereses y lógicas del capital financiero, donde los mercados y actores globales imponen agendas, políticas y prioridades al aparato estatal. En Argentina, esta dinámica alcanzó un punto crítico desde 2015, cuando, bajo la administración de Mauricio Macri, el país entró en una fase de vulnerabilidad extrema frente a Washington y Wall Street. Lo que sigue no es una historia de mala gestión aislada, sino la manifestación concreta de un Estado capturado por la lógica del lucro financiero.

Orígenes históricos de la captura del Estado

Es cierto que la captura del Estado argentino no comenzó con Macri; tiene raíces profundas en la liberalización económica de los años 70 y 80. La Reforma del 77, en el marco de la dictadura cívico-militar, abrió las puertas al capital extranjero, flexibilizó los controles de cambio y sentó las bases para una economía dependiente del financiamiento internacional. Strange (1996) ya advertía cómo la “difusión de poder” en la economía global desplazaba la soberanía nacional frente a actores financieros transnacionales. Harvey (2005) profundiza esta idea, mostrando cómo la expansión del neoliberalismo transforma el Estado en un facilitador de intereses privados, dejando la política social y la planificación económica subordinadas a la acumulación de capital financiero.

El concepto de captura del Estado se vuelve aquí clave; siguiendo a Klitgaard (1988) y Rose-Ackerman (1999), la corrupción estructural no se limita a sobornos o malversación, sino que se manifiesta en la capacidad de actores externos de definir políticas públicas, regulaciones y prioridades económicas. En Argentina, esto se tradujo en una dependencia creciente de la deuda externa y en la exposición a mercados financieros que dictan tasas, plazos y condiciones, como evidencia la serie histórica de endeudamiento desde 1976 hasta la última reestructuración de 2025.

Mecanismos de la financiarización y control corporativo

La financiarización no es solo un concepto académico; se expresa en instrumentos concretos. Los bonos soberanos, swaps de deuda y contratos de derivados funcionan como herramientas mediante las cuales actores globales pueden condicionar políticas nacionales.

“Nunca en la historia de la humanidad la concentración de la riqueza había llegado al nivel que tenemos hoy” (Jeffrey Winters, PhD en Yale, “professor” de la universidad estadounidense Northwestern). Winters describe cómo la oligarquía económica se expande más allá de las fronteras, y en Argentina, esta expansión global tomó forma de fondos de inversión, bancos internacionales y consultoras especializadas que determinan el acceso al crédito y la sostenibilidad fiscal.

Un ejemplo crítico ocurrió durante la gestión Macri (2015-2019), cuando la deuda pública se incrementó en más de 100 mil millones de dólares en apenas cuatro años. No se trató únicamente de déficit fiscal estructural; fue un despliegue sistemático de instrumentos financieros que trasladaron la carga de ajuste a la población y condicionaron la política económica. Mazzucato (2018) señala cómo los mercados financieros, al monopolizar la asignación de recursos, terminan extrayendo valor del sector público en lugar de financiarlo, fenómeno que en Argentina adoptó la forma de tasas exorbitantes, vencimientos estratégicamente concentrados y dependencia de los acreedores internacionales.

Los actores financieros utilizan también la narrativa para consolidar su influencia. Las calificadoras de riesgo, los analistas de Wall Street y los informes de organismos multilaterales actúan como dispositivos de legitimación de políticas de ajuste. La deuda no solo es una herramienta de presión económica; es un mecanismo de disciplina política y social. El caso argentino demuestra cómo, incluso con abundante capacidad productiva, el Estado se ve obligado a priorizar el pago de acreedores sobre inversión pública y programas sociales.

Instrumentos mediáticos y legitimación narrativa

No es casualidad que la financiarización y la captura estatal vayan acompañadas de un control estratégico sobre la información. Los medios de comunicación, tanto locales como internacionales, reproducen y legitiman la narrativa de inevitabilidad del ajuste y la austeridad. Strange (1996) y Harvey (2005) coinciden en que la construcción de consenso es esencial para la permanencia del poder financiero. En Argentina, conglomerados mediáticos han enfatizado la “responsabilidad fiscal” y los supuestos riesgos de default, mientras minimizan las alternativas de reestructuración equitativa o políticas de desarrollo productivo.

La presentación de datos macroeconómicos se acompaña de interpretaciones que naturalizan la subordinación del Estado a los mercados internacionales, reforzando la percepción de inevitabilidad de la deuda y del ajuste.

Efectos sobre la economía y la sociedad

La captura del Estado tiene consecuencias tangibles. La concentración de riqueza se acelera, los programas sociales sufren recortes y la inversión productiva disminuye, generando un círculo vicioso de dependencia financiera. La comparación con las fases Kindlebergianas de burbujas y crisis revela un patrón recurrente: expansión crediticia, sobreendeudamiento, fuga de capitales y crisis, seguido de rescates que favorecen a los acreedores internacionales.

En términos sociales, la financiarización profundiza la desigualdad. Los sectores vulnerables soportan el ajuste mientras el capital financiero obtiene rentabilidades extraordinarias. El argumento de eficiencia del mercado, repetido ad nauseam por los economistas ortodoxos y los medios, encubre una transferencia sistemática de riqueza desde el Estado hacia los acreedores globales, consolidando un modelo extractivo y dependiente.

Perspectiva crítica y síntesis

La Argentina actual no es víctima de un azar económico ni de políticas aisladas; es un laboratorio de la financiarización global, donde el Estado actúa como facilitador de intereses externos. La captura se manifiesta en la deuda, la política fiscal, la inversión pública y la narrativa mediática. Harvey (2005) y Mazzucato (2018) advierten que este fenómeno no es exclusivo de Argentina; los Estados modernos enfrentan la presión de un capital transnacional que impone prioridades y redefine soberanía.

La alternativa requiere comprender la financiarización como un proceso estructural y no como un episodio coyuntural. La política económica no puede limitarse a gestionar deuda y tasas; debe cuestionar las relaciones de poder subyacentes y explorar mecanismos de control sobre los flujos financieros internacionales, inversión productiva local y transparencia en la asignación de recursos.

Conclusión

Desde la Reforma del 77 hasta los días actuales, la historia argentina revela un patrón persistente: el Estado subordinado a los mercados financieros internacionales y a actores privados que dictan condiciones, políticas y límites de acción. El tándem Washington-Wall Street no solo financia, sino que gobierna de facto, imponiendo una agenda de ajuste y extractivismo que redefine la soberanía económica y política del país. La financiarización global, lejos de ser un concepto abstracto, se manifiesta en la vida cotidiana de los argentinos: inflación, recortes sociales, endeudamiento y dependencia externa.

La lección para América Latina es clara; mientras los Estados no reconozcan y enfrenten la captura financiera, seguirán repitiendo ciclos de crisis, donde la apariencia de democracia y soberanía es solo una máscara que cubre la subordinación estructural a los intereses globales.

* Director de la Fundación Esperanza y de la consultora Hacer.com.ar. Profesor de posgrado en la Universidad de Buenos Aires y universidades privadas. Tiene una maestría en Política Económica Internacional, un doctorado en Ciencia Política y es autor de seis libros.

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