22 de diciembre 2025 - 13:29

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Las recientes medidas cambiarias y monetarias del Gobierno buscan recomponer reservas y enviar señales de tranquilidad al FMI y a los mercados, pero lo hacen a costa de profundizar un esquema recesivo. Tasas altas, apertura importadora y un mercado laboral cada vez más precarizado delinean un modelo que no cambia su orientación de fondo y sigue acumulando costos productivos y sociales.

Las nuevas medidas buscan acumular reservas y calmar a los mercados y al FMI, pero refuerzan un esquema recesivo, con tasas altas, apertura importadora y mayor precarización del empleo, sin cambios de fondo en el modelo económico.

Las nuevas medidas buscan acumular reservas y calmar a los mercados y al FMI, pero refuerzan un esquema recesivo, con tasas altas, apertura importadora y mayor precarización del empleo, sin cambios de fondo en el modelo económico.

El Gobierno adoptó una serie de medidas de política cambiaria y monetaria que apuntan en lo esencial a acumular Reservas para tranquilizar a los mercados y al FMI, mientras que la reducción de la inflación se conseguiría con una economía con tendencia recesiva, en consonancia con un empeoramiento del mercado de trabajo, entre otros.

El Banco Central informó que desde enero las bandas cambiarias inferior y superior, en vez de ajustarse como hasta ahora, al 1% mensual, lo harán según la inflación de dos meses atrás. Si bien la banda superior (que es la que determina en gran medida las expectativas) no se seguirá atrasando en términos reales, se congela la fotografía actual respecto al tipo de cambio real, es decir, de competitividad con el resto del mundo.

La autoridad monetaria podrá intervenir comprando dólares que ingresen por la Balanza de Pagos, todo un cambio de estrategia respecto de lo que venía ocurriendo. Es una medida pedida por los denominados mercados, que últimamente pusieron el acento en la debilidad del frente externo, presionado por el repago de las deudas y la fuga de capitales. Esta intervención rondará el 5% del volumen operado diariamente en el mercado oficial de cambios, para, según comentan las autoridades, no influenciar el precio del mercado. Pero el BCRA también podrá realizar compras en bloque (suelen ser por montos muy altos), lo cual sí modifica el precio del “libre mercado”.

A su vez, “con el objetivo de continuar reduciendo la inflación, el BCRA mantendrá un sesgo contractivo en la política monetaria asegurando que la oferta monetaria evolucione a menor ritmo de la demanda”. En otras palabras, las tasas de interés al alza que generará esta política serán las encargadas de contener la inflación, dificultando aún más el financiamiento de hogares y empresas, y presionando para profundizar la recesión, que si bien no se nota en los números agregados de las cuentas nacionales, la podemos ver claramente en las alicaídas compras en los supermercados, en el aumento de las personas que viven en la calle, y en varios indicadores del importante deterioro social que se está viviendo.

El presidente del BCRA, Santiago Bausili, expresó que el programa fue consensuado con el FMI. Como ratificación de este comentario, luego del anuncio de las nuevas disposiciones en nuestro país, la vocera del FMI, Julie Kozack, posteó: “Celebramos el reciente acceso a los mercados y las medidas anunciadas para fortalecer el marco monetario y cambiario, reconstituir el colchón de reservas y avanzar en reformas que impulsen el crecimiento” Y finaliza con una clara aseveración: “Estamos colaborando estrechamente con las autoridades argentinas en la implementación de estas importantes medidas”.

En mi opinión, en las políticas comentadas hay un claro sentido de oportunidad, que tiene que ver con la intención de darle un argumento al Fondo Monetario para que en las próximas semanas otorgue el perdón al gobierno argentino por el no cumplimiento de la meta de acumulación de Reservas Internacionales que figura en el acuerdo con el organismo.

Los anuncios no cambian en lo más mínimo el modelo económico, sólo juegan en el margen para tratar de dar mayores certezas a los inversores del exterior.

En materia productiva, los perjuicios siguen acumulándose. Relacionado con ello están los últimos datos de comercio exterior del INDEC, que muestran que en noviembre de 2025 las importaciones se desaceleraron drásticamente, pues aumentaron un 6,6% respecto al año anterior, cuando venían incrementándose en valores de entre el 20% al 40%.

En cantidades, crecieron U$S 349 millones, y resulta interesante cómo se compuso esta variación: las piezas y accesorios de bienes de capital registraron una caída de U$S 167 millones, seguido por los bienes intermedios (U$S 76 millones). Por su parte, las compras externas de automotores crecieron en U$S 207 millones, las de bienes de capital en U$S 122 millones y los bienes de consumo en U$S 176 millones. Estos datos son un claro indicador del efecto de las políticas de apertura importadora que pegan principalmente en la actividad industrial doméstica.

El empleo tampoco se recupera. Según el INDEC, en el tercer trimestre de 2025 hubo una leve reducción interanual de la desocupación (pasó del 6,9% en 2024 al 6,6% en los datos recién conocidos), junto con un exiguo crecimiento del empleo. Pero, según comenta el instituto estadístico, éste último se produjo en un “contexto de caída de la proporción de trabajadores asalariados (de 73,1% a 71,9% de los ocupados) y, en paralelo, de aumento de la proporción de población cuenta propia (de 23,3% a 24,5%). A su vez, para el total de ocupados, se observó un leve cambio en la tasa de informalidad (de 42,6% a 43,3%)”. Es decir, una leve baja en la desocupación a costa de una gran precarización del empleo.

El panorama presentado es una consecuencia directa del modelo implementado, que desprotege a los trabajadores, a las MiPyMEs, a la industria y a gran parte de la población. Nada de esto se modificará por medio de la reforma laboral planteada por el gobierno, más bien lo contrario.

Presidente Partido Solidario

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