La semana dejó imágenes potentes: el apretón de manos del presidente Javier Milei con su par de EEUU, Donald Trump, las promesas de respaldo del secretario del Tesoro estadounidense, Scott Bessent, y el guiño del Fondo Monetario Internacional (FMI). Es comprensible que, en un país exhausto, cualquier gesto de apoyo externo despierte la ilusión de una “calma” hasta las elecciones de octubre.
Salvataje de EEUU: el blindaje no resuelve el fondo
El viaje presidencial a EEUU dejó fotos y promesas de apoyo. Sin embargo, el oxígeno externo no despeja las dudas sobre actividad, reservas y riesgo país: la fragilidad de base persiste.
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El presidente Javier Milei, junto al mandatario de EEUU, Donald Trump, en la reunión bilateral de ña última semana.
Pero si medimos por hechos –y no por discursos–, la Argentina sigue en una zona de riesgo alto: caída profunda de la actividad, consumo deprimido, drenaje de reservas, derrota electoral estrepitosa del oficialismo y un riesgo país que, aun con respiros, refleja fragilidad política. Esa es la foto.
El viaje y la letra chica
El viaje presidencial buscó, esencialmente, un blindaje político y financiero. Lo logró en el plano simbólico: hubo espaldarazos, elogios y la promesa de “todo el apoyo necesario”. Sin embargo, lo sustantivo permanece borroso: ¿cuál es la letra chica? ¿En qué plazos y bajo qué condiciones se activarían los desembolsos? ¿Cuánto de ese eventual oxígeno será realmente nuevo y cuánto un reempaque de compromisos previos? La opacidad no es un detalle; sin reglas claras, el alivio se parece más a una postergación que a una solución.
La pregunta relevante no es si el humor de los mercados puede mejorar de acá a octubre –puede–, sino si ese humor corrige los problemas de base. La respuesta, por ahora, es no. Una economía que ajusta principalmente con deuda externa, sin un programa creíble de crecimiento, inversión y exportaciones, compra tiempo a un costo creciente.
Ya conocemos esa película: los dólares “de emergencia” se diluyen en meses si no cambian los fundamentos. Y el fundamento decisivo es la capacidad de generar divisas de manera sostenida.
Triple tensión política, económica y social
Conviene decirlo sin eufemismos: el llamado “modelo” enfrenta una triple tensión política, económica y social. Política, por su debilidad parlamentaria y su reciente revés electoral. Económica, porque la recesión se volvió más larga y más honda de lo previsto. Social, porque el ajuste pega donde más duele: empleo, ingresos y consumo. Nada de esto mejora porque suba un tuit favorable o caiga el contado con liquidación por unos días.
Frente a este cuadro, la dirigencia opositora tiene una tentación tan vieja como dañina: celebrar la adversidad del Ejecutivo. Es un error moral y estratégico. En Argentina, cuando a un gobierno le va mal, la factura la paga la sociedad, no los políticos.
Nadie debería alegrarse por un salto del dólar o por una corrida: son señales de deterioro que terminan en más pobreza. El lugar para premiar o castigar rumbos es la urna; convertir la crisis en trofeo partidario es miopía de corto plazo.
Qué haría diferencia
Lo que realmente haría la diferencia en este contexto es reordenar prioridades y sincerar el programa:
Primero, anclar expectativas con un sendero fiscal verificable y menos grandilocuencia; el mercado tolera el riesgo, no la incertidumbre permanente.
Segundo, activar un plan exportador pragmático que simplifique regulaciones, reduzca costos logísticos y dé previsibilidad tributaria al sector transable.
Tercero, abrir el crédito para capital de trabajo en pymes orientadas a vender afuera; cada dólar genuino que entra reduce un dólar de deuda.
Cuarto, fortalecer consensos básicos en el Congreso para blindar reformas que no dependan del clima de la semana.
El apoyo externo puede ser útil como puente, nunca como sustituto del piso propio. Si el puente conduce al mismo barranco, solo estaremos aplazando el golpe. La Argentina no necesita una épica nueva, sino una normalidad vieja: reglas claras, disciplina fiscal, instituciones que funcionen y una política que entienda que las crisis no se festejan ni se niegan; se resuelven. Octubre ordenará preferencias. Ojalá también ordene prioridades.
Profesor de la Facultad de Ciencias Empresariales de la Universidad Austral (sede Buenos Aires)
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