12 de septiembre 2020 - 00:00

Los sindicatos y el poder estamental: de Platón a Perón

Tanto en La República platónica como en la Comunidad Organizada, los estamentos se mantienen equilibrados por la figura de un líder fuerte con profunda consciencia de qué es lo bueno y que no.

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Gentileza: Canal Historia y Frases de Perón

Todo camino introductorio a la filosofía suele converger en sus primeros peldaños en la figura de Aristocles, más popularmente conocido como Platón, que, según la conocida historia, vivió en Atenas, entre los años 427 y 347 antes de Cristo y fue discípulo y principal escriba de esa otra gran figura filosófica que fue Sócrates, el aguijón ateniense.

Hasta ahí, los hechos suelen ser medianamente conocidos, incluso por los que no necesariamente dedican su vida al pensamiento filosófico. Lo que no siempre se dice y se describe en su justa medida, es el contexto en el cual este pensador desarrolla su obra y, justamente, qué sentido tiene ésta para el marco social de su época y, lo que es incluso más importante, para la nuestra.

El gran desvelo del joven Platón, es la formulación de un orden social justo, que aleje la tan temida stasis (del gr. στάσις o guerra civil), que permita el desarrollo armónico de la sociedad y lo que era un clásico del pensamiento antiguo: la vida buena. Esta búsqueda no se daba en un contexto plácido para Platón, sino todo lo contrario. Como suele suceder con las grandes ideas que marcan nuestro destino luego, Platón escribe su tan famosa obra, en el marco de varios fenómenos políticos y sociales que terminarían confluyendo en la caída de Atenas y su pérdida de influencia definitiva en el escenario regional de su época. La rebelión de los treinta tiranos contra la incipiente democracia, que llevó a la muerte de más del 5% de la población ateniense, encabezada en parte por su tío materno Critias, la condena y posterior muerte de su mentor Sócrates, decidida por la voluntad popular, la guerra contra Esparta, el deterioro de las tradiciones y el auge de un sistema fundado en la voluntad de riquezas (de las que tanto desconfiaba), entre otros factores, marcaron definitivamente el pensamiento del joven Aristocles y lo llevaron a proponer ese orden social perfecto que se describe en La República.

En ésta, su obra más reconocida, Platón formula un orden social basado en la conservación de tres estamentos inamovibles: el de Los Filósofos, iluminados conocedores de lo bueno que tienen como principal carga pública la guía de los otros estamentos hacia esa vida buena, los Guardianes, especie de garantes de la seguridad comunitaria que deberán dedicar su vida a la protección interna y externa de la ciudad o polis y el estamento productivo, sobre el que Platón pone poca atención y esperanza, y solo invita a la moderación (voluntaria o impuesta) de sus pasiones.

Independientemente de los cientos de miles de consideraciones que han sido realizadas sobre una obra de tal relevancia, a los efectos de este artículo, baste decir que este intento de orden perfecto, basado en la armonía de cada estamento social, donde la paz y el progreso se consiguen en tanto y en cuanto cada cual haga aquello que ha venido a hacer, no se ha perdido con el tiempo, sino todo lo contrario. Aun cuando el mismo Platón abandona la posibilidad de que un orden así pueda ser sostenido, y ya en obras como El Político y Las Leyes, y con la madurez que traen los años, abandona paulatinamente el idealismo y lleva su producción filosófica por el sano camino de la moderación y el pragmatismo (camino que luego continuará su discípulo Aristóteles), ciertos resabios de este orden perfecto y planificado, continúan existiendo al día de hoy.

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El Sindicato Policías provincia de Buenos Aires (Sipoba) se creó en 1989, pero no posee personería gremial. Su integrantes aseguran que la ex ministra de Trabajo, Patricia Bullrich, la firmó, pero que luego fue

El Sindicato Policías provincia de Buenos Aires (Sipoba) se creó en 1989, pero no posee personería gremial. Su integrantes aseguran que la ex ministra de Trabajo, Patricia Bullrich, la firmó, pero que luego fue "adulterada". Ahora, reclaman ante la Comisión Internamericana de DDHH.

La Comunidad Organizada es, tal vez, el libro de cabecera de todo buen peronista que quiera abrevar en las ideas principales que dieron forma al movimiento nacional fundado por Juan Domingo Perón. La lectura atenta de lo que el tres veces presidente argentino propone como un orden justo, tiene fuertes reminiscencias con ese sistema platónico que describíamos sucintamente hace unos instantes. Si bien el propio Perón era profundamente afecto a citar a Aristóteles, lo confesase o no, el realismo aristotélico quedaba inmerso en el campo de la pragmática del método, pero el idealismo platónico no dejaba de estar presente en el horizonte de sus fines.

Los estamentos del idealismo peronistas eran diferentes en composición, pero no en naturaleza. La iglesia, como garante moral, el ejército y las fuerzas de seguridad, como atalayas del orden, los sindicatos, como representantes de los sectores trabajadores, los empresarios, como poseedores del capital y, por encima de todos y velando porque todo en su justa medida y armoniosamente se ordene hacia la vida buena, el poder político, encabezado éste en la figura del Presidente de la Nación, encarnada en el propio Perón.

No es el fin de este artículo hacer una crítica profunda a este orden, ni desde un punto de vista normativo, ético o siquiera fáctico, sino tan solo señalar una particularidad que ha sido olvidada. Tanto en La República platónica como en la Comunidad Organizada, los estamentos se mantienen equilibrados por la figura de un líder fuerte con profunda consciencia de qué es lo bueno y que no. Sin ese líder, el sistema es impensado e incluso inviable.

La República Argentina convive en tal sentido entre dos órdenes con identidad profundamente diferente: aquél formal y contenido en la Constitución Nacional, que reconoce solo tres poderes y procedimientos legales para la conformación de éstos y uno material y fáctico, en donde Sindicatos, el clero, movimientos sociales y diversos otros grupos de presión, sostienen un poder para-democrático, con profunda influencia en las políticas públicas que nos rigen. Esto es algo que todo argentino conoce, pero de lo que rara vez se habla, como esos secretos de familia que es mejor no ventilar, para que nadie se incomode.

Baste decir para concluir este artículo que la convivencia de ambos sistemas ha demostrado su fracaso, no solo en el deterioro paulatino de las instituciones republicanas, sino en el magro desarrollo económico y social de nuestro país. Una constitución de origen liberal y un ordenamiento de poder que en la práctica obedece a un sistema estamental o corporativo, no conviven en ningún otro lugar del globo y, tal vez, eso explique por qué Argentina sigue siendo ese cisne negro que a contramarcha de todo el mundo civilizado, retrocede en lugar de avanzar.

Y a lo anterior, proponemos una reflexión extra: ¿cuán vigente sigue incluso, en su original naturaleza, ese orden corporativo ya sin su mentor presente y con una presidencia cada día más debilitada desde el poder fáctico? ¿Cuán sostenible es ese idealismo platónico peronista, cuando la columna vertebral del movimiento y sus derivados coyunturales, los así llamados movimientos sociales, no responden a un poder fuerte que debe guiarlos al bien común sino que se ordenan por una lógica de apropiación de poder y recursos absolutamente particular?

Preguntas que, como esos secretos de familia, nos vendrán a golpear la puerta, inevitablemente, en la noche en la que parece estar entrando nuestro querido país.

(*) Politólogo, consultor y docente. (@triunfalibertad)

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