27 de abril 2024 - 00:00

Soberanía o dependencia, el dilema de la política de defensa

La compra de los aviones F-16 abre una serie de interrogantes en función del actual contexto geopolítico y las alianzas militares globales.

avion f16

La recuperación de un sistema de avión caza interceptor supersónico para la Fuerza Aérea Argentina, luego de la desprogramación del Mirage en el 2015, resulta fundamental para contar con más capacidades de disuasión, de vigilancia, control y defensa del espacio aéreo. La misma debe satisfacer los lineamientos y prioridades nacionales fijadas por la política exterior y de defensa; y ser congruente con las misiones primarias de las Fuerzas Armadas (defender la soberanía aérea, marítima y terrestre; y repeler la agresión militar estatal externa). Adquirir un sistema de armas tan complejo y estratégico se plantea como una inversión a 40 o 50 años, y no puede escapar a la discusión política sobre qué modelo de país y qué política de defensa se corresponde para la Argentina.

Hoy el escenario internacional plantea desafíos. Las tensiones internas y los conflictos entre países exhiben un contexto de alta incertidumbre que debe afrontarse a través de una política exterior responsable. Los conflictos armados interestatales nuevamente se presentan como protagonistas que reproducen y renuevan disputas y reclamos del pasado no resueltos. La competencia global entre grandes potencias da marco a esta atmósfera que combina distintas dimensiones: la política, la tecnológica, la comercial, la económica, la financiera, la cultural, la medioambiental y la militar. El gasto interanual en presupuestos de defensa en el mundo llegó a su pico máximo en el 2023. Según el Instituto Internacional de Estudios Estratégicos, la inversión superó los 2,2 billones de dólares, un incremento del 9% en relación al año 2022.

Algunos analistas del campo de las Relaciones Internacionales hacen mención a la incertidumbre, a un mundo en transición, a la competencia por la hegemonía entre el occidente y el oriente, a un sistema que se encuentra en plena reconfiguración.

En este mundo está inserta la Argentina con una serie de atributos que la distinguen. Es el octavo país más grande del planeta en cuanto a su extensión territorial. Cuenta con recursos estratégicos como el gas, petróleo y minerales; una hidrovía fluvial por donde circula más del 50% de los granos que se comercian globalmente; acuíferos, glaciares y abundancia de agua dulce; un vasto litoral marítimo y tierras y tecnologías para producir alimentos para más de 400 millones de personas. Tiene una ubicación bicontinental y una proyección natural hacia el continente antártico, siendo además, el primer país en mantener presencia permanente e ininterrumpida allí desde 1904 en la Base Orcadas.

Junto con Chile son los dos países que más cerca están geográficamente del continente blanco y comparten el paso natural bioceánico entre los Océanos Pacífico y Atlántico a través del Estrecho de Magallanes y el Mar de Hoces. La Argentina puede ofrecerle al mundo mucho de lo que necesita y disputa: energía, minerales, alimentos y población formada y capacitada. A su vez, nuestro país ha sido históricamente promotor y protagonista de la paz mundial y del multilateralismo.

Ahora bien, todo proyecto de gobierno, independientemente de la impronta ideológica de su fuerza política, debe y tiene que sostener como política de Estado la causa Malvinas. La Argentina sigue siendo víctima del colonialismo y parte de sus territorios, las Islas Malvinas, Sandwich, Georgias del Sur y espacios marítimos están siendo ilegal e ilegítimamente ocupados y explotados por el Reino Unido.

Una situación global con desafíos para la Argentina

En este contexto internacional y nacional se planifica, diseña y ejecuta la política de defensa, que, como se mencionó, es complementaria de la política exterior. La misma se rige por leyes (defensa nacional, seguridad interior e inteligencia nacional), decretos, resoluciones, y cuenta con un posicionamiento estratégico que la hace defensiva, cooperativa y autónoma. En tal sentido, resulta fundamental entre muchos aspectos, el reequipamiento del instrumento militar. Por ello, el Fondo Nacional de la Defensa -que impulsó el ex diputado y ex ministro de Defensa, Agustín Rossi- se constituyó como una herramienta que permite planificar en el corto, mediano y largo plazo, y dar respuestas a nuevas necesidades o la recuperación de capacidades perdidas de las Fuerzas Armadas.

Por lo tanto, y en relación al reciente anuncio de incorporar el sistema Lockheed Martin F-16 (en sus diferentes variantes es utilizado por 26 países y comprobado en combate) Bloque 15 MLU, introduzco algunos antecedentes que permiten formular interrogantes.

En primer lugar, en 1980 el Consejo de Seguridad de los Estados Unidos publicó el Plan para el Océano Libre, donde sostuvo que “..para el extremo Sud de los tres océanos (Atlántico, Pacífico, Índico) es indispensable contar con el apoyo de Gran Bretaña, quien debe ser nuestra gran aliada en esa área, no solo porque es nuestra amiga más confiable en el orden internacional, sino porque todavía ocupa diversas Islas en el Atlántico sur que podrían convertirse en bases aeronavales..”.

Vale también recordar la “Comisión de Análisis y Evaluación de Responsabilidades en el Conflicto del Atlántico Sur”, presidida por el Teniente General Benjamín Rattenbach (1983), quien en su conocido “Informe” afirmó que las decisiones del gobierno militar “no efectuaron una apreciación y evaluación de la situación mundial con la profundidad necesaria, que permitiera comprender nuestra ubicación en el marco de los acuerdos internacionales.. se sabía que Gran Bretaña y EE.UU. tenían fuertes intereses comunes en la OTAN y que, en caso de conflicto, este último apoyaría en forma ostensible al Reino Unido”.

Unos años más tarde (1996), durante el gobierno constitucional de Carlos Menem, la Argentina incorporó 36 aviones usados A4-AR que compró a los EE.UU., pero por diversos motivos hay un hecho que prevalece: llegó muy poco armamento para dotar con capacidad de disuasión y combate efectiva a dicho sistema. Le recuerdo al lector que tanto la Junta Militar como el gobierno de Menem, por diversos motivos y en contextos internacionales totalmente distintos a los actuales, gozaban de relaciones privilegiadas, o “carnales” como se decía en la década del 90, con los EE.UU.

Los EE.UU. y Gran Bretaña son aliados estratégicos, cuentan con historia e intereses comunes y no se vislumbra que ningún tercer país o condición modifique esa relación, por lo tanto ¿Es razonable pensar que los principios de la alianza de confianza que mantienen no cambian?

La actual Estrategia de Seguridad Nacional de los EE.UU. (2022) fija prioridades sobre las diferentes regiones del mundo, y el Indo-Pacífico se encuentra en primer lugar y Europa en el segundo. Por ello, resulta imprescindible no confundir las buenas relaciones bilaterales que tiene la Argentina con EE.UU. (200 años de relaciones diplomáticas, tercer socio comercial, más de veinte mecanismos bilaterales de distinta jerarquía en materia de defensa y casi el 90% de los sistemas aéreos que opera la Fuerza Aérea son de origen norteamericano), con ser una prioridad. Si la Argentina fuera prioridad, ¿Por qué no ofrecen un sistema más moderno? El sistema F-16 bloque 15 MLU ofrecido a la Argentina tiene más de 40 años de antigüedad y la Real Fuerza Aérea Danesa dejará ese sistema para pasar a operar el nuevo y robusto sistema norteamericano F-35.

Resulta oportuno mencionar que la producción moderna de material bélico de los países occidentales contienen mayoritariamente componentes británicos, y que, el Reino Unido, continúa imponiendo a la Argentina el selectivo “veto” para la compra de equipamiento militar. La decisión de adquirir los F-16 Bloque 15 MLU evidencia un alineamiento irrestricto, pero ¿Cuál será la implicancia del alineamiento irrestricto manifestado por el gobierno de Milei? ¿Logrará sortear el gobierno la histórica dificultad en la relación con el Reino Unido por el llamado “veto” y propiciar la adquisición de equipamiento moderno?

En segundo lugar, todo sistema que se incorpore debe cumplir con lo establecido en la vigente Directiva de Política de Defensa Nacional (Decreto 457/2021), que, como se mencionó, determina el posicionamiento estratégico de nuestro país siendo: defensivo y orientado hacia el fortalecimiento de la capacidad de disuasión; cooperativo que promueve la interoperabilidad y cooperación con otros países amigos (fundamentalmente de la región); y autónomo, que permite cumplir con sus misiones sin depender de un tercer país. Teniendo en cuenta los antecedentes de la histórica relación estratégica entre los EE.UU. y Gran Bretaña ¿Es factible pensar que nos dotaremos de una efectiva capacidad de disuasión teniendo ilegalmente en las Malvinas una poderosa base militar británica que funciona en red con la OTAN? ¿Las Fuerzas Armadas Argentinas podrán operar este sistema con plena autonomía?

En tercer lugar, sistemas de esta naturaleza son caros, tanto para su adquisición como su operabilidad y su sostenimiento logístico; por ello siempre es recomendable, y más aún dado el contexto económico y social del país, que su incorporación se pueda pagar con financiamiento a largo plazo y a tasas de interés acordes. Más allá del denominado “grant” por 40 millones de dólares que otorgaran los EE.UU. para la modernización: ¿Hay un plan de financiamiento para esta adquisición que en su totalidad supera los 600 millones de dólares? El Decreto 315/2024 autoriza al Ministerio de Defensa la adquisición de las aeronaves, y establece que si hay controversias con el contrato serán resueltas mediante el Instituto Danés de Arbitraje con sede en Dinamarca ¿Favorece esto a los intereses nacionales en caso de existir controversias?

Como dice el exministro de Defensa Jorge Taiana, el siglo XXI para la Argentina estará signado estratégicamente por la proyección hacia el Atlántico Sur. Por eso en nuestra gestión en el Ministerio de Defensa (2019 a 2023) planificamos acorde a las leyes y normas para reforzar la presencia en el sur, y entre otras medidas, incorporamos aviones Pampa III en la X Brigada Aérea de Río Gallegos que desde 1996 no contaba con aviones de combate; instalamos un nuevo radar en Río Grande para potenciar la vigilancia y control; mejoramos la interconexión del territorio continental con la Isla de Tierra del Fuego a través de vuelos diarios de la aerolínea de fomento LADE; instalamos una nueva dotación militar en Tolhuin; se iniciaron las obras de la base integral naval de Ushuaia para que sea administrada exclusivamente por las Fuerzas Armadas Argentinas y, se inició la refacción de la Base Petrel en la Antártida, con diseño y fabricación de Tandanor, lo cual permitió que la misma pase de temporal a permanente. Todo ello acompañado por la jerarquización del salario militar. No olvidemos que en el Atlántico Sur los ingleses no están dispuestos a ceder su ilegal ocupación, ni a reconocer los legítimos derechos argentinos de ejercer la soberanía sobre lo que nos pertenece.

Visto el dinámico y tensionado contexto internacional es fundamental contar con Fuerzas Armadas equipadas y adiestradas para defender la soberanía del pueblo y del país. Resulta imperioso que la política de defensa nacional no sea ni un apéndice de la dependencia.

Francisco Cafiero es exsecretario de Asuntos Internacionales para la Defensa

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