En la gestión de Milei más que prevalecer la mano invisible del mercado aparece la mano visible de Federico Sturzenegger, el nuevo ministro de “Desregulación y Transformación del Estado de la Nación Argentina”. Sturzenegger fue uno de los principales artífices del mega DNU 70/23, la rechazada Ley Ómnibus y la finalmente consensuada Ley Bases. Es decir, desde diciembre que el flamante economista forma parte de este gobierno aunque disfrutó de un semestre sin firma y sin responsabilidades legales. Ahora designado, Milei es el cuarto Presidente a quien acompaña luego de haber sido funcionario de Menem, De la Rua y Macri.
Sturzenegger, otra vez el verdugo del estado argentino
Milei es el cuarto Presidente a quien acompaña luego de haber sido funcionario de Menem, De la Rua y Macri.
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Federico Sturzenegger.
Recordemos que con Mauricio Macri fue Presidente del Banco Central, y se lo recuerda por la brutal desregulación cambiaria y financiera que llevó a que por entonces las LEBACS produjeran los “super martes” donde los peso salín de las letras del BCRA para ir al dólar y alimentar las corridas que generaron el escenario propicio para que Macri, luego que Caputo fracasará en el roll-over de la deuda en el sector privado, acudiera nuevamente al FMI.
Pero ahora, como si esa experiencia de desregulación hubiese sido exitosa, se creó un ministerio con el objetivo de destruir las capacidades del sector público. Curiosamente creó más burocracia siendo que supuestamente vino a combatirla. Su destrucción empezó hace décadas.
Según dejó trascender, al parecer prepara un nuevo decreto presidencial con el objetivo de eliminar 60 organismos estatales. Lo desconcertante es que muchos son en realidad sostén de la actividad privada y comercial, me refiero a la Comisión Nacional de Valores (CNV), al Instituto de la Propiedad Industrial (INPI) o al Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria (SENASA). Otros son esenciales para la actividad humana y la circulación a lo largo y ancho del país como el Instituto Geográfico Nacional (IGN) o el Servicio Meteorológico Nacional (SMN). Y otros son esenciales para la vida como el Instituto Nacional Centro Único Coordinador de Ablación e Implante (INCUCAI). Así, la apología del Estado mínimo se complementa con la idea del caos y el anarquismo, donde rige la ley de la selva: se impone el más fuerte, el que más plata y poder tiene, el que no necesita de ninguna regulación.
La alternativa Justicialista
Frente al experimento socio-político que significa para la Argentina el gobierno de Milei, resulta indispensable definir (para divulgar y defender) el modelo económico y político que necesita nuestro país. Por eso, quiero destacar un libro del cual participé y estaremos presentando el próximo día martes 30 de julio a las 18hs en el Instituto Patria (Rodriguez Peña 80, CABA). Se titula “Los tres modelos en disputa. La economía justicialista, el desarrollismo y el neoliberalismo financiero” cuyos compiladores son Santiago Fraschina y Lucas Gobbo. Allí van a encontrar 8 ensayos que analizan experiencias previas de gobierno, contrastando las virtudes del modelo justicialista frente al resto. Y a su vez, se proponen políticas para establecer su actualización a un contexto muy diferente.
Hay una idea clave que expone Santiago Fraschina y me parece central para el contexto en que nos encontramos, y en miras a la discusión que continúa sobre el régimen de grandes inversiones: “No es cierto que el justicialismo sea anti-empresa o que no busque que se desarrollen inversiones privadas. Todo lo contrario, el modelo justicialista busca que los distintos sectores de la economía se desarrollen y crezcan. El problema es que no considera que esto debe suceder a costa del pueblo trabajador, sino junto al pueblo trabajador. El modelo justicialista cree en el pacto social entre quienes producen, quienes trabajan y el Estado, como 3 patas de un sistema que pueden generar un desarrollo con inclusión que se sostenga en el tiempo. ”
A lo largo del libro se desarrolla entonces la mirada justicialista sobre las relaciones comerciales con el mundo, relación estado y mercado, sobre la ciencia y la tecnología, sobre las finanzas, las empresas públicas, el modelo agropecuario. Y quiero resaltar, como lo hago allí, la actualidad de la doctrina peronista que nos permite orientar la respuesta a preguntas que surgen frente a la reconfiguración del sistema capitalista global. En ese sentido, la autora italiana Mazzucato (2022) en su reciente aporte sobre América Latina, señala que la idea es “replantear el papel del Estado, no como reparador de las fallas del mercado, sino como configurador capaz, competente y seguro del mercado”, y aquí el peronismo y los 12 años de Néstor y Cristina nos dan buenos ejemplos y señalan el camino de cómo ser puede el Estado impulsar el mercado y la sociedad en sí misma. Podemos mencionar la política peronista (y por ende kirchnerista) de la energía nuclear, de la industria satelital, de la red de infraestructuras que permite el crecimiento del entramado industrial o el direccionamiento de empresas estratégicas como YPF.
Quizás porque sabemos que la dicotomía de Estado o Mercado es falsa, es que nos duele tanto la destrucción del Estado que lleva adelante Sturzenegger con Milei. Lo que menos necesita la Argentina es la destrucción de organismos, instituciones, ministerios u oficinas que permitan buscar y generar consensos. El experimento de Milei excede al neoliberalismo financiero pero profundiza sus principales amenazas. No necesitamos eliminar instituciones, canales de diálogo por el contrario debemos mejorarlos, aumentar su transparencia y generar las condiciones para que una burocracia profesional empuje el desarrollo de las empresas y la mejora en la calidad de vida de los argentinos y las argentinas.
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