14 días pasaron sin que Kirchner hable de Macri
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Román Riquelme, Mauricio Macri, Néstor Kirchner, Daniel Filmus y Cristina Kirchner.
Sólo en el no reconocimiento de los errores se explica el encono para despotricar sistemáticamente contra el adversario, apenas concluidos los comicios. Como el festejo magno por haber vencido a un atrevido histrión de Villa Crespo (Jorge Telerman), apenas conocido hace un año en los circuitos under. O los preparativos para la celebración por estar retrasados 20 puntos (quizá menos, quizá más) el próximo domingo. El impacto de la derrota se determinó hace ya 14 días, cuando Kirchner debió abandonar su inflamada verba, el amarillismo y la campaña policial, olvidarse en fin de hablar de Macri en sus apariciones públicas, tan sólo porque las encuestas le alumbraron su peor noticia: cuanto más insultara al candidato, más ascendía éste en las encuestas. Terrible dato para un ciudadano común, más doloroso para un mandatario dionisíaco que durante tres años sólo recogió abrumadoras adhesiones y cuya voz, pensaba, era suficiente para segar la hierba en cualquier terreno.
Y desde que se apagó, su apagado dúo Filmus-Heller recuperó una perdida tasa de interés en el mercado frente a Macri- Michetti (a propósito, ¿es cierto que apareció cierto celo de cartel francés del hombre con la mujer?). Insuficiente, claro, para llegar a la orilla; suficiente, en cambio para verla. La equivocación, entonces, había sido triple. Y, a manos de alguien no querido que, además, se resiste a cualquier protagonismo o confrontación (por más que se justifique en que esa actitud rinde), quien se tapó con la frazada por la probable hipotermia climática, casi un amarrete técnico de fútbol que apostó a defender el dos a cero mientras arrecia el vendaval. Cuando la oposición brama para que triunfe por goleada. Alguien que por segunda vez se niega a postularse a la presidencia, prefiere la módica estrella porteña, cuya parálisis hasta le impidió pegar carteles (sólo se ven los del día después, «Gracias, Pro»), padeció faltas propias (una declaración quizás inoportuna sobre la necesidad de subir impuestos), ajenas (el derrumbe del falso ingeniero Blumberg) o la mínima inteligencia para responder la inasistencia a un debate de menor categoría. Alguien que, en fin, máximo referente de la oposición y categórico vencedor de la hegemonía oficial, hace 48 horas -como supremo esfuerzo de competencia contra el gobierno- lo que exige es «una entrevista con el Presidente». Contra ese personaje de quietud delarruista, demasiado ingeniero tal vez, perderá Kirchner este domingo.
Lo que obligaría a una reflexión elemental frente al espejo de la Casa Rosada: ¿algo se ha hecho mal? Inclusive, en estos tiempos donde todo juega a favor. Pero lo cierto es que la palabra presidencial está bajo sospecha -al menos, frente a Macri-, el matrimonio ya no viaja a Río Gallegos los fines de semana y no por razones presupuestarias (dicen los malidicentes que no volverá más, que alquilará la casa), el Frente para la Victoria no ganó en ningún distrito (aunque haya colado diputados en todas las listas), se adquieren impune y tristemente voluntades en el mercadeo de la Salada (ex telermanistas sin nombre, por ejemplo) y el delfín político e ideológico del santacruceño termina siendo Daniel Scioli en la provincia de Buenos Aires, quizá con más votos que la propia Cristina. ¿Es esto lo que soñaba Kirchner? Ni en las pesadillas.
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