Cada día se extiende más la presunción de que los conflictos que el gobierno instala en los diarios amigos, a través de sistemáticas operaciones de prensa en las que se tira la piedra y esconde (más o menos) la mano, son la instancia previa a un acuerdo público y explícito con el destinatario de la queja. Las relaciones con Eduardo Duhalde, con el Fondo Monetario Internacional, con la Curia romana o con el gobierno de los Estados Unidos («A Bush lo voy a dejar knock out») están signadas por esa dinámica de golpear para negociar. Vandorismo puro, del que le gusta a «Bombón» Mercado, el cuñado presidencial.
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Si la exaltada retórica del conflicto que instaló Rafael Bielsa en los diarios es el preludio de un abrazo entre Néstor Kirchner y Luiz Inácio Lula da Silva, convendría que el canciller se apresure, antes de que comience la paz, a incluir en su demanda todos los rubros del malentendido. No vaya a ser que a la semana siguiente del acuerdo deba reabrir la herida.
Es lo que puede ocurrir en aproximadamente 15 días. Kirchner confirmó ayer su viaje a Brasil para la semana próxima, cuando se celebre allí la cumbre de países árabes con países de Sudamérica. Una vez que regrese a Buenos Aires, es probable que deba enfrentar una crisis ligada no a las fantasías de liderazgo que pueden embriagar a Itamaraty sino a la más pedestre crisis energética. En efecto, el sistema eléctrico argentino tal vez deba importar electricidad desde Brasil, pero en ese país están pensando en contestar con una negativa. Sería una actitud simétrica a la que adoptaron en Buenos Aires cuando, obligados por la baja generación hidráulica, los brasileños reclamaron que les vendieran energía eléctrica desde la Argentina.
Los expertos que vienen evaluando las posibilidades de un mal trance energético en el país aducen que éste no se producirá por falta en la oferta de gas. A tal punto que los compradores chilenos podrán estar tranquilos con la provisión de ese combustible este año. En cambio, el mercado interno no podrá festejar de la misma manera y no por falta del hidrocarburo sino por restricciones en la capacidad de transporte.
Esta limitación afecta a las centrales de generación eléctrica de ciclo combinado, es decir, las que consumen gas. Los pronósticos anuncian que en el pico de consumo local habrá una demanda de 16.000 mW/hora. Si las dos usinas nucleares estuvieran en funcionamiento, allí se podrían proveer 1.000mW. Otros 2.000 se generarían en plantas que consumen fueloil, a un precio significativamente más caro. Con buen nivel de agua en los ríos, habrá 7.000 mW derivados de la producción hidroeléctrica. Para completar el resto, 6.000 mW, se requiere de un gas cuya provisión no está asegurada. Por eso la necesidad de importar energía eléctrica desde Brasil es un hecho. Lo que no es un hecho es que los brasileños quieran vender.
Este año, en medio de la enorme sequía brasileña, la secretaría de Energía prohibió a la empresa Endesa ( operadora de Central la Costanera) cumplir con los contratos suscriptos con Brasil. El caso irritó sobremanera a la ministra de Minas y Energía, Vilma Roussef. No sólo porque esa restricción complicaría más el «apagón» del sur brasileño. También porque Roussef es candidata a gobernadora en el Estado de Rio Grande do Sul, adonde iba destinada la energía. La ministra del PT estuvo en Buenos Aires exclusivamente para analizar el contrato que se había suscripto. Ahora, cuando la economía argentina demande más electricidad, será imposible ir en busca de ella a Brasil. Esto puede suceder en escasas dos semanas. Sería una pena que los presidentes, que se encontrarán en pocos días, no lo aclaren de antemano. No vaya a ser que falte la energía brasileña y Kirchner lo interprete como una venganza conspirativa por las declaraciones de su expansivo canciller.
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