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El dúo
productivo
Raúl Alfonsín
y Eduardo
Duhalde
reapareció
como en julio
de 2001 (lo
recordó el ex
presidente
interino) en
un acto de
homenaje a
otro productivo,
Rogelio
Frigerio.
Alberto Balestrini se queja, además, en voz alta -como lo hizo el viernes en un acto sobre turismo en La Rural- de las manipulaciones en nóminas desde la Casa de Gobierno y repite que Alberto Fernández no tiene que meterse más en la provincia de Buenos Aires: «No gana nunca una elección en la Capital y se anda metiendo en lo que no sabe». Esto porque les llega a los intendentes y candidatos PJ la bronca de abajo que se sintetiza en el lema: «Hasta Daniel bancamos; para arriba, háganse cargos ustedes», es decir que están amenazando con un corte de boletas para perjudicarla a Cristina.
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Por esa bronca explican en el gobierno el discurso de Eduardo Duhalde el viernes en el Concejo-Deliberante, adonde relanzó junto con Raúl Alfonsín el Movimiento Productivo Argentino. Con tanto descaro lo hizo que recordó que lo habían creado en julio de 2001, cuando todos creían que ellos competían en las elecciones para el Senado. Dijo que es inconcebible que la Argentina no tenga un Ministerio de la Producción y que sólo Brasil y Chile han entendido que hay que industrializar el país. Anunció que se va a abrir una sede del MPA en la Capital Federal con un aula que se va a llamar... «Rogelio Frondizi» -era en un homenaje al Tapir-, un blooper del discurso que no enmendó. También recordó que había sido vicepresidente de Menem, y que con Beliz habían escrito el libro «La revolución productiva», siguiendo las ideas de Frigerio. Juntó a todos los enemigos de Kirchner en un solo discurso ya de campaña. Sale a agrupar a todos los heridos de este cierre, que incluye a algunos kirchneristas como Dante Dovena, a quien le frenaron candidatos porque andaba difundiendo un llamado «plan Ruckauf» que consistía en crear un frente anti-Scioli para acotarle la expansión y hasta amenazarlo con un desplazamiento si se corría del kirchnerismo cuando fuera ya gobernador. El propio Kirchner mandó a desbaratarlo y la víctima fue Dovena, que, a lo Eduardo Arnold, debe terminar tranquilo los años de mandato que le quedan antes de irse a su casa.
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Mucha chunga entre la militancia por las presiones de Alicia de Kirchner para imponerlo a Carlos Castagneto como candidato kirchnerista a intendente para pelearlo a Julio Alak. Las razones son personales ya que se le atribuye al actual funcionario de Desarrollo local y candidato a intendente de La Plata una relación especial con Alicia Kirchner, y movió a Néstor para que le dieran los avales de la Casa de Gobierno. Un maestro, este Castagneto: penetró al ministerio como «Chichi» Doga en tiempos de Eduardo y Chiche Duhalde. Desde entonces, y aun con Alicia, sigue manejando la caja.
Kirchner, antes del cierre, avisó por teléfono a La Plata: «Cuídenlo a Castagneto». Alicia sufre todavía que la desplazasen de la candidatura santacruceña, que tuvo una sola razón, la baja expectativa de votos en Río Gallegos, adonde el voto opositor crece cuando ponen el nombre de ella. Un dato: en Río Gallegos los opositores empezaron a ganar cuando dejó la intendencia Kirchner; ¿no pasará lo mismo con la presidencia?
Alberto Rodríguez Saá explotó esas debilidades en su incursión por Santa Cruz del sábado y encantó a sus seguidores con un discurso que empieza así: «Pregunté en el Senado por ella, y no estaba; pregunté en la provincia de Bs. As., tampoco estaba; la busqué acá, tampoco la encontré. Me dice que está en Alemania adonde fue a decirles a los alemanes que traigan plata a la Argentina. ¿Qué le contestaron? La vamos a llevar cuando ustedes lleven la plata a la Argentina. Me pregunto: ¿qué han hecho ustedes los santacruceños de malo para que no quieran traer la plata acá?».
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