Despacio y con cautela, Macri prepara el lanzamiento porteño
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• Convicción
«Nosotros no vamos a empujar a Ibarra». No es bondad, tampoco compasión hacia el frentista lo que lleva a los macristas a machacar con esa postura. Sino la convicción de que cualquier movimiento en falso, con Kirchner e Ibarra al acecho para tatuarle en la frente el logo de desestabilizador, podría costarle caro. Pero, además, porque presumen que la debacle de Ibarra llegará por la vía judicial, no política. El viernes 4 de febrero, la jueza de la causa Cromañón, María Angélica Crotto, levantaría el secreto de sumario y podría implicar un golpe duro para el jefe de Gobierno. Otro más luego del embargo que dictó sobre sus bienes. Crotto parece, hasta ahora, una figura difícil de digitar. Fue quien ordenó desalojar la Comisaría 24ª de La Boca cuando la tomó Luis D'Elía y quien, más tarde, imputó a Norberto Quantín y Héctor Campagnoli por desobediencia a la Justicia cuando ambos eran funcionarios de Kirchner. Salvo su pertenencia a la «familia judicial», una tomografía de Crotto no revela ningún padrinazgopolítico claro que la haga permeable a la influencia del gobierno. Si la tendencia que marcó hasta ahora se profundiza, el futuro judicial de Ibarra será sombrío. Y la ley porteña pone un límite: con un procesamiento firme, Ibarra debería dejar la Jefatura de Gobierno. Aun sin llegar a ese extremo, Macri concibe que la pendiente en que entró Ibarra es irrevocable y que Kirchner, más tarde o más temprano, lo librará a su suerte cuando el costo de sostenerlo imante maldiciones sobre la Casa Rosada.
Pero su candidatura en Capital, que será a primer diputado nacional -jamás se imaginó como legislador porteño-, abre una brecha. Triunfar en la ciudad, donde además de Ibarra se desdibuja Elisa Carrió, no es suficiente. Para consolidar un esquema nacional cree imprescindible batallar con chances en la provincia de Buenos Aires. Todavía no pudo balancear ventajas y perjuicios de un eventual pacto con Ricardo López Murphy, declarado candidato a senador por Buenos Aires, que en los últimos días lo abrumó con mensajes seductores.
Dentro del macrismo conviven tres posturas: una -la menos probable-sugiere no participar, otra -muy condicionada-alienta un acuerdo con Recrear en el megafrente que propone el economista y la tercera -que colecta más respaldos-sugiere ir con lista propia. El problema, en este caso, es encontrar un candidato que trajine la provincia y garantice un éxito electoral relativo. Macri tiene un nombre y lo sondeará en pocos días en Mar del Plata: el médico y legislador Eduardo Lorenzo Borocotó. En la elección para jefe de Gobierno porteño de 2003, la lista que encabezó
Borocotó con Santiago De Estrada -Frente de la Esperanza Porteña-, boleta periférica del macrismo, casi muleto, le ganó por 30 mil votos, 10%, a la oficial de Compromiso para el Cambio. Borocotó es, además, uno de los «extrapartidarios» que Eduardo Duhalde manda a medir a sus encuestadores en forma recurrente. Su performance en Buenos Aires, siempre en el universoteórico y proyectivode los sondeos, es positiva. Una razón para que Macri lo suba a la ronda de campaña que en febrero, con menos estruendo que lo planificado antes de Cromañón, hará por la costa atlántica. El ensayo Borocotó, de todos modos, no anula un posible entendimiento con López Murphy. Pero por ahora, Macri no parece dispuesto a avanzar sobre ese punto.
• Escollo
Al margen, Buenos Aires aporta otro ribete espeso a la estrategia macrista. Con el régimen de internas vigente en la provincia -que Duhalde y Solá coinciden en cambiar, pero cada cual a su modo-, entre marzo y abril Macri deberáblanquear cómo jugará en ese distrito.Su condición de candidato múltiple (en definitiva, a pesar de encabezar una lista en Capital hará campaña en Buenos Aires y otras provincias) le pone un escollo: antes que sus rivales deberá tomar definiciones cuando el calendario electoral porteño todavía no se lo exija. No será, sin embargo, el único frente en el que tendrá que incursionar. Aunque bastante, Capital y provincia (aliado o no a López Murphy) no son suficientes para perfilar un espacio de vuelo nacional, por lo que Macri busca abrir franquicias de Compromiso para el Cambio en un puñado de provincias. En Córdoba observa un «vacío» del centroderecha que dejó Germán Kammerath. En Santa Fe lo endulza la desaparición de la ley de lemas, que, supone, obligará a abroquelarse a sectores antes dispersos -como es el caso de la UCeDé, cuyo titular nacional, Carlos Castellani, tomará contacto con Macri la semana próxima-. Además, podría fisurar al PJ arrojando a sus brazos a algunos peronistas. Ausculta, al mismo tiempo, lo que pasa en Entre Ríos -donde tiene un grupo propio-y Corrientes, provincia desde la que le envían mensajes amistosos que Macri responde con igual beneplácito, de los autonomistas.
Mucho para hacer. Pero sin apuro, meticulosamente.
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