Grave: protesta boliviana con cantos antisemitas
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«Nosotros hacemos las prendas, y el pago justo es el 20% del precio de cada una, y ellos nos pagan muchos menos. No hay un control como corresponde», explicó Carlos Vargas, quien manifestaba por recuperar su empleo.
La protesta complicó además el tránsito. Los empleados bloquearon las calles con carteles que afirmaban «Aquí no hay esclavos, hay trabajadores», para tratar de desmentir las acusaciones del presunto trabajo esclavo.
En medio de banderas y carteles de todo tipo, los ciudadanos bolivianos buscaban cada cámara, cada grabador de periodista que se acercara al lugar para intentar explicar su situación. Clara Guiñez -vecina de la zona y «argentina» (quiso enfatizar un boliviano para darle mayor importancia a su queja)- afirmó que los «vecinos bolivianos viven una pesadilla, y las declaraciones de ese señor por Gustavo Vera, de la Asociación de Costureros, quien denunció el presunto trabajo esclavo en los talleres textilesson falsas, ellos no viven en una situación de esclavos». «Anote señor, es argentina», reclamaba el boliviano.
Mezcla de miedo y bronca. Los mismos bolivianos buscan un mejor trato y mejores pagas por el trabajo «precario» que realizan cada día, pero sin embargo, sienten temor a no recuperar su empleo. Muchos de ellos vivían con sus familias en los mismos talleres donde desempeñaban sus labores, al lado de las máquinas.
En la marcha dejaban saber que no quieren abandonar lo que les da de comer todos los días: «Necesitamos el dinero. Tanto japoneses como judíos deberían pagarnos mejor y deben entender que muchos de nosotrosdependemos de esto para poder alimentar a nuestros hijos», explicaba Ricardo Pérez.
Las autoridades lanzaron una ofensiva para combatir a quienes dan empleo en malas condiciones. Se calcula que 160 de los 1.600 talleres que emplean a bolivianos son fábricas textiles clandestinas donde trabajan 4.000 personas en condiciones de esclavitud.
El lunes pasado, cerca de dos mil bolivianos repudiaron la denuncia radicada por el responsable del comedor comunitario, Gustavo Vera, en el Palacio Municipal y en el Parque Avellaneda sobre la existencia de trabajo «esclavo».
Las inspecciones por parte del Gobierno porteño comenzaron a realizarse luego de que se incendiara una fábrica clandestina de ropa en el barrio Caballito, donde murieron seis bolivianos, entre ellos, cuatro niños.
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