27 de enero 2003 - 00:00

Intimidad no contada de los peronistas en Lanús

El viernes, la línea Duhalde, dentro del Partido Justicialista, realizó en dependencias del club Lanús una continuación del congreso justicialista que había iniciado en noviembre. En el primero se votó hacer una interna partidaria el 23 de febrero y pasó a cuarto intermedio. El viernes, se reabrió y anuló esa convocatoria adoptando 5 resoluciones: 1) no habrá interna del PJ para elegir fórmula presidencial, «por única vez»; 2) se autoriza a los afiliados Carlos Menem, Néstor Kirchner y Adolfo Rodríguez Saá a concurrir a la elección presidencial del 27 de abril próximo con sublemas del propio Partido Justicialista, algo que no permite el actual Código Nacional Electoral; 3) modificar esa actual Ley del Código Electoral para permitir sublemas, algo que requiere el mayor esfuerzo legislativo porque demanda mayoría calificada, o sea, la mitad más uno de los miembros de cada Cámara. En consecuencia, 129 diputados -sobre un total de 257- y 37 senadores; 4) si la Justicia impide eliminar las internas por el congreso del partido y si no se alcanzan los votos para cambiar la ley del código vigente, o si logrado esto, fuera declarado anticonstitucional, se crea un consejo de notables del partido de 37 miembros que designará fórmula única entre las que encabecen Menem, Kirchner y Rodríguez Saá; 5) se pasó de nuevo a cuarto intermedio, o sea, que podrá volver a reunirse el congreso y aprobar la fórmula que le propongan los notables del partido. Doscientos cuarenta y cuatro congresales bonaerenses más los de Entre Ríos de Jorge Busti, los de Formosa que responden a Gildo Insfrán y los de Jujuy de Eduardo Fellner bastaban para dar el quórum en cuarto intermedio (525 congresales). Cuando se logró, se sumaron los de Carlos Menem para hacer oír su voz pero sin posibilidad numérica de evitar aprobar los 5 puntos base del proyecto duhaldista. No aprobaron los de Reutemann -su posición es hacer internas partidarias, como Carlos Menem-; los de Córdoba, que se abstuvieron aunque su líder De la Sota dijo que «sólo con votos se debe mandar a alguien (Menem) a la casa»; los de Salta de Juan Carlos Romero; los de Misiones de Ramón Puerta, que proponen una variante tipo Conte Grand a sancionarse por ley: pueden ir varios candidatos de un partido pero a un ballottage pasa el mejor de cada partido (aunque el segundo más votado esté en el mismo partido que el primero).

• La organización del congreso peronista que se realizó en Lanús, el viernes, fue digna de una fuerza que está en el gobierno. Sin demoras los delegados se fueron acreditando y se les daba una ubicación como si se tratara de una reunión de las Naciones Unidas. Pasado el primer control, sin embargo, se iba ingresando en un cuello de botella, sobre todo por la minuciosidad que ponían los escribanos para establecer la personería de los noduhaldistas. Sin embargo lo que daba una idea de la eficiencia logística de esa asamblea fue la sesión misma. De los dos micrófonos, uno solo funcionaba como la gente. El otro tenía problemas de volumen. Curiosamente, el que andaba era el del sector duhaldista y el de los menemistas estaba enmudecido. Lo mismo pasaba con las cámaras de TV, sobre todo las del canal de cable TN del monopolio «Clarín»: sólo tomaba los discursos favorables al gobierno.

Antes de que se iniciara la discusión el presidente del Congreso, Eduardo Camaño, llamó a una negociación en una oficina del segundo piso del miniestadio. Allí se reunieron el propio Camaño, José Pampuro, Juan Carlos Mazzón, Rubén Marín, Ramón Puerta, Juan Carlos Romero y Adrián Menem. En ese encuentro se resolvió, en la práctica, el funcionamiento del congreso para que no hubiera agresiones ni insultos. Se podría decir que todo lo demás fue una mise en scène de ese conciliábulo. Los menemistas castigaron, de todos modos, con el problema de la ilegalidad de la asamblea, a partir del fallo de María Servini de Cubría. Camaño se defendió, con el argumento de que habían apelado el pronunciamiento esa mañana. Ocultó el quilmeño lo que sabían todos los duhaldistas: él quería suspender el congreso, tal como lo sostuvo el jueves por la tarde en una reunión de emergencia en la Casa Rosada. Pero el cónclave se realizó por orden expresa de Eduardo Duhalde desde Davos, quien ordenó seguir adelante «cueste lo que cueste».

• A propósito de Duhalde, el Presidente siguió el congreso de Lanús en tiempo real, durante todo su desarrollo. El encargado de mantenerlo informado de cada resolución y cada discurso fue su secretario general, el oncólogo José Pampuro. Si bien Duhalde mandó desde Suiza llevar adelante las resoluciones adoptadas sin mayores miramientos, cuando terminó la asamblea conversó con los suyos sobre otra vía de acción: la necesidad de llegar a un mínimo acuerdo interno. «Hablen con los demás sectores a ver si podemos zafar de lo que digan los jueces» le ordenó al oncólogo.


Carlos Menem esperó a sus congresales en el Hotel Presidente. Había seguido las alternativas de la asamblea desde un country. Una vez en su suite, con todo terminado, se encerró con Romero, Marín, Alberto Kohan, Adrián Menem, Alberto Pierri y Eduardo Bauzá. Le informaron el resultado de Lanús. Kohan y Bauzá salieron mal parados: los dos habían creído en la posibilidad de un acuerdo con el duhaldismo, sobre todo el primero que avaló los movimientos de Miguel Angel Toma en la Capital para una supuesta lista de unidad. Concluido ese pequeño cónclave, Menem habló ante una treintena de congresales que estaban esperándolo en el hotel. «Duhalde, tal como se está moviendo, es Saddam Hussein», dijo. Lucía enojado el riojano, aunque en la intimidad disfrutara: «Duhalde clausuró la política con lo que hizo hoy; todos van a venir con nosotros en adelante». Se basaba en algunos datos. Alberto Tell, por ejemplo, le había comentado que los cabecillas de varios distritos que votaron las consignas del duhaldismo confesaron por lo bajo que «en las elecciones estamos con el Turco». A propósito de Tell, tuvo un enfrentamiento verbal durísimo con José María Díaz Bancalari, el mayor «gurka» del duhaldismo, quien se sometió al sosegate del jujeño sin levantar la vista del piso.

• El que sí alzó la voz fue Lorenzo Pepe, el diputado que encabeza la corriente rosa del duhaldismo bonaerense (siempre será un misterio por qué los partidos o los sindicatos eligen determinados colores para sus listas). Pepe gritaba como un desaforado para despedir a los menemistas cuando decidieron abandonar el congreso: «Que se vayan, ¿qué tenemos que ver con Bush?». Miguel Angel Toma, a quien llaman «nacido el 4 de julio» por su inclinación pro norteamericana, se mostró muy contrariado con esa expresión. Tanto que hasta le llamó la atención. Toma, que había negociado con los menemistas porteños la posibilidad de que ese distrito se abstuviera de acompañar los designios de Duhalde, fue uno de los más enardecidos defensores de la postura oficialista en Lanús. Tanto que desató la indignación de Mariano Mera Figueroa, hijo de Julio, el fallecido ex ministro del Interior de Menem: «Traidor» lo llamó Mera en su discurso.

• En cuanto a las alocuciones, hubo un par que llamaron la atención de todo el mundo. Una fue la de Carlos Soria, cuyo énfasis sobresalió por una razón sencilla: a todos los que encontró en su camino antes de tomar el micrófono les confesó que «no sé cómo voy a hacer para defender todas estas barbaridades». Hablaba de los deseos de Duhalde, claro. La otra fue la de Alejandra Oviedo, riojana que sensibilizó sobre todo a las mujeres por su defensa del voto popular y la participación de los afiliados. Contundente la Oviedo, que aprovechó bien una resolución insólita de los Duhalde: que se suspendan las internas a pedido de alguien que apenas figura en las encuestas como Néstor Kirchner.

La señora de Kirchner, también tuvo notoriedad, como siempre. Cada vez que tomó el micrófono inquietó a Camaño. Predispuesta a disentir y criticar a mansalva, todavía no advirtió que pasó a ser oficialista y no opositora, como siempre. Ocurrió algo de eso cuando recordó el escándalo por presuntas coimas en el Senado, que se agitó en 2000 por la aprobación de la reforma laboral de Fernando de la Rúa. No advirtió «Lupina» (la llaman así cariñosamente por el apodo que aplican a su esposo, «Lupín») que del lado duhaldista hay varios dirigentes que fueron imputados, como Remo Costanzo, Ricardo Branda u Osvaldo Salas, algunos de los cuales estaban en el miniestadio de Lanús. Por eso Camaño tembló cada vez que la senadora tomó la palabra. A pesar de que ella, como todos los oradores, tenía cinco minutos concedidos para hablar, el presidente de la asamblea le recordaba el tiempo cuando había llegado a los dos minutos de exposición. Milagro del carisma, «Lupina» se ganó abucheos de menemistas y duhaldistas.

• El candidato del duhaldismo, Kirchner, siguió el congreso desde su oficina de la Casa de Santa Cruz en Buenos Aires. Allí se reunió por la noche con quienes habían defendido el sistema electoral que más lo beneficia, es decir, la supresión de las internas. Festejó «Lupín» las resoluciones de Lanús, hasta que Jorge Capitanich le hizo notar lo obvio: «Mirá que con lo que salió ahí y lo que dijo la jueza vos vas a correr sin la sigla del PJ. No te conviene, mejor negociá».

• Entre las decisiones más controvertidas del congreso de Lanús está la creación de un consejo de notables que, si se lo mira de cerca, es casi más poderoso que la propia asamblea. Está facultado para designar la fórmula presidencial si la Justicia termina anulando lo que se resolvió (pocas veces se vio que una asamblea prevea que le declararán ilegal lo que decide). Por todo esto sorprendió más que Antonio Cafiero buscara presidir esa comisión, que tendrá como función también la de negociar internamente. A Cafiero le quedaba casi un mérito borroso en su historia contemporánea: el de haber defendido la democratización del PJ en los años '80. Ahora quiso echar por la borda también eso, negociando con el propio Duhalde ese cargo (visitó al Presidente antes de
que se marchara a Davos). Sin embargo cuando se le sugirió a los duhaldistas desde Suiza la inclusión del senador en ese esquema, fue rechazado por unanimidad: «¿Queremos negociar con el menemismo y le vamos a poner a Bauzá como interlocutor al que lo traicionó con una denuncia?» le explicó Camaño a Duhalde. Cafiero, afuera.

• El menemismo estaba al tanto de la estrategia y de los números del duhaldismo desde el miércoles por la noche. Sucede que Lelia Chaya, Alicia Martínez Ríos, Loly Domínguez y Claudio Sebastiani habían ido a comer a Happenning. Hasta allí llegó Juan Carlos Mazzón, quien pasó por la mesa para saludar, con cierta incomodidad. «Estoy esperando a un amigo» aclaró (el amigo sería Rafael González, presidente de la Junta Electoral designado por el duhaldismo). Mazzón confesó allí: «Mi número mágico para el congreso es 500. Pero no llegó, voy a tener 430 congresales». Casi pegó en el poste «el Chueco», un ex manzanista experto en este tipo de tejemanejes. En rigor (y esto lo comentaron dirigentes de ambos colores) el congreso tuvo una marca manzanista inconfundible, que le aportaron Mazzón, Guido Freytes y Miguel Angel Toma: todo, la división del PJ, la supresión de las internas, la abstención del partido para los próximos comicios, se realizó sin pasión, sin emoción, con la frialdad técnica de los que hace tiempo perdieron la fe. Si ni trompadas hubo, lo que tratándose de peronistas llama poderosamente la atención. Eso sí, el fundamentalismo duhaldista lo volverá a poner a Miguel Angel Toma en la «lista de los malditos» de Carlos Menem.

• El fallo de Servini provocó un escándalo dentro del duhaldismo y nadie todavía explica a qué se debió el imprevisto. Sin embargo, cuando llegue Duhalde, le darán una explicación más o menos verosímil, armada con indicios de distintos episodios: quien desalentó a la jueza a aprobar el Congreso habría sido Toma. De ahí, para recomponer, se tornó fanático duhaldista en su discurso. Toma habría alentado hace tiempo a la Dra. Cubría para salvar su pretendido acuerdo en la Capital Federal de lista única sin interna entre duhaldistas y menemistas y el jefe del partido. Falló pero alentó bajar el congreso del viernes. ¿Caerá Toma en la lista negra de Eduardo Duhalde y terminará en la ambulancia del sanluiseño Rodríguez Saá?

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