20 de junio 2007 - 00:00

Kirchneristas también dudan más de Cristina

Cristina Kirchner
Cristina Kirchner
«Pingüino o pingüina», la muletilla más repetida por Néstor Kirchner para desorientar a sus enemigos, y hasta a su propia tropa, sobre el candidato del oficialismo para las elecciones presidenciales del 28 de octubre ya comenzó a intranquilizar a los caciques kirchneristas del interior del país e incluso al principal aparato propagandístico del gobierno.

La aplastante derrota en primera vuelta del oficialismo en la Capital Federal y la resurrección de la figura de Elisa Carrió en Tierra del Fuego fueron los síntomas más preocupantes del creciente protagonismo que el Presidente le está dando a su esposa a casi cuatro meses de las elecciones presidenciales de octubre.

Aunque en la corte kirchnerista nadie se atreve a cuestionar en público la precandidatura a presidenta de Cristina Fernández, los datos de la realidad son incontrastables: el peronismo perdió casi todas las elecciones que se realizaron en 2007: en Catamarca, la derrota del oficialismo se camufló con la reelección del radical Eduardo Brizuela del Moral, quien a pesar de estar enrolado en la concertación «plural» que impulsa la Casa Rosada con los gobernadores de la UCR llegó al poder sin el aval del matrimonio Kirchner. En Río Negro pasó algo similar con el también radical Miguel Saiz, reelecto tras derrotar al jefe del bloque kirchnerista en el Senado, Miguel Angel Pichetto, favorito de la presidenciable primera dama.

  • Orfandad

  • Ahora son cada vez más los kirchneristas de paladar negro que empiezan a pedir un cambio de estrategia a la Casa Rosada. Creen que tanto la agresividad presidencial como el latiguillo burlón «pingüino o pingüina» está debilitando a los sellos PJ del interior del país, huérfanos de un liderazgo fuerte que debería ser ejercido en primera persona por el Presidente y no a través de un coqueteo mediático basado en un inminente lanzamiento de Cristina.

    En esa línea, aunque no lo admitan ante los micrófonos, se inscriben las huestes ultrakirchneristas de Compromiso K, capitaneadas por el radical correntino Roberto Pórcaro y por Rudy Ulloa Igor, ex chofer de Kirchner quien ostenta una relación de casi parentesco con el Presidente. Ellos lo prefieren al «pingüino», al igual que los radicales kirchneristas liderados por el gobernador de Mendoza, Julio Cobos, quienes desconfiados del imprevisible humor de la primera dama temen quedar como rehenes políticos del matrimonio Kirchner si la pareja materializa su proyecto político de alternarse en el poder y extender así su dinastía más allá de 2011.

    Tras la derrota de Pichetto en Río Negro y del radical kirchnerista Horacio «Pechi» Quiroga en Neuquén, también en esas provincias patagónicas los principales referentes del gobierno empiezan a exteriorizar sus dudas sobre la conveniencia de postular a Cristina y no a Néstor. Difunden encuestas que la dan a la senadorabonaerense diez puntos debajo de su esposo en intención de voto y piden replantear la estrategia de la Casa Rosada. Claro, a la hora de realizar declaraciones piden anonimato.

  • Santa Fe

    Similar panorama se presentaen Santa Fe, donde todos los candidatos kirchneristas, incluidos el jefe del bloque oficialista de la Cámara de Diputados, Agustín Rossi, y el ex canciller Rafael Bielsa, se preparan para una derrota ante el socialista Hermes Binner. Tampoco allí parece funcionar la ambigüedad presidencial a la hora de bromear con el «pingüino o pingüina».

    «El cimbronazo de Capital Federal y ahora el de Tierra del Fuego van a marcar una bisagra en la estrategia electoral del gobierno. Y seguro que va a influir en las chances de Cristina de presentarse como candidata», razonó ayer ante este diario un kirchnerista cercano a la Jefatura de Gabinete de Alberto Fernández. Los cerebros políticos del oficialismo creen que el lunes 25, un previsible triunfo de Mauricio Macri en Capital Federal y un probable resurgimiento de la figura de Carrió a través de su candidata fueguina, Fabiana Ríos, obligarán a la Casa Rosada a replantear su estrategia de un modo similar a lo que ocurrió tras la derrota de Carlos Rovira ante el cura Joaquín Piña en Misiones.

    El Presidente parece haber sentido el golpe del último domingo. El efecto contraproducente que la campaña sucia generó en Tierra del Fuego, donde los carpetazos y videos prohibidos afectaron las chances de los oficialistas Hugo Cóccaro y Jorge Garramuño dejaron al ARI al borde de la conquista su primera gobernación en la historia, sumado a la verborragia presidencial que perjudicó también la campaña porteña de Daniel Filmus, ya empezaron a encender luces de alarma en las filas kirchneristas.

    Tal vez por eso Néstor Kirchner cumplió ayer cinco días sin poner cara de pícaro y escuchar risotadas de sus arlequines cada vez que bromea con su indecisión sobre el pingüino o la pingüina que gobernarán a los argentinos, casi como si la sucesión en el poder se tratara de un misterioso capricho personal circunscripto a su matrimonio. La última vez que el Presidente apeló a su muletilla fue el jueves pasado en Tres de Febrero. «No importa quién lleve al país, aunque sea pingüino o pingüina», dijo en aquella localidad bonaerense. Apenas 72 horas más tarde se precipitaba el casi empate técnico de la candidata fueguina del ARI y Cóccaro. Demasiado para un 2007 sin victorias peronistas, con la única excepción de Entre Ríos.
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