Néstor
Kirchner se
entretiene
ayer sacándose
fotos
con los
celulares
personales
de guardaespaldas
y
de trabajadores
de
una fábrica
de zapatillas
de la Capital
Federal, que
visitó como
parte de su
perpetua
campaña.
El acertijo pingüino o pingüina, con el que Néstor Kirchner entretiene a la platea desde hace meses, tendrá una resolución a lo largo del mes de julio, posiblemente apenas unos días después de la -todo indica- cómoda victoria de Mauricio Macri en el ballottage porteño.
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Con cara de portador de un secreto, Carlos Kunkel pronosticó ayer que «en 30 o en 40 días» se conocerá la fórmula presidencial del oficialismo. Dijo lo que, en reserva, transmite la Casa Rosada, donde se insiste con la teoría de la candidatura de Cristina Fernández.
Excepto un grupo cada vez más reducido, casi no quedan quienes expresen, al menos en voz alta, la versión de un complot según el cual la instalación de Cristina es una distracción porque, al final, el candidato sería el propio Kirchner. Son los últimos mohicanos K.
Hay una razón poderosa: la ferocidad del patagónico en los discursos y en el trato diario con sus colaboradores genera preocupación entre los kirchneristas que se permiten, en privado, algunas apreciaciones críticas. Miden como caso los ataques desaforadosa Macri. Kirchner detectó esa falla: ayer cumplió siete días sin referencias al líder de PRO. Sin embargo, ni en el gobierno ni en el equipo de campaña de Daniel Filmus, nadie se anima a asegurar plenamente que no vaya a volver la mansalva del Presidente contra Macri.
Incertidumbres
Este candidato Macri aparece, en ese «puzzle», como una pieza fundamental, aunque no es -ni mucho menos- la única incertidumbre. Veamos:
El anuncio de la fórmula presidencial K será en julio. Algunos hablan del 7, para repetir la fecha en que Cristina en 2005 lanzó su candidatura como senadora nacional. Otros lo patean unos días y no faltan los que lo ubican, como fecha patria, el 9 de julio. Día más, día menos, el oficialismo debería tener oficializada su fórmula para el 30 de julio, fecha en que empieza formalmente el plazo permitido por ley para la campaña electoral de cara a las presidenciales del 24 de octubre.
El calendario -dentro de los límites que impone julio- se definirá en función del impacto de la elección porteña: no tanto por el resultado -que se presume abultado, pero que, para la Casa Rosada, dolería menos si Filmus logra perforar los 40 puntos hacia arriba-, sino por el impacto que el triunfo de Macri tendrá en el mapa opositor. En el kirchnerismo creen que el triunfo del líder de PRO generará un envión anímico en la oposición, pero presumen -para alimentar las especulaciones conspirativas- que Macri no tendrá un rol demasiado activo respecto de la presidencial. «Deberá tener diálogo con el gobierno para que su gestión en la Capital no sea un infierno», explicó, ayer, un dirigente de diálogo fluido con Kirchner. Otro hombre del kirchnerismo interpretó, en cambio, que «quiera o no» Macri quedará «como jefe de la oposición», lo que servirá al gobierno para insistir con su «división centroizquierda versos centroderecha».
El punto sobre «pingüino o pingüina» también está abierto. A un visitante extranjero, Kirchner le dijo que todavía no se decidió y está mirando encuestas. Pero se volvió genérica la percepción de que, casi por supervivencia, la postulación recaerá sobre Cristina. Varias razones: con Macri en Capital, Daniel Scioli en provincia y Hermes Binner en Santa Fe, por citar tres casos paradigmáticos, el mapa nacional se diversificará y requerirá de «diálogo y moderación», tarea que podría encarar Cristina Fernández como parte de un «nuevo proceso», pero que si las llevara adelante Kirchner podría leerse como una «claudicación», explican en el oficialismo. El mismo argumento se usa, por caso, para explicar que será necesario retomar el diálogo con la Iglesia, proceso que parece muy difícil con Kirchner como presidente. Partidario de esa visión, Kunkel dijo ayer que «Kirchner no va a ser candidato a nada este año».
Paradojas del planeta K; si perdura el dilema sobre el primer escalón de la fórmula, aparece más despejado el casillero dos para Julio Cobos, aunque, todavía, algunas voces insisten con la versión de «peronizar» la fórmula con Carlos Reutemann o, en menor medida, Felipe Solá como vice. «Está más seguro el candidato a vice, que es Cobos, que el candidato a presidente, que pueden ser Cristina o Néstor», coincidían, ayer, funcionarios y dirigentes kirchneristas. La opción Cobos, «o un radical», se atajan los que arrojan alguna duda, se alimenta en la necesidad de garantizar la alianza con el radicalismo K más, incluso, que en la de sostener la versión «Concertadora» como variante progresista ante un armado opositor que, para el modelo de la Casa Rosada, será de «centroderecha».
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