31 de marzo 2004 - 00:00

Modelo '70: en lo que se inspira Kirchner para aumentar su poder

Néstor Kirchner atendió ayer sus intereses en el conurbano bonaerense con un acto en la localidad de Moreno (en la foto junto al intendete Andrés Arregui) y se dio tiempo también para terminar el armado de la nueva cúpula del PJ.
Néstor Kirchner atendió ayer sus intereses en el conurbano bonaerense con un acto en la localidad de Moreno (en la foto junto al intendete Andrés Arregui) y se dio tiempo también para terminar el armado de la nueva cúpula del PJ.
Hubo desazón en el grupo sindical de los «gordos» cuando éstos, frente a Néstor Kirchner, le dijeron: «Queremos que seas nuestro jefe». Y él, entonces, les respondió: «No puedo, ustedes son el pasado, lo que quiero cambiar». Palabras más, palabras menos, fue lo que sucedió.

Un ánimo semejante, aunque con más aires de desafío, ocurrió cuando un funcionario preferido de Kirchner, su hacedor de política Juan Carlos Mazzón, frente a los gobernadores justicialistas no supo responder el planteo que éstos le hicieron: «Nos gustaría saber si el Presidente quiere estar al frente del Partido Justicialista y representarnos o, al contrario, mantenerse ajeno a nosotros y al justicialismo». Mazzón no se atrevió a repetir: «Ustedes son el pasado, lo que quiero cambiar», pero eso estaba implícito en otra propuesta suya: «Vamos con Eduardo Fellner de titular partidario». Palabras más, palabras menos, fue lo que sucedió.

• Defensas

Estaba claro, hasta el viernes pasado -día del explosivo congreso peronista-, que en la cabeza del santacruceño imperaba el criterio de la «transversalidad» y el apartamiento metódico de todos aquellos con los que no comulga y con los que la opinión pública rechaza o no está de acuerdo (versión, claro, de ciertos encuestadores). Para periféricos o contaminados, la estrategia patagónica no necesitaba más explicaciones. Más de uno empezó a imaginar una obligada defensa, no tanto por diferencias de criterio con el mandatario, sino por los instrumentos que éste pudiera utilizar para desalojarlos.

Recordaban los '70, cuando afines a Kirchner como Montoneros, arrasaban a medias en las universidades contra Franja Morada, en los sindicatos con la Juventud Trabajadora y facciones internas (amén de denuncias y atentados), mientras al partido peronista lo penetraban con personajes adhoc, reconvertidos a la revolución burguesa que hasta llegaron a presidir provincias. Meteórico y tumultuoso avance en ciertos casos, sin contar inclusive con la bendición del general Perón. Por más que duró poco ese arrebato, nadie olvida en el justicialismo la violencia y la discriminación de esos grupos, especialmente sus víctimas.

• Aunque Kirchner no dispone de aquella masa crítica de los montoneros y le cuesta corporizar en multitudes la adhesión popular (fracaso del acto del 1 de marzo y la dura realidad de que a la ESMA fue menos gente, el mismo día, que a la Plaza de los Dos Congresos), igual desplegó ofensivas. Sobre lo que él considera feudos repugnantes, como el de Santiago del Estero, paradójicamente quizá su mayor y querido aliado para vencer el año pasado a Carlos Menem. O sobre San Luis, amparado en desatinos de su gobernador. Y privilegia, a cambio, administraciones como la de Eduardo Fellner (Jujuy), no porque sea mejor, sino porque se sometió a sus dictados. Casi comparable a lo que en aquella década nefasta se llamaban los «quebrados». No en balde Alberto Fernández, al describir cierta rebeldía de los gobernadores para encuadrarse, les recordó que deberían pasar por su escritorio, en busca del cheque mensual. Algo así como lo que Alberto Rodríguez Saá ya hizo con la insurgente y turística Merlo: como votaron en contra del oficialismo, se regionalizó la ciudad y la postergaron del presupuesto.

• Subsidios

• En paralelo a esta operatoria provincial, comenzó otra municipal, especialmente en Buenos Aires, la tierra de Eduardo Duhalde y determinante madre peronista del poder. Primero, a través de los cautivos y cautivantes subsidios que inclinan el alma de los intendentes de otros, luego con la actividad proselitista en contra de aquellos que no se rendían al subsidio (o, hablando de peronistas, que lo reclamaban más alto). Un hombre y funcionario del propio Kirchner estimula esas divisiones, su «ideólogo» según algunos, Carlos Kunkel, de quien no se dispone bibliografía y hasta pasó inadvertido entre los diputados que un día echó Perón de Olivos porque fingían desconocer lo que él era. Ya entonces, se iniciaba el arrebato.

• Como Duhalde observó este método y, al parecer protestó, el mismo Kirchner le pidió repartir la futura lista de legisladores 50 y 50 para disminuir la actividad de los muchachos en todo el ámbito bonaerense. Como se les exigirá por lo menos al resto de los gobernadores. En esas reuniones siempre se habla de plata. Como variante de dudosa oposición, Duhalde quedó en pensar la propuesta y, en simultáneo -finalmente ama el ajedrez- estimuló un proyecto para que no puedan ser desalojados de sus cargos los intendentes. Más que la inmunidad, persiguen la estabilidad: saben que cualquier edil los pone en aprietos (como a Cariglino en Malvinas Argentinas o a Curto en Tres de Febrero), mucho más si los respalda la prensa (la misma que sorprendió a un corresponsal de la BBC, quien la considera la más servicial y oficialista de la región).

• Otros modelos de «entrismo» o penetración se observan en distritos también principales como la Capital: allí, el jefe de Gabinete logró la intervención judicial -otra metodología de acción- y, se entiende, pronto el funcionario designado se ocupará de caducar el viejo padrón de peronistas y, por supuesto, adecentando las inscripciones, hará uno nuevo. Tiro directo a quienes lo presidían (Miguel Angel Toma con la anuencia de Duhalde) y puerta abierta a un posible aluvión de simpatizantes kirchneristas que requieren un territorio (obvio: Santa Cruz no reúne esos requisitos). Con ese propósito, sin enrojecerse, en el distrito porteño hacen política un clásico de la ciudad, el Fernández jefe, también un novato en esos límites como el ministro Julio De Vido. Hay una presa a conseguir, empezando por la vía judicial.

Reclusión

• En la universidad, los jóvenes K por ahora están recluidos, actúan menos que al iniciarse el gobierno. Como si no se pensara en el futuro. Y los gremios, divididos cómodamente en tres partes, no representan un problema en apariencia y tampoco son un botín a conquistar. Salvo, claro, algunas excepciones, donde gracias a ciertos consejos, un jerarca elige la renuncia, habla de hartazgo moral y nadie lo llama en la Justicia (como el caso de Ramón Valle). Algo parecido a los comisarios bonaerenses: eran todos ladrones, los despidieron, y ninguno está hoy bajo proceso. Así, entonces, el sindicalismo se reparte entre los «gordos» que logran aumentos del sector privado y no protestan, Víctor De Gennaro que lucha con una paciencia sobrecogedora para que no se incremente el salario de los estatales y Hugo Moyano, quien reina en Transporte y ostenta la condición de que llama a Kirchner (y lo atiende) cuando desea.

Por múltiples vías, el Presidente quiere copar. Al menos, así lo ven los gobernadores y otros miembros de ese partido al que Kirchner pertenece, aunque no lo parezca.

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