La participación en las elecciones legislativas de 2025 volvió a encender alarmas en todo el arco político. Según los datos oficiales, solo el 58% del padrón votó en las provincias que ya celebraron comicios locales, un número 19 puntos inferior al promedio histórico del 77% y muy por debajo del 71% registrado en las legislativas nacionales de 2021, que hasta ahora eran las de menor concurrencia desde el retorno de la democracia.
Preocupación por la baja participación electoral: la asistencia a las urnas cayó casi 20 puntos respecto de 2021
En promedio, solo votó el 58% del padrón en las provincias que ya celebraron los comicios este año. Hay inquietud y dudas en todos los espacios por la cifra de abstención para el próximo domingo.
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Preocupa la participación electoral en las elecciones 2025.
La preocupación atraviesa a todos los espacios políticos, que advierten una apatía social sin precedentes, reflejada en el desinterés por los comicios y en la falta de identificación con los candidatos o las propuestas partidarias.
La comparación histórica y una caída sostenida en las elecciones
Desde 1983, la participación electoral en Argentina se mantuvo tradicionalmente por encima del 70%, con picos del 81% en 2011 y 2015, y del 80% en 2019. Sin embargo, en las elecciones de 2021, marcadas por las restricciones sanitarias del COVID-19, el porcentaje bajó al 71%, el más bajo en casi cuatro décadas.
Cuatro años después, la tendencia descendente se profundizó. En las legislativas provinciales de 2025, el promedio nacional de asistencia se ubicó en 58%, y en algunas jurisdicciones llegó apenas al 46%, como en Santa Fe, donde la mitad del electorado se abstuvo de votar.
En Formosa, la participación fue la más alta, con 65,8%, mientras que en Chaco y CABA apenas superó el 52%. En San Luis, Jujuy y Salta, los porcentajes oscilaron entre el 60% y el 64%, lejos de los niveles habituales en elecciones legislativas.
La situación preocupa a todos los partidos
La baja asistencia a las urnas se transformó en una de las mayores inquietudes del oficialismo y la oposición. En la provincia de Buenos Aires, por ejemplo, los cálculos de participación se ubican cerca del 60%, un número que La Libertad Avanza considera clave para sostener su caudal electoral, pero que al mismo tiempo limita las proyecciones del Gobierno nacional, que depende de la movilización del voto peronista en el conurbano.
En varios distritos, los intendentes advirtieron que la desmovilización ciudadana podría alterar los resultados locales y nacionales. En ese sentido, dirigentes oficialistas y opositores coincidieron en que “ya no alcanza con el aparato político” y que la elección “se libra también en la voluntad de los votantes”.
Las remiserías y los transportes utilizados históricamente para movilizar militantes redujeron su actividad, y muchos dirigentes locales de distintos partidos admitieron que “no hay clima electoral” en los barrios.
Cuáles son las causas del desinterés electoral
Los especialistas consultados coinciden en que el fenómeno de la baja participación no se debe a una sola causa, sino a un proceso estructural de desgaste político y social.
El politólogo Lucas Romero sostuvo que se trata de un síntoma de “recesión democrática”:
“Las sociedades modernas atraviesan una crisis de representación. La gente no se siente identificada con la dirigencia, y eso desincentiva la participación”, explicó.
Para Romero, el descontento argentino tiene además un componente económico: “Si las democracias modernas muestran insatisfacción, los argentinos tienen aún más razones para sentirse frustrados”.
El analista Gustavo Córdoba añadió que el votante actual “ya no es el mismo de hace 40 años” y que los partidos “siguen actuando como si el viejo bipartidismo siguiera vigente”. En ese sentido, señaló que el voto bronca mutó en abstención: “Antes el desencanto se expresaba en votos en blanco o impugnados; hoy, directamente, en la ausencia en las urnas”.
Por su parte, Carlos Germano interpretó la caída de la participación como “una señal de hartazgo hacia toda la clase política”. “Ese sentimiento de bronca que llevó a Milei a la presidencia sigue vigente, y para muchos sectores, no ir a votar es la forma de expresar que la política no está a la altura”, remarcó.
Las propuestas y los candidatos: otro factor de desinterés
El analista Marcos Novaro apuntó que las ofertas electorales poco atractivas y la falta de renovación de dirigentes también impactan en la participación:
“El electorado percibe que las opciones políticas son poco viables o no incluyen figuras que despierten interés. Las campañas se volvieron muy poco pluralistas”, señaló.
Además, advirtió que el desdoblamiento de elecciones —como el aplicado en diez provincias este año— puede reducir la motivación del votante: “Si la gente ya tiene poco entusiasmo para votar a nivel nacional, menos lo tendrá para comicios locales o legislativos”.
Novaro también consideró que la polarización extrema influye negativamente: “La virulencia del discurso público vuelve el ambiente muy agresivo. Salvo para quienes aman u odian con intensidad, participar se vuelve poco atractivo”.
Los factores institucionales y territoriales le dan crecimiento al ausentismo
Según María Eugenia Zamarreño, investigadora del Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento (CIPPEC), las variaciones en la participación responden a una combinación de factores institucionales y sociales.
“El tipo de elección, las condiciones locales y el nivel de competencia política influyen directamente en la concurrencia”, explicó.
En su análisis, destacó que el uso de la Boleta Única Electrónica (BUE) en CABA y Salta coincidió con niveles de participación más bajos (53% y 58%) en comparación con provincias que utilizaron Boleta Única de Papel (BUP), como San Luis (60%). Si bien aclaró que el sistema de votación no es determinante, consideró que “puede influir en contextos donde la novedad tecnológica no viene acompañada de una adecuada pedagogía electoral”.
La baja participación ya no parece ser un fenómeno coyuntural, sino una tendencia consolidada. Desde 2021, los niveles de asistencia vienen descendiendo en cada elección, incluso en comicios de alto impacto nacional.
El desafío para las fuerzas políticas será reconstruir el vínculo con los votantes, recuperar la confianza perdida y revitalizar la participación democrática en un contexto de apatía, desconfianza y crisis económica.
Como sintetizó un consultor electoral, “la política perdió su capacidad de convocar, y sin participación, ningún proyecto es sostenible”.
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