Hace tiempo que circula el dato: Alfredo Chiaradía, responsable de las cuestiones económicas de la Cancillería (Doha, tratados con México, Unión Europea, Venezuela -no la parte de infraestructura, reservada a otros ministerios-, Mercosur y Estados Unidos), dejará su cargo. Nadie sabe si se retira o si lo derivarán a una importante embajada. Lo cierto es que ya está previsto su reemplazo y no por un diplomático, sino por un director del Banco Central, Arturo O'Connell, economista que logró el cargo en tiempos de Roberto Lavagna. Más que la salida de Chiaradía, hoy políticamente interesa la partida de O'Connell. Es que el directorio del BCRA, de extrema fidelidad al presidente Kirchner -inclusive hasta soporta cambios a sus decisiones, como el último veto a la suba de encajes-, reconoce filiaciones de último momento como el caso del propio O'Connell, Jorge Levy, Zenón Biagosh y Félix Alberto Camarasa. Pero ninguno de éstos, sobre los ocho del total, son pingüinos nítidos como Arnaldo Bocco, Luis Corsiglia, Waldo Farías y Eduardo Cafaro. No casualmente, entonces, y tomando como guía una máxima de la Iglesia (promover para remover), ya deja su asiento Camarasa (va como representante ante el Banco Mundial) y un destino diplomático se le asignaría a O'Connell. Quienes los suplanten, con seguridad, serán también pingüinos o aspirantes a diplomarse en ese rubro. Todo, claro, para preservar la independencia del Banco Central.
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