El Mundial sigue campeando como el tema principal en reuniones, tanto aquí como en Alemania. Sin embargo, en España -durante la visita presidencial- se habló de otras cosas como por caso la negativa de Kirchner a ponerse determinada prenda de vestir. La despedida (otra más) que le organizó un homónimo al embajador Gutiérrez (EE.UU.) convocó a una variada concurrencia de empresarios y políticos. Allí, un próspero hombre de negocios de pasado político turbulento bromeaba sobre un hotel que alguna vez iba a ser hospital en la fantasía de sus entonces compañeros. En un tono más serio, se comentó el duro encontronazo que protagonizaron el obispo de San Isidro y Oscar Parrilli, hombre de confianza del Presidente. Veamos.
Quincho de lujo en Madrid, en la residencia del embajador Carlos Bettini, hombre de buen gusto y mejor gentileza, quien deslumbró a los invitados con los vinos: cavas de primera, Juve e Camps, alcoholes de Rioja, también argentinos, para complementar una bandejeada de canapés con gambas flambeadas, tartas de queso holandés y jamón de Jabugo. Miraban los Kirchner, Néstor y Cristina; se podía decir que ahora, con el aumento de salario, ya podrán acceder una vez por lustro a esas exquisiteces (se comentaba que el aprovechamiento del Mundial para incrementar los salarios oficiales, en rigor, no fue tanto para mejorar economías de funcionarios o ministros, sino para que éstos puedan explicar cualquier interrogante si llega a aparecer un fiscal atrevido preguntando por la forma de vida y la capacidad de los ingresos). Allí había argentinos de otras épocas, el actor español de la medianoche José Sacristán, Cecilia Roth con su madre cantora Dinah (repertorio sefaradí), Enrique Bacigalupo (numen jurídico de Montoneros que llegó a la Corte española), María Kodama (quizás homenajeando a Jorge Luis Borges y a sus opiniones claras sobre el peronismo) y hasta el «Mono» Burgos, aquel arquero de River que también se dedicaba al rock y quien, para que nadie lo olvide, para ofrecer su testimonio «hard» (y «hot») se paseaba con una campera de leopardo. Ni Ubaldini se hubiera atrevido a tanto.
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Allí, en su presunta salsa, Kirchner dedicó más de un párrafo a la democracia, alguno casi gracioso (se expresó a favor de la pluralidad, siempre y cuando se encuadre en su restringido radio) y, naturalmente, les ofreció flores a los parientes de aquella generacióntronchada, «quizás lo más lúcido» de entonces (refiriéndose, claro, a jóvenes que aceptaban ciegamente órdenes de pensadores como Firmenich, Quieto, Perdía o Vaca Narvaja). En fin, notable la reunión, emocionante hasta para Jorge Pereyra de Olazábal y Alfredo Coto cuando la agrupación HIJOS se puso a gritar por los 30 mil desaparecidos. Era como estar en el Mundial de Alemania. Se comentaba que Kirchner -quien volvió anticipadamente, como siempre, le cuesta hallarse en el exterior, extraña- había disfrutado con su mujer comiendo, junto a su comitiva, en De María, una cadena de origen argentino y que es preferida no sólo por Rodríguez Zapatero sino también por modelos como Naomi Campbell. Curioso: va a lugares que en Buenos Aires tal vez no se atrevería. Por lo menos, en los últimos tiempos. También que singularmente aceptó ir al museo mientras su mujer partía de compras, como corresponde, aunque los infidentes aseguran que estuvo discretísima, al menos en relación con Viena o Nueva York. Comprensibles y diferentes mercados, claro.
Venían los Kirchner de vivir en El Pardo -privilegio que le consiguió Bettini a pesar de que no era visita de Estado- junto a Alberto Fernández, Carlos Zannini y el canciller Jorge Taiana. Y sintieron, claro, los efluvios del pasado: allí moró durante 40 años Francisco Franco, hombre que conservaba largamente a sus ministros -como el santacruceño-, tanto que Luis Carrero Blanco duró 21 años hasta que lo voló por el aire la ETA (y cuando los echaba, acudía a un motorista que llevaba el mensaje a la casa, de ahí que lo llamaran buñuelescamente «El Angel Exterminador»). En verdad, el mandatario no necesita inspiración para confirmarse en ese pasado autoritario del Generalísimo.
Aún en el batifondo de la reunión, no se entendía la razón por la cual -menos la entiende el rey Juan Carlos- el gobierno argentino rechazó el honor de la visita de Estado (y perdió algunas prerrogativas, como visitas especiales, más largas, aunque a Kirchner esto lo fastidia: al Parlamento llegó 20 minutos más tarde y lo despidieron a la hora convenida, sin excepciones). Nadie cree que sea por el uso de frac, ya que Lula en su último viaje como representante obrero (o por presión oscurantista de José Dirceu) pidió usar nada más que traje oscuro. Y se lo permitieron. Aunque, tal vez, le contaron al santacruceño que su colega brasileño hizo el ridículo, pues la reina lo acompañó con sus mejores elementos, una tiara de Victoria Eugenia y una espléndida falda de plata, y le hizo recorrer casi cien metros con toda la pompa haciendo advertir el contraste y la falta de elegancia por haber prescindido del frac ( también, claro, por el traje de calle no pudo exhibir condecoraciones que corresponden, mientras el monarca se distinguió calzándose todas las que le había obsequiado Fernando Enrique Cardozo). A los reyes les importa la ceremonia, el protocolo: es su vida, si desaparece, tal vez también terminen con ellos, y vivir en la otra parte de los humanos es arriesgada: hasta se puede culminar como el actual Saboya, preso un rato por trata de blancas, venta de influencias y negociados con el juego. Como se sabe, esto sólo les corresponde a los civiles.
Justo cuando Néstor Kirchner la emprendía contra su país, el embajador norteamericano, Lino Gutiérrez, gozaba de una despedida en un domicilio particular -una de las tantas a la que ha sido sometido en las últimas semanas-, sin enterarse de lo que en Madrid difundía el mandatario argentino. Tampoco lo sabían quienes participaban de la reunión, algunos de relieve en el oficialismo, quienes de haber sido informados tal vez no se hubieran corrido hasta el domicilio del empresario Ernesto Gutiérrez (Aeropuertos 2000), quien preparó la celebración en su minimalista casa de La Horqueta que antaño perteneciera al ex tenista José Luis Clerc (éste, en su momento, la puso en venta y se mudó a Miami porque no toleraba el clima de inseguridad que se vivía en el país). Por lo tanto, había dos anfitriones, ambos Gutiérrez, los dos diplomáticos y sin parentesco, ya que al dueño de casa se le atribuyen dotes de esa actividad para completar tareas que normalmente realiza su jefe, el poco diplomático para los negocios -según cuentan- Eduardo Eurnekian. Tanto él (operado de una mano, con yeso) como otros allegados a la empresa (María Teresa González, ex Felipe Solá; Guillermo Francos; Sara de Pereyra de Olazábal, esposa del titular de la UCeDé que, como corresponde a esa agrupación, estaba con Kirchner en España) completaban el marco de recepción que fatigó al principio con un servicio de bocaditos (sobresalían unas miniaturas de revuelto gramajo que enloquecieron, por ejemplo, a Ignacio Gutiérrez Zaldívar) y cerró con un apetitoso pollo acompañado con arroz pilaf (mención especial los dos postres, helados por un lado y una suerte de cannoli siciliano sin frutas secas por el otro).
Llegó tarde quien en ese momento era presidente, Daniel Scioli, acompañado con su esposa Karina, pero desde el inicio estuvieron Adelmo Gabbi, Cristiano Rattazzi, Alejandro McFarlane, el juez Alberto Santamarina, el fiscal Raúl Plée, Mario Montoto (casi transfigurado,para bien, con una dieta que le hizo bajar 15 kilos en 10 días), Gustavo Posse, Bruno Quintana, Jorge Britos, Daniel Hadad, Gustavo Cinosi, Antonio Estrany Gendre, Gustavo Ferrari y Fernando Maurette. El embajador en retiro, mientras, sólo confesaba cierta exageración social en la que ahora transcurre su vida, pues a las despedidas deberá agregarles los preparativos de la boda de su hija, en los Estados Unidos, adonde regresa este mes para no volver, mientras la sinecura será cubierta por el encargado Mike Matera hasta que llegue en setiembre el sucesor designado, Earl Anthony Wayne). Gutiérrez Zaldívar, aunque marchaba a Córdoba, hablaba de un hotel que remodela para esta temporada invernal y el titular del Jockey Club preguntaba si era cierto que el gobierno provincial pensaba extenderle por 15 años las actuales concesiones de juego (bingo y, sobre todo maquinitas). Le confirmaron la versión, algo inquieto estaba Quintana, pues todavía aspira a que en el Hipódromo de San Isidro le permitan instalar tragamonedas como en Palermo. Había quienes afirmaban que Felipe Solá, en el epílogo de su gestión, no iba a firmar una resolución de esas características, sobre la cual caerían multitud de suspicacias. Pero la duda persiste.
Se volvería al mundo bonaerense, pero interrumpieron otros comentarios. Por ejemplo, la medida que un gobernante socialista tomó en Cerdeña: le impuso un impuesto de 200 mil euros a cada embarcación de más de 30 metros, y a los aviones privados, que decidan encallar o aterrizar en la isla. Saldo de la medida: casi todos los magnates cambian de lugar de veraneo, la mayoría se traslada a Córcega, con seguridad Cerdeña perderá clientes exclusivos (y los servicios que éstos contrataban). A propósito de esas inclinaciones izquierdistas desopilantes, tan comunes en el pasado argentino, el propio Montoto bromeaba sobre cuando se cantaba «lo lindo que va a ser el Hospital de Niños en el Sheraton Hotel». Y decía con humor: «Ahora yo nunca menciono el hotel, me cito en el Hospital de Niños o, cuando voy al restorán de Tower que está en el segundo piso, sugiero que nos encontremos en Neonatología. Unos informados, otra vez en Buenos Aires, comentaban que Solá no había consultado a Kirchner sobre el lanzamiento de su controvertida reelección como gobernador y que tal vez las relaciones entre Olivos y La Plata -también por cuestiones de dinero- se volvieran tempestuosas. En cuanto a otros candidatos ya lanzados del oficialismo (Aníbal Fernández, Jorge Taiana, Florencio Randazzo, José Pampuro), uno de los asistentes aseguraba que el Presidente, de acuerdo con la versión de sus competidores, ya había descartado a Pampuro: «No lo puedo nominar, aunque estoy agradecido a muchas de las cosas que hizo por mí». Esa declaración atribuida a Kirchner lo debe enfurecer mucho más al senador que aún no sabe cuál es la razón por la cual lo bajaron del avión presidencial en el que ya tenía un asiento para España.
Lo más singular de la noche, sin embargo, fue cuando alguien notificó al sanisidrense intendente Posse que el obispo de su distrito, amigo y confidente por otra parte, Jorge Casaretto, había entrado en cortocircuito con la administración Kirchner. «Pero si Jorge mantiene una óptima relación con la Casa Rosada, inclusive si comparte muchas de las iniciativas oficiales», señaló como dudando del dato. A lo que obligó el detalle testimonial del que había anunciado el conflicto: ocurre que Casaretto, más allá de la buenas relaciones, asistió a un congreso en el que se presentó un informe sobre la distribución del ingreso y la pobreza en la Argentina, donde no faltaban responsabilidades del gobierno actual. Aunque el obispo, titular de la Pastoral Social, sólo había escuchado el informe y no compartía la autoría, igual fue citado por Oscar Parrilli a la Casa de Gobierno. Parece que allí el funcionario, no demasiado bien informado, tuvo un diálogo áspero con el prelado y luego, para cambiar el sentido del otro informe, le prometió derivar otro más completo sobre pobreza, marginalidad y distribución del ingreso. Se fue Casaretto y, a los pocos días, le llegó la carpeta: no había ningún informe técnico en su interior, sólo notas al respecto del oficialista «Página/12». Más allá de que al obispo -reveló el informante- le pareció poco serio este envío, su humor se desencajó cuando desde mismo periódico -y, por supuesto, con la firma templaria de Horacio Verbitsky, el Inquisidor hoy de la Iglesia Católica- le endilgaban inconductas del pasado, como por ejemplo haber jugado al fútbol un día en un regimiento. Posse no podía creer lo que escuchaba y, la verdad, no era el único sorprendido.
Pero no hubo tiempo para la conmoción: a Gutiérrez lo homenajearon con un tenor del Teatro Colón, quien bloqueó diálogos y conversaciones con su voz y distintas arias. Tampoco imaginaba, al concluir, que al saludar al embajador Gutiérrez se enteró de que la esposa de éste, Miryam, era una consumada cantante (además de autora de versos, acaba de publicar un libro). Y la invitó a que cantara, cuestión que a la señora no pareció molestarle -además lo reclamaba la platea-, quien entonó «Nostalgias» (con asistencia de una banda sonora de que disponía el tenor) con finura profesional y, luego, hizo dúo en otro tango demostrando que Lino, si no le alcanza la jubilación, podrá apelar a las condiciones vocales de su mujer para mantener ala familia.
Días lluviosos y fríos, ideales para ver fútbol de alto nivel como es el Mundial. Aquí entre las transmisiones, incluida la de Argentina-México, se reconoce que la mejor en despligue técnico es la de «Canal 11» por la cantidad de enfoques que brinda con gran despliegue de cámaras. En cuanto al relato, se reconoce que lo más completo es el retorno esperado de Marcelo Araujo (volvió el «no jodan muchachos», «no sean mishiguenes») por el «9» y en segundo lugar Fantino por «América». Claro que Araujo tiene al lado un comentarista, el «Bambino» Veira, que no está a la altura de Salvador Bilardo por «Canal 13». «Es un partido de alta tensión», repitió no menos de 6 veces el «Bambino» como si no lo fueran todos los de octavos de final en un Mundial. Araujo también lo debió corregir cuando dijo: «Si Pekerman no hace cambios así debe ser porque conoce a los jugadores». Araujo, le dijo que no era así y pedía: « Tevez ya en lugar de Saviola», como siempre interpretando más a las tribunas y los televidentes. Si a Pekerman le sigue la suerte pasará todo, si no, será duramente criticado. Ningún entrenador puede darse el lujo de tener de suplente a un jugador como Messi que vale 150 millones de dólares, tasado por el Barcelona, contra 125 millones del mismísimo Ronaldinho por más edad de éste. La presencia del jugador Scaloni no se justificó contra México. También como hace jugar casi de «cuevero» a Mascherano. Todos los diarios coincidieroneste fin de semana en adjudicar entre 4, 5 y 6 puntos a un seleccionado que si sigue jugando así no parece que pueda con Alemania el viernes. Sólo Abbondanzieri y Ayala merecieron 8 puntos de la crítica y 7 Maxi Rodríguez por su impresionante gol. Pekerman usa todo pero va decayendo en el juego del seleccionado. Ya nadie habla de la «magia». Duda y las conferencias de prensa del entrenador son terribles en cuanto a no decir nada.
Sobre Alemania y el estadio de Leipzig quedan los últimos recuerdos. David Nalbandian declarando que aún no está totalmente recuperado pero que jugará Wimbledon. El jefe del grupo «Devaluación», José Mendiguren (gran impulsor de la brutal pérdida de paridad del peso en 2002 cuando fue ministro de Eduardo Duhalde) en cada partido sigue obsesionado por sentarse al lado de su ex jefe y, a la vez, cuidarse de que nadie lo fotografíe. Pero Duhalde ya regresó al país como muchos empresarios. Aparecieron personajes inadvertidos en los primeros partidos como Alito Tfeli, aquel médico personal del ex presidente Carlos Menem, fanático del fútbol y presente en Alemania. En la hora y media que hay que esperar se dialoga en las tribunas y se asiste al espectáculo reiterado de hinchas sacándose fotos con Susana Giménez que estrenó jean con letras luminosas que van corriendo a la altura del muslo y dicen «I love Argentina». Parece que es la última novedad en Estados Unidos. Héctor Méndez, presidente de la UIA, explica a otros empresarios que se han plantado frente al gobierno en cuanto a total oposición al abogado moyanista Héctor Recalde, que con sus proyectos de leyes en el Congreso -y para peor algunas aprobadas- están complicando enormemente al país al llenar de juicios a las empresas, muchas con tarifas congeladas y algunas controladas y expuestas a expoliaciones en juicios o sindicales, como sucede ahora con los minimercados chinos. Allí en Alemania se decía que Recalde está a un paso de superar en medidas antiempresas (y por tanto pro desempleo) a aquel legislador de San Luis, Oraldo Britos, que en años con exceso de medidas laborales provocó más quiebras de empresas que ningún otro en el país. Muy enojados los hombres de la producción porque Moyano y Recalde no se preocupan de los desempleados ni de la falta de inversiones en el país sino de darles posibilidad de juicios a los «ocupados». Claro, porque de éstos y no de los más pobres cobran cuotas los sindicalistas y en eso basan sus fortunas personales.
Más una boda que un cumpleaños de 15, quizás éste un ensayo de lo que habrá de atravesar el matrimonio con el trío casadero de sus hijos mayores (dos chicas y un joven) del abogado Julián de Diego y su esposa Alicia. Pero en el Alvear celebró la familia la década y media de esa otra hija otoñal de la pareja, María Agustina. Soberbia fiesta con multitud de invitados (empresarios, jefes de recursos humanos, funcionarios de Trabajo, miembros de la Justicia laboral) y un emocionante complemento musical favorecido por el azar de los resultados: gruesa murga con cabezudos y un conjunto que montó un show con los cánticos del Mundial, las banderas y papelitos de la Argentina, que encajaron justo con el laborioso triunfo del seleccionado sobre México. Ni imaginar qué hubiera ocurrido con ese espectáculo si no entraba el gol-bomba de Maxi Rodríguez. Parte del riesgo, como la pacífica mezcla en las mesas de sindicalistas (Carlos West Ocampo, Rodolfo Daer) con empresarios ( Ricardo Güell, de Adimra; Osvaldo Sani, de Dow: Pablo Berghtal, de Carrefour; Almir Galbao, de Kraft; Hugo Di Marco, de Bagó) o con quien la UIA ha declarado enemigo público, el diputado laboralista Héctor Recalde, precisamente en los extremos liberales de otro invitado, Manuel Solanet (quien calificó la candidatura de Roberto Lavagna como de «izquierda progresista»). Hasta estaba el ex gobernador radical Pablo Verani. Nadie sabe si la concordia encontrada esa noche era parte de los buenos oficios de De Diego o el espíritu generoso de los invitados por la alegría futbolística.
Hubo cóctel al principio, con canapés varios y unas cazuelas con albóndigas, luego se pasó a los salones -ocuparon todo, como cuando vino el príncipe Carlos-, hubo plato frió (rolls de salmón ahumado rellenos de mousse de truchas) mientras se iniciaba un ciclo de videos, luego el vals y extensa jornada de baile con un grupo ad hoc, siguió el ojo de bife con salsa de mostaza patagónica -la contribución del hotel a la moda presidencial- con tarteletas varias, el postre (delicias de chocolates con crema) más música y cotillón, la torta y más postres con la catarata de chocolate y, por fin, la ordalía argentinista y futbolera con sombreros, pelotas y hasta arcos, cintas y una gigantesca bandera argentina que tapó el salón, con entusiastas bailarines. Sorprendió que una pimpante jovencita adhiriera tanto al Mundial, ya que ella participó de la organización de su propio cumpleaños. En las mesas, sólo fútbol: las revelaciones de un gerente de Acíndar sobre la asistencia de la empresa al padre de Messi, capataz en la compañía, cuando éste necesitaba cobertura médica para hacer crecer al chico (al parecer, mejoró en 17 centímetros por numerosas inyecciones en las rodillas), quien como se sabe pasó de adolescente al Barcelona porque su club no pagó el tratamiento) o comentarios típicos sobre la formación de Pekerman, cuando no más de una observación sobre el DT.
Anecdotarios sobre la cartera laboral: un seminario de hace pocos días, con los ministros Carlos Tomada y Daniel Filmus (sobre como los emigrados pueden colaborar con sus países de origen), se cerró con un cóctel con académicos de Israel, el Reino Unido, México, funcionarios del Banco Mundial y la curiosidad es que se servía vino, blanco y tinto, El Montonero. «Bueno», cerró otro, «antes se servía vino Menem.» Con ojos indignados muchos empresarios observaban a los jueces laborales: la verdad, nadie sabe ni entiende el Derecho que interpretan y que, cada vez en forma más creciente, complican a las compañías y enfrían las inversiones. En las cercanías, un gran factótum de todo ese desvarío, el diputado Recalde, casado justamente con una magistrada del fuero. De lo general a lo particular, en temas empresarios había burlas sobre la conducta de Alfredo Coto, el supermercadista que adoraba a Carlos Menem -por decir algo- y, debido a esa devoción, fue cruelmente castigado en público por Néstor Kirchner, quien ahora lo tiene como empresario privilegiado e íntimo de su corte (como se demostró en España, ya que el mismo mandatario piloteó una gestión especial para hacerlo entrar a un almuerzo en La Moncloa). Siempre hay que recordar una de las verdades kirchneristas: no escuchen lo que digo, miren sólo lo que hago.
Pero los expertos en recursos humanos de la fiesta parecían interesados en otro testimonio, menor quizás, pero certero: una señora denunciaba el trato discriminatorio que se les da a los clientes de la cadena Easy, pues han montado un sistema de seguridad por el cual, a presuntos sospechosos -como si tuvieran un sistema lombrosiano de categorías- hasta les sellan el ticket aun cuando la gente paga correctamente (y por lo tanto lo señalan en el número de la tarjeta de crédito) como prevención de posibles delitos futuros. Insólito trato, casi de republiqueta, con modales aun peores y una prescindencia absoluta de la Justicia hasta ahora y de la Secretaría de Defensa del Consumidor. De ese oprobio, al humor, casi negro: comentaban que Quilmes, el año pasado, había diseñado una campaña publicitaria con el concepto de que los jugadores argentinos eran tan buenos que finalmente servirían para pagarle al Fondo Monetario Internacional. Pero, como Kirchner le pagó anticipadamente al Fondo, la campaña cervecera hubo que tirarla a la basura.
De los 15 a los 50. Con 300 invitados y Orly Benzacar, la galerista, celebrando su cumpleaños en la playa de estacionamiento del MALBA, obra que la Municipalidad le hizo construir al recién casado Eduardo Costantini como castigo por haber establecido un museo (y vulnerar algunas medidas de edificación). Como suele estar vacía, esa playa también en ocasiones es una disco fashion. La cambiaron, claro, con luces, videos, pinturas, esculturas y abundante humo, paisaje psicodélico para un DJ y los cócteles, casi una pareja necesaria. Artistas de todas las edades, de Clorindo Testa a Rogelio Polesello, sin olvidar a los jóvenes y transitorios Mondongo. Tampoco faltaron Guillermo Kuitca, Adriana Rosenberg, Cynthia Cohen, Norberto Frigerio, empresarios como Werthein o Tonconogy, artistas de otras disciplinas y una suerte de sátiro que aparece en más de una vernisagge. En rigor, el personaje -con colita en su cabello blanco, veterano- aprovecha cierta debilidad de los festejantes y el clima (notable cómo la gente bailaba frenética y se besaba) e intenta prodigar caricias eróticas. En esta ocasión, lo hizo con una conocida crítica de arte y hasta casi tiene éxito en sus avances. Aunque, como ocurre en estos órdenes, cuando la dama -de excelente reputación, por otra parte- se entusiasmó con la propuesta, el sátiro demostró que no es de barrio y huyó como si lo suyo fuera nada más que un juego.
Vamos a terminar con un chiste muy a tono con la época que se vive. Un hombre, en un bar, les relata a sus amigos:
-Ayer a la tarde estaba mirando el Mundial lo más tranquilo cuando vino mi mujer a buscar charla. Como estaban en el entretiempo, nos pusimos a hablar. Y ella sacó el tema de qué hacer respecto de la vida y la muerte, el respeto al ser querido, la voluntad de seguir cuando ya no hay ninguna esperanza... Y le dije: «Nunca, nunca me dejes vivir en estado vegetativo, dependiendo de una máquina y líquidos que salen de una botella. Si me ves en esas condiciones, desenchufá todos los artefactos que me mantienen vivo».
Uno de los amigos pregunta:
-¿Y ella qué te dijo?
-Nada, no me dijo nada; la hija de mala madre se levantó, me desenchufó la tele donde estaba viendo el partido, y me tiró la botella de cerveza a la basura...
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