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PORTINARI: PINTURAS Y RECUERDOS
Ampliamente documentada, la muestra Portinari, que en estos días exhibe la Fundación Proa, permite explorar la obra del artista brasileño y sus afinidades estéticas con los argentinos. Pero, además, refleja el esplendor intelectual de Buenos Aires en la década del '40. En mayo de 1947, el artista brasileño Cándido Portinari viajó a la Argentina con su mujer uruguaya, María Victoria Martinelli, y su hijo Joao, quien en estos días y luego de casi 60 años regresa a la Fundación de La Boca con una exposición de su padre.
Durante su estancia en la Argentina, Portinari expuso sus obras en el Salón Peuser y dictó la conferencia "El sentido social del arte" que luego reiteraría en 1948 en Montevideo. En ese entonces, el diario "Crítica" registró no sólo el éxito de la muestra sino que destacó ese momento privilegiado: "En Buenos Aires se han dado cita altas expresiones de las artes y las ciencias", personajes como, entre otros, André Maurois (Portinari ilustraría en 1957 varias de sus novelas para Gallimard), Pablo Neruda, María Teresa León, León Felipe, Enrique Amorim, George Duhamel, Rafael Alberti y Nicolás Guillén, que entablaron amistad con Portinari.
Entre los documentos que rescatan las investigaciones de Andrea Giunta y Cecilia Rabossi para la muestra de Proa figuran los diarios de época y la entrevista de María Rosa Oliver a Portinari que publicó la revista "Sur". También están las imágenes tomadas por el escritor uruguayo Amorim que, con su cámara de aficionado, dejó testimonios de un encuentro donde el pintor brasileño aparecía retratado junto a su mujer y su hijo, en medio del campo argentino.
Hoy, la vista de estas imágenes despierta emotivos recuerdos de Joao Portinari: "Extraño esos momentos tan mágicos que pasamos en Buenos Aires, y a tantos queridos amigos que hicimos en esa ocasión. Me acuerdo de Aitana, la hija de Rafael Alberti, y de las prolongadas conversaciones que tuvimos (aunque ambos éramos niños) sobre la 'piedra filosofal' y otros tópicos de alta ciencia".
Portinari había llegado a Buenos Aires precedido por su fama de artista capaz de transmitir la realidad social de su pueblo, con una obra que, según los críticos de la época, incitaría a "barrer" con el "amaneramiento" y el "remilgo de oficio" que "abruma la pintura argentina". Para agasajarlo se realizó una comida en el hotel Ambassadeurs, y Guillén escribiría: "¿Cuántas personas había aquella noche, la siguiente a la apertura de la exposición? ¡Qué sé yo! Quinientas, tal vez; acaso más... Un grupo de pintores argentinos decoró el menú, delicadamente impreso, cada uno con un motivo diferente, y hasta yo escribí un son, que escondí humildemente entre los dibujos: 'Para Cándido Portinari, / la miel y el ron,/ y una guitarra de azúcar/ y una canción/ y un corazón./ Para Cándido Portinari,/ Buenos Aires y un bandoneón...'". En este homenaje, Berni, Forner, Spilimbergo, Pettoruti, es decir, abstractos y figurativos sin distinción, le dedican sus dibujos, impresos en el menú.
Durante la estadía de Portinari en Buenos Aires y en Montevideo, ciudades donde se refugió entre 1947 y 1948 huyendo de la persecución política de Brasil, Rafael Alberti le dedicó cinco poemas ilustrados por él que ahora se exhiben en Proa. Como "Espantapájaros", una bellísima pintura de esa serie (que podría ser la que compró Amorim), y que también se puede ver en Buenos Aires. En suma, se trata de una muestra que, más allá del encanto de la obra, reúne los hilos que durante más de media centuria estuvieron dispersos; permite que algunos protagonistas (como Joao), los historiadores del arte y el espectador vuelvan a tejer la interesante trama de esa historia.
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