“La escena independiente resignifica al teatro todo el tiempo. En Buenos Aires somos los grandes experimentadores del teatro, y lo digo después de haber viajado por todos lados”, dice a este diario Toto Castiñeiras, exponente del teatro físico y clown, que lleva 15 años viajando con el Cirque du Soleil (Quidam) y que, en sus pausas, presenta espectáculos propios como “Voraz y melancólico”, que puede verse los sábados a las 18 en Nün Teatro. La obra cuenta una historia de amor trunca, protagonizada por La rubia y El lobo, y transcurre entre los retablos y puestos de una kermese, con música en vivo. Dialogamos con Castiñeiras.
Castiñeiras: "Nuestra Ciudad resignifica el teatro permanentemente"
Integrante del Cirque du Soleil, está presentando en estos días su propia obra, "Voraz y melancólico".
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Periodista: ¿De qué trata el espectáculo y cómo se plasma la peculiaridad del trabajo corporal que lo caracteriza?
Toto Castiñeiras: Esta obra empezó a la inversa de lo que suelo hacer. En general comienzo por un trabajo corporal, plasmo primero la acción física pero sin abordar temas. Recién después, a partir de esa máquina corporal, rítimca y de equilibrio detecto temas, planteo conflictos y se arman situaciones. Pero esta vez armé primero el texto y tuve la obra en la cabeza en su totalidad. Sin embargo, aunque el proceso fue bastante diferente el resultado fue similar a los anteriores.
P.: ¿Cómo surgió esta obra con un hombre lobo?
T. C.: Partió de estudios de licantropía que hice, y tomé la historia del lobizón porque además me aportaba algo del contexto norteño. En general me interesa lo rioplantense. Transcurre en una elección de la reina de la yerbamate donde se produce el encuentro entre dos jóvenes, uno que tiene el destino trágico del séptimo hijo varón y ella, una mujer a quien se le pasó el tiempo de ser reina y sin embargo concursa. En ese cruce aparece la ferocidad y el amor verdadero, que de concretarse, él no se convertiría en lobo. Pero no me interesaba la leyenda de la luna llena sino cómo sintonizaban y cómo el enamoramiento provoca la ferocidad. La contradicción de verse reflejado en el otro y a la vez la pérdida de identidad.
P.: Por su formación, ¿qué aparece primero a la hora de escribir una nueva obra?
T. C.: Para escribir me tiene que entrar más por el nervio óptico que por el cuento. Cuando escribí esta obra me imaginé una tarima elevada con tres actores y una coreografía, siempre tuve la imagen de una especie de tablado de kermese, además de una danza folclórica como el movimiento de las sambas. Trabajo con los actores primero lo corporal y llegado el momento les explico, es decir, sobre el final cuando se aburren de interpretar sólo cuerpo, les cuento de qué va y ahí comprenden, es una suerte de magia para que el proceso sea largo y la búsqueda tenga más sutileza. Primero es la acción física, luego la figura, más tarde la situación, de allí parten los vínculos y finalmente la situación.
P.: ¿Qué lugar tiene el clown y el teatro físico en la escena teatral?
T. C.: El alternativo, que es el ámbito de investigación, se está abriendo mucho y debería abrirse más al teatro que no es de texto. A mi teatro lo bautizo físico para que el público sepa qué va a ver pero para mi es teatro a secas, además tiene textos larguísimos.
P.: ¿Cómo es vivir del teatro en este país que, sin embargo , tiene la escena off más grande?
T. C.: Es el lugar ideal para cuestionarse y entregarse al trabajo, uno no puede pretender vivir de esto, es difícil conseguir subsidios o financiación, sin embargo, en cuanto puedo parar, vuelvo a hacer teatro acá porque es centro de experimentación.
P.: Dice que no se puede vivir de esto, pero usted es un privilegiado al trabajar para el Cirque du Soleil...
T. C.: Lo soy y paré el mes pasado, después de 15 años constantes, porque quería montar estas obras y reconectar con actores de acá, con mi compañía. Ahora me voy en diciembre con mis obras y quizá vuelva con el Cirque el año próximo pero la intención es seguir generando. Es bueno estar acá.
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