30 de enero 2014 - 00:00

Deliciosa fábula de zorro e ingenua

Emma Thompson compone con admirable detalle a la compleja e imperativa autora de “Mary Poppins” y hay que ver cómo Tom Hanks la va trabajando con amorosa paciencia, hasta conseguir lo que quiere.
Emma Thompson compone con admirable detalle a la compleja e imperativa autora de “Mary Poppins” y hay que ver cómo Tom Hanks la va trabajando con amorosa paciencia, hasta conseguir lo que quiere.
"El sueño de Walt" (Saving Mr. Banks, EE.UU-, 2013, habl. en ing.). Dir.: J.L. Hancock. Guión: K. Marcel, S. Smith. Int.: T. Hanks, E. Thompson, P. Giamatti, B.J. Novak, J. Schwartzman, M. Arthur, C. Farrell, A. R. Buckley, R. Wilson, R. Griffiths.

Actuaciones deleitables y una historia de creciente interés: la puja de la novelista P.L. Travers, creadora de "Mary Poppins", que detestaba la cultura popular norteamericana, contra Walt Disney, su libretista Don DaGradi y los músicos Robert y Richard Sherman, a propósito de la comedia que ellos querían hacer, y ella temía que hicieran. Paralela a esa historia, hay otra, recuerdos de una infancia imaginativa y golpeada en la mente de la escritora. Y a todo lo largo hay sonrisas y tristezas, padres que asumen de diverso modo sus deberes, distintas miradas a la vida, la alegría y los dolores. Y un guiño a las habilidades de compra-venta del show business.

Puede objetarse un poquito el espacio y el estilo dedicados a la parte evocativa de la niñez. Pero casi todo es delicioso, empezando por las actuaciones. Emma Thompson compone con admirable detalle a una mujer compleja, imperativa, que se quedó sola en un mundo ajeno y no quiere mostrarse débil. La película es primordialmente suya, hasta que Tom Hanks toma la palabra. Hanks sólo se parece a Disney en lo fino del bigote, pero la mirada zorruna y los gestos de vendedor simpático son impagables. Hay que ver cómo su personaje le enrosca la víbora a su víctima más preciada, con amorosa paciencia, hasta conseguir lo que quiere.

Junto a ellos, Paul Giamatti es un chofer de igual paciencia y práctica sabiduría, Bradley Whitford un curtido dibujante y guionista de la empresa, Ronan Vibert el representante de la escritora, B.J. Novak y J. Schwartzman los míticos Robert y Richard Sherman cuando eran flacos, la gordita Michelle Arthur, Kathy Baker y Melanie Paxson las secretarias bien onda 1961-64, época en que se ambienta la parte hollywoodense.

Los rostros de todos, vestuarios, colores y expresiones, evocan alegremente el mundo de las películas Disney de aquel entonces. Ni qué hablar, cuando participamos de una breve visita a la original Disneylandia, que es una de las escenas más lindas, como la escena de un baile inesperado y la del final, gran momento de Thompson que remata con una pregunta de exacta ambigüedad, de esas que la gente comenta a la salida. Pero no hay que apurarse a salir: ya terminando los créditos, surge un bonus imperdible, tomado de los archivos de la compañía.

Director, John Lee Hancock, un poco al nivel de Robert E. Stevenson. Libretistas, Kelly Marcel y Sue Smith, dos que parecen tan hábiles para fregar como para cocinar y quedar bien con todos.

La niñera imaginada por P.L. Travers se parecía más bien a su tía Ellie, flaca seca, lúcida, mandona y sorprendente, que aparece representada en una parte de la película. Travers escribió ocho libros con ese personaje, editado una sola vez en castellano.

Don DaGradi fue dibujante, animador y libretista de Disney de 1940 a 1972. A señalar, su participación en "La dama y el vagabundo", "Peter Pan", "La bella durmiente", "Pollyanna", "Operación Cupido" y, claro, la libre adaptación de "Mary Poppins" (completada en segunda instancia por Bill Walsh). Y los hermanos Sherman hicieron todas las canciones de "Mary Poppins", "El libro de la selva", etc. y otras cuantas para diversos cantantes, desde Gene Autry a Ringo Starr. Dicen que Disney los oyó en la radio, los llamó y les ofreció armar la historia de una nana mágica a través de canciones. "¿Saben qué es una nana?" "¿Una cabra?". "Están contratados". ¿Cómo no iba a desconfiar doña Travers?

A Robert se lo ve renguear. Es un recuerdo de guerra. Otro que le quedó para siempre fue cuando abrió el portón del campo de Dachau. Pero su hijo comentó al despedirlo: "Mi padre volvió con una sola idea: brindar felicidad. Y creo que lo logró. O, como más o menos sintetiza Hanks en esta película, "Todos tenemos nuestros cuentos tristes, pero no se quede metido en los suyos".

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