12 de abril 2010 - 11:43

Boca se lució de la mano de Palermo y Riquelme

Boca apabulló a Arsenal por 4 a 0, y el 12 de abril de 2010 se habrá de recordar como el día en que Martín Palermo, con 220 tantos, se convirtió en el máximo goleador de la historia del club de la Ribera.

Y tal vez eso aparezca como algo incluso más importante que el hecho de que Boca no solo jugó el partido que su gente estaba reclamando, convirtiendo cuatro goles, sino que demostró, por encima de todo, que es capaz de volver, aún de donde casi nunca se vuelve y lograr aquello que hasta hace unas fechas, parecía imposible: que no le conviertan goles.

Entonces, para Roberto "Tito Pompei, su debut como técnico no pudo ser más auspicioso. Boca se fue aplaudido, llevándose todas las mieles de una hinchada que ansiaba un grito como el de aquel primer gol que superó la barrera de Roberto Cherro y abrió el camino.

No fue bueno el primer tiempo, no en la medida en que el fervor de la gente lo supone. Boca fue más desde el momento mismo en que Collado pitó por primera vez. Un equipo parado en la cancha como si el tiempo no hubiera existido, como si el torneo empezara hoy, al fin y al cabo, ese mini torneo del que habló Pompei cuando asumió este compromiso de resucitar al xeneize.

Con Riquelme conduciendo al equipo, todo resultó más fácil. Hubo marca en el medio, cortando la circulación entre Sena y Aguirre, hubo entrega para la recuperación en las piernas de Gaitán, de Chávez, de un inmenso Medel y hasta del propio Riquelme. Hubo pasión, fuerza, empeño y vergüenza en Palermo y Gaitán y Boca comenzó a revivir.

En los primeros minutos ya los ahora dirigidos por Pompei, insinuaron que la motivación era distinta y Campestrini lo padeció, pero no fue hasta los 9 cuando entre Gaitán, Riquelme y Chávez construyeron una pared monumental que dejó al 10 solo frente al arquero y en un alarde de generosidad, cuando tenía todo facilitado para la conquista,
Riquelme le cedió la gloria a Palermo para que ingresara definitivamente en la historia de la entidad de la ribera.

No se habían acomodado en el festejo, cuando otra vez el toque sutil del 10 le abrió la puerta, ahora a Chávez, para un nuevo grito. Parecía que se venía la goleada, pero este Boca recuperó sólo parte de la memoria y por momentos se volvió a perder en sus propias imprecisiones, claro que ante un Arsenal que no encontraba el rumbo, todo se hacía más sencillo. Si hasta la defensa, otrora factor de desequilibrio negativo, hoy se mostraba segura y eficiente.

Boca tuvo otras chances, un remate de Gaitán a los 28, un cabezazo de Medel diez minutos más tarde, pero no mucho más. Arsenal apenas un débil remate de Nervo a los 30.

El gol de Riquelme, apenas iniciado al segundo parcial, terminó tempranamente con cualquier atisbo de reacción de Arsenal. A partir de allí todo fue de Boca, que siguió jugando a un ritmo cansino, sin demasiadas preocupaciones.

La cuarta conquista, segunda de Palermo, solamente puso el broche a la noche que el 9 estaba esperando desde hacía mucho tiempo. Boca renació, de la mano de sus históricos y demostró que todavía tiene memoria.

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