Todo pintaba para una nueva frustración. La selección juvenil era superada netamente por Uruguay. Algunos hasta temían una goleada, pero el equipo de Tocalli reaccionó a tiempo y, con mucha persona-lidad, le empató el partido en un gol y terminó dejando una mejor imagen que su rival. Tanto que los uruguayos festejaron el empate, como si fuera un triunfo.
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Uruguay fue ampliamente mejor a lo largo de la primera etapa. Mostró como puntos más altos el despliegue de Carlos Diogo y Jorge Martínez por los costados y la habilidad de Rubén Olivera. No anduvieron bien los delanteros Guerrero y Andrés Rodríguez, si no, el resultado con que se fueron al descanso hubiese sido mucho más amplio. Argentina nunca encontró la pelota y, cuando la tuvo, fue desperdiciada por la desprolijidad de Carlos Tevez, que tenía la obligación de enlazar a un timorato mediocampo (más preocupado en defender que en atacar) con los dos delanteros, que quedaron aislados y casi no tocaron la pelota.
Uruguay, en cambio, mostraba prolijidad en todas sus líneas y, si no se fue al descanso con más goles de diferencia, fue por un par de atajadas de Gustavo Eberto.
En el segundo tiempo, la entrada de Carrusca le dio más personalidad al mediocampo argentino, que ya no se quedó tan atrás y salió a buscar el em-pate. Tocalli sacó a Barbosa para poner a Pisculichi y modificó el esquema, para presionar más arriba. Uruguay fue después el que cometió el error de refugiarse muy atrás. Con eso le dio más chances al ataque argentino, y el arquero Silva tuvo que salvar dos situaciones muy peligrosas ante los pies de Rivas (que en ese lapso tuvo más participación en el juego).
Uruguay quiso jugar de contraataque, pero muy pocas veces lo logró. En cambio, la Selección argentina, con terreno y pelota, mostró personalidad y, por eso, no extrañó que empatara el partido con una media vuelta del mediocampista de Argentinos Juniors Leonardo Pisculichi. Fue un premio a la personalidad de los chicos argentinos y un castigo para los uruguayos, a los que siempre se alaba por su «sangre charrúa», pero que anoche no hicieron honor a ella y pagaron muy caro su avaricia.
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