11 de febrero 2020 - 00:00

Los dos escenarios económicos de 2020

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Usualmente, los economistas argentinos presentamos a inicios de cada año un esquema de pronósticos de tres escenarios. En parte esa metodología nos cubre de eventuales “pifies” que podrían despertar reclamos entre eventuales clientes. Ocurre que con tres escenarios básicamente se cubre el 90% de las posibilidades a la vista que hay y aún eventos que cuentan inicialmente con baja probabilidad pueden terminar siendo incluidos en el régimen de probabilidades.

Sin embargo, todo indica que en este 2020 las cosas pueden ser bien diferentes, habiendo solo dos escenarios factibles, haciendo prescindible un tercero. ¿Por qué? Porque la renegociación de la deuda tiene una importancia de tal magnitud que divide los escenarios probables para Argentina básicamente en dos. Una cosa es si la renegociación de la deuda sale bien y otra muy distinta si sale mal. No cabe el escenario de que la renegociación de la deuda salga más o menos. O sale bien, y se puede respirar tranquilos, o sale mal y hay que tomar medidas de emergencia. Al respecto, llama poderosamente la atención el retraso temporal que lleva esta cuestión: se sabe desde hace rato que los vencimientos del cuatrimestre marzo-junio son muy elevados. Y las compras de dólares por parte del BCRA que sirven para atender esos vencimientos son muy escasas. Apenas si alcanzan para pagar los vencimientos - magros por cierto- de enero y febrero. Esta es una luz amarilla, dado que no hay experiencia en Argentina de planes inicialmente exitosos que no hayan contado con la gran ayuda de ventas iniciales de dólares por parte del sector privado muy elevadas que hayan bastado para pagar los vencimientos iniciales de un plan económico. En este caso no es así. Ocurre que el dólar de $63 habría quedado demasiado bajo. Ello ha motivado a que el Ministerio de Desarrollo ya haya pedido a las empresas -y conste que esto recién está empezando- estimaciones preliminares de las importaciones que piensan realizar por lo que resta de todo el año, lo cual ya marca que se puede ir poniendo las barbas en remojo en el sentido de que habrá que ir pensando que en algún momento, no demasiado lejano en el tiempo, habrá que pensar en golpes de timón importantes en relación con el tipo de cambio.

Sin embargo, el Gobierno cuenta con la buena fortuna inicial de que si la renegociación de la deuda sale bien, se puede retrasar una buena cantidad de meses un ajuste severo del bajo tipo de cambio actual por la sencilla razón de que con miniajustes periódicos en el tipo de cambio de $63 (ninguno de ellos superando quizás el 10%) se podrá sobrevivir 2020 sin mandar el dólar y la inflación a las nubes. A eso es lo que aparentemente desde el Gobierno se menciona como la balada del “tengo un plan pero no lo puedo decir” para lo cual se espera la fecha mágica del 31 de marzo.

¿Cuál ese plan que se tiene y no se dice? Pues la respuesta sería muy sencilla: si los retrasos cambiario y tarifario surtieron efecto en bajar algo la inflación, se podría -con la ayuda de una buena renegociación de la deuda- administrar la indexación de las variables entre abril y diciembre gozando de una tasa real de interés relativamente baja. A eso es lo que podríamos llamar “el escenario benigno”, el que el gobierno estima que puede llevarlo a una inflación total para todo el año del 40% o incluso menos, pero que desde aquí interpretamos que es un escenario de mediocridad económico-financiera que difícilmente impida que el Gobierno vaya dejando jirones de popularidad en el camino. ¿Por qué el Gobierno ve esta situación de manera incluso optimista? Cuesta precisarlo, pero los funcionarios, sorprendentemente, parecen haberse convencido de que este camino los puede llevar a un escenario muy bueno de crecimiento económico. Parecen creer que la economía puede recuperarse, quizás tibiamente en la segunda mitad del año y con más fuerza en 2021. Como a su vez las elecciones caen a fines de 2021, parece estar instalada la idea de que la popularidad -y los votos- van a seguir acompañando al Presidente de manera firme. ¿Novela de realismo mágico al estilo “Cien Años de Soledad”? Probablemente sí. No obstante esto es lo que le habrían prometido al Presidente algunos de sus más altos funcionarios de Economía y de Desarrollo y esto es lo que él mismo habría comprado. ¿Habrá comprado entonces Alberto Fernández un buzón colorado para colmo en épocas en las que ya nadie envía cartas de amor? Sólo el tiempo lo dirá.

Ese es entonces el escenario “benevolente”. El otro, el de temer, es el que se produciría en el caso de que la renegociación de la deuda no salga bien. Cabe aclarar que este escenario no parece tener una probabilidad mayoritaria. O sea, puede pensarse que lo más probable es que la renegociación de la deuda concluya bien. Sin embargo, el raro traspié producido con el canje del AF20 en la primera licitación en la que sólo el 10% de los bonos licitados fueron canjeados y el problema acaecido entre Fidelity y la provincia de Buenos Aires abren un signo de interrogación despertando algunas dudas de lo que hasta hace semanas parecía muy seguro. Si este fuera el caso, estaríamos en problemas. Más concretamente, en graves aprietos. Si naufragara la renegociación de la deuda, los dólares de las reservas líquidas netas disponibles no alcanzarían para pagar los vencimientos del cuatrimestre marzo-junio por lo que se cerniría sobre Argentina el ominoso cono de sombra de un probable -en ese escenario- eventual default que no podría evitarse.

¿Y qué ocurriría en el caso de un default? En tal caso, la cadena de acontecimientos es sencilla de pronosticar: la presión inicial sobre el tipo de cambio podría ser formidable, lo que elevaría las tasas de interés sin que el BCRA pueda hacer nada no ya para bajarlas, sino meramente para mantenerlas. La suma de una suba desordenada del dólar oficial -y mucho más de las versiones “paralelas”- junto a la suba de tasas profundizarían la recesión cayendo Argentina durante dos o tres trimestres en una espiral recesiva de dimensiones quizás tan impactantes -o incluso más aún- a las vividas en la lamentable era Macri. ¿Y después? Después… con algo de viento a favor los mercados se irían poco a poco normalizando. El propio “default” haría con el tiempo que resulte innecesario que el BCRA junte dólares para pagar al exterior por lo que la brusca devaluación y el suculento superávit de balanza comercial que se produciría por aumento de exportaciones y la dramática caída de las importaciones terminaría por producir una llamativa suba en las reservas del BCRA, que podría incidir en un descenso en las tasas de inflación e interés, volviendo así a renacer la economía como el ave fénix de sus cenizas. Todo, claro está, con el crédito internacional totalmente cortado, con Argentina fuera del “mundo civilizado” y con la necesidad de dar una solución más bien rápida que tarde a los bonos defaulteados. Pero por lo menos puede predecirse que aún el temible “escenario default” no concluye en catástrofe, sino con el “surfista” emergiendo de la terrible ola que lo engulló. Maltrecho, herido y sangrante, es cierto. Pero… vivo a pesar de la terrible marejada del default.

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