Si el lunes sugeríamos que posiblemente era más entretenido mirar cómo se derretíaun pedazo de hielo que lo que sucedía en el mercado bursátil, lo acontecido ayer nos obliga a transformar el potencial en imperativo.
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No es que todo fuera calma, de hecho 5,5% que trepó el barril de petróleo (cuidado con creerles demasiado a los sauditas, que ya en el pasado nos desilusionaron) reflejó por dónde pasó la "acción" y por qué el S&P 500 fue capaz de ganar 0,58% (el energético es el sector de más peso) frente al magro 0,26% del Dow ( cerró en 12.523,31 puntos).
Si bien más allá de los directamente afectados por el crudo se pueden mencionar algunos papeles: 3M (el último trimestre no fue bueno), Motorola (avanza Carl Ichan), UPS (en baja a pesar de sus buenos resultados), US Steel (beneficiada por la suba del acero), etc.; lo cierto es que la semana viene "chata", tal vez esperando algún "picante" que aportaría hoy el comunicado de la Fed.
Claro que puede que nada de esto sea importante. Desde que comenzó el siglo los inversores extranjeros han volcado unos u$s 800.000 millones anuales sobre los mercados de bonos y acciones norteamericanos.
A esto debemos sumar casi tres cuartas partes de las ganancias récords de las cotizantes, volcadas a la recompra de papeles o la adquisición de otras firmas.
Este algo más de un billón de dólares anuales arribando al mercado desde 2001 justifica de sobra las subas vistas en prácticamente todos los activos financieros y por qué cuesta tanto definir el verdadero valor de las cosas (extraoficialmente, la Fed admite que las tasas están hoy artificialmente subvaluadas entre 50 y 100 puntos básicos). También explica por qué a pesar de que muchos insisten con la imposibilidad de una crisis, otros temen que una mera alteración en los flujos de fondos (como la de junio pasado) podría disparar una crisis de magnitud inesperada. A pensar.
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