Pareció salir a respirar a la superficie, un sector accionario que vive bajo el agua y ha desarrollado la capacidad de adaptación, a un medio que se le presenta sumamente hostil. En cualquier país del mundo, la labor de un mercado de riesgo sin contarse con circuitos mínimos del crédito, o sin asistencia financiera, y con un contexto político inestable, coronado por una economía en default público y privado: resultaría casi un milagro bursátil, digno de estudiarse en las principales aulas magnas. Y, sin embargo, se mueve... apuntaría un resignado Galileo de la Bolsa, al ver que después de tanta torsión (con tres ruedas buenas, por 21 malas) se cerró el viernes con aumento de 2,2 por ciento...
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Como llevaba por el viento, «en el aire» y ya sacando partido de la vuelta a la modalidad de los plazos, la jornada final alcanzó, para paliar, un período que quedó bajista de más de 7 por ciento. Esta vez, en un mundo que tampoco la sacó favorable y cayendo 4,7% el Bovespa y 3,4 por ciento el Dow.
La pregunta, por si faltaba alguna, es qué sucederá con un vecino brasileño que ya muestra grietas graves y que así como fue contagiado, es capaz de expandir la peor de las epidemias: las de un gigante en crisis. No solamente hay que monitorear ahora lo interno, las aguas están bajando turbias de todo el Mercosur. Cuidado...
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