Crece la controversia por el faraónico tren bala a Rosario
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¿Por qué el gobierno decide invertir u$s 3.000 millones en un tren que no sólo no devolverá ese monto, sino que, además, requerirá enormes sumas anuales en mantenimiento y subsidios para sufragar su seguro déficit? Esa pregunta no encontró respuesta aún desde la Secretaría de Transporte que comanda el siempre activo Ricardo Jaime. Sólo hay una graciosa foto del funcionario con una maqueta del tren bala como si fuera un Scalextric.
De todos modos, no hay dudas de quién pagará esa fiesta: el Presupuesto nacional contiene una partida de $ 4.000 millones para sufragar obras como el soterramiento del ferrocarril Sarmiento entre Liniers y Caballito, la compra de centrales térmicas y otras obras públicas. De esa cifra, $ 1.200 millones son un anticipo para el TAVE, o sea cerca de 10% de su valor total, y esto sin que ni siquiera se hayan definido aspectos del proyecto tan básicos como -por caso- su traza. El peligro más grave es que se desembolsen esos $ 1.200 millones y después el tren quede en la nada: la pérdida sería total para el fisco.
Hace dos semanas, el gobierno anunció que el banco francés Société Générale -que hasta hace algunos años mantenía abiertas sucursales en la Argentina, pero que se retiró tras la crisis de 2001, tendría a su cargo la financiación del proyecto. A la SG la acercó la propia Alstom.
Sin embargo, es un secreto a voces que será el Estado quien pague -y por adelantado- las obras con fondos de la Tesorería; además, en caso de que el tren resulte deficitario -como prevén todos los expertos en transporte-, habrá un bono garantizado por el Estado como colateral para los fondos que aporte la entidad financiera francesa.
¿Por qué será deficitario -se presume- este tren? En 2003, TBA -de los hermanos Cirigliano y concesionario del ramal Mitre- hizo un estudio para determinar la factibilidad de poner un servicio de tres frecuencias diarias entre Retiro y Rosario (de ida y otras tantas de regreso) que sería prestado con triplas diésel-eléctricas.
Se trata de formaciones de tres vagones, equipadas con confort razonable y capaces de desarrollar velocidades de hasta 100 km/hora. El cálculo más optimista de ese estudio indicaba que se podría captar hasta 50% de los pasajeros que viajan por micro, cobrándoles $ 35 cada tramo; con esas cifras no alcanzaba para pagar el material rodante. El total de la inversión eran modestísimosu$s 10 millones.
En sentido inverso, podría decirse que las grandes obras de infraestructura provocan afincamientos de población, desarrollo de las áreas que atraviesan y mayor actividad económica. Esto es cierto en parte: el desarrollo que tuvieron las áreas linderas al nuevo Acceso Norte no son ni remotamente comparables a las que están junto al Acceso Sudeste, por caso.
De construirse, el tren viajará a unos 250/280 km/hora, pero para eso habrá que recurrir a expropiaciones en varios puntos de la traza: las curvas que se dan a esas velocidades no tienen el mismo radio que las de un tren común. También habrá que resolver el ingreso a Buenos Aires y a Rosario: para cubrir el trayecto en el tiempo prometido, tendrá que «salir volando» ya desde la terminal.
Todos estos datos parecen abonar la dudosa factibilidad del TAVE a Rosario, al menos en términos racionales económicamente hablando. Los montos que se destinarán a esta iniciativa serían suficientes -como se dijo- para paliar buena parte del déficit de casas del país o para hacer tres trenes de alta prestación o inclusive para rehabilitar el Belgrano Cargas, necesario para sacar la cosecha por el Pacífico. Algunos tienen la esperanza de que se trate simplemente de un anuncio de obras preoctubre a velocidad de tren bala. Pero otros, en cambio, suponen que ya está demasiado comprometido el proyecto.
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