30 de enero 2003 - 00:00

Diálogos en Wall Street

(El diálogo es con un operador de la Bolsa de Nueva York a quien se denomina Gordon Gekko en alusión al personaje que interpretara Michael Douglas en el film «Wall Street». El tema es la guerra con Irak y su efecto sobre las inversiones. También preocupan la debilidad del dólar y la política monetaria norteamericana. Hay temor porque Wall Street vuelva a los mínimos de octubre pasado.)

Diálogos en Wall Street
PERIODISTA: No se observan buenos augurios. Wall Street tambalea. Suben el oro y una variedad amplia de commodities. Los vientos de guerra resuenan de nuevo y todo lo que se mueve y valoriza representa protección contra la incertidumbre más que confianza en la marcha de los negocios... ¿Qué pasa?

Gordon Gekko:
El recreo que empezó en octubre se está acabando. Es -después de todo- el escenario que teníamos en mente. En rigor, resultó la variante más prolongada. Disfrutamos una tregua muy reconfortante -desde los convulsionados mínimos de octubre-, como quien dice, navegando contra la corriente principal. Esta paz de los mercados se hará muy difícil de sostener en febrero...

P.: Irak es el villano...

G.G.: Así parece. Pero si no fuera Irak, otra excusa igual hubiera surgido. En el fondo, el problema es que la convicción de los inversores no se reconstituye... No, al menos, en esta franja de precios. Y, por cierto, no se puede achacar a Irak toda la responsabilidad.

P.: ¿Vuelven los barquinazos propios del mercado bajista («bear»)?


G.G.:
Eso es lo que cabe esperar...

P.: ¿Cree que Wall Street deberá confrontar otra vez con los niveles mínimos de octubre?


G.G.:
Eso creo también. Después de todo, la Bolsa no pudo escalar a niveles superiores a los que marcó en su «rally» anterior de julio-agosto. Ese era el desafío pero no lo logró y el tiempo más benigno para alcanzarlo se agota.

P.: El NASDAQ sí lo consiguió.


G.G.:
Sólo el NASDAQ (que también quebró la «media» de 200 ruedas). Pero en su conjunto el mercado fracasó en poner una pica en Flandes. Y eso lo deja muy vulnerable a una recaída.

P.: ¿Por qué?

G.G.: Es la lógica de hierro desde que arrancó el mercado «bear» en 2000. Cada rebote -que los ha habido varios y de envergadura- lo impulsa a un máximo menor que en el episodio anterior. Y cada «piso» ha sido también inferior a su predecesor. Es un subibaja con «máximos» y «mínimos» decrecientes que tritura al inversor que mantiene -pasivo- sus acciones en cartera...

P.: ¿Qué papel juega el dólar en todo esto?


G.G.:
El dólar fuerte es el último de los mohicanos. El resabio postrero de lo que fue la confianza ciega en los Estados Unidos de la segunda mitad de los '90. No sorprende que retroceda; la incógnita es, más bien, por qué no lo hizo antes... Diría que llega dos años tarde.

P.: El presidente Bush cambió de secretario del Tesoro y ahora el dólar se diluye con facilidad. ¿Implica esto el final de la política del dólar fuerte? ¿O cree que el secretario Snow saldrá a defender el valor de la moneda?


G.G.:
Recuerdo que una mayor debilidad del dólar era una de las predicciones que hicimos cuando se fue Paul O'Neill.

P.: El mercado iba a poner a prueba las convicciones de Snow...


G.G.:
Sí. Pero la tendencia de fondo no dependía de O'Neill como no depende ahora de Snow. El dólar fuerte se termina mucho antes de que termine la política del dólar fuerte. No importan las palabras. Ni el discurso oficial.

Irak puede parecer la causa circunstancialmente pero la verdad es que es el diseño fuertemente expansivo de la política fiscal y monetaria norteamericana la razón última para apostar a este escenario.

P.: A menos que la economía de los Estados Unidos se recupere. No se olvide que, con todos sus problemas, Estados Unidos retiene el liderazgo en términos de crecimiento si uno compara con Europa y Japón...


G.G.:
La economía norteamericana se recuperó de la recesión de 2001. Como usted dice, es de nuevo la región de más pujanza en el globo. Pero no basta.

P.: ¿Cómo que no basta?

G.G.: Es muy simple. Bush anuncia un nuevo paquete de recorte de impuestos. La Fed también se acomoda. La economía crece pero no lo suficiente para comenzar a recoger el barrilete del estímulo fiscal y monetario. Más bien, todo lo contrario. Se avizora una nueva ración y bastante generosa. El conflicto con Irak, por cierto, tampoco ayuda. Y los nubarrones que se acercan a los mercados de capitales, menos.

P.: ¿Un euro fuerte no terminará de ahogar a la maltrecha economía europea? No lo digo yo; lo apuntó Robert Mundell -Nobel de Economía 1999- recientemente en Davos...


G.G.:
Las exportaciones fueron el único segmento vigoroso en las economías de Europa durante 2002. Se hará más difícil este año con un euro más elevado pero no imposible. No se olvide del efecto renta: cuánto crecerán los Estados Unidos es un punto clave. A la par, con un euro en alza, consolidado por primera vez desde su lanzamiento en 1999, el Banco Central Europeo podrá tornarse más agresivo en el terreno específico de la política monetaria. Y, por cierto, hay más margen aquí para bajar las tasas de interés que en Estados Unidos.

P.: Sin embargo ¿responderá el consumidor europeo a esa fuente de estímulo?


G.G.:
Entiendo el escepticismo. Le diría que lo comparto para la primera mitad del año, inclusive. Pero no es un capítulo cerrado para más adelante. Es obvio que si el gasto interno -consumo más inversiónno responde, una suba persistente del euro será como ajustar cada vez más el nudo de la corbata...

P.: Como sea, todo apunta a una gran vitalidad monetaria. En Estados Unidos como en Europa (y desde ya en Japón) los grifos de la liquidez se abrirán de nuevo...


G.G.:
No tenga dudas.

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