De cara a las elecciones, los cinco candidatos presidenciales tuvieron un punto de contacto en sus campañas: la necesidad de un cambio en la economía. En el marco de propuestas tan disímiles (radicalizadas en algunos casos), la baja de la inflación y la acumulación de dólares aparecen como desafíos centrales para los economistas consultados por Ámbito. Por el contrario, hay diferencias respecto de la importancia del acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI), al cual algunos interpretan como un problema de segunda línea.
Dólar, inflación e impuestos: los focos claves para el próximo mandato, según economistas
Especialistas plantean los cambios necesarios que el presidente que resulte electo deberá afrontar. Reformas, problemas centrales y las diferencias sobre el FMI.
-
Dólar cripto: a cuánto cotiza el tipo de cambio que nunca duerme
-
El BCRA bajó la tasa: ¿qué impacto tiene en el plazo fijo, las cuentas remuneradas y el dólar?
El plan “motosierra”. Despegarse del FMI. Una economía bimonetaria. Explotar Vaca Muerta. En estos comicios el plano económico acaparó el centro de la escena y las promesas adquirieron todo tipo de forma y color. Sin embargo, la suba de precios aparece como el principal escollo para llevar adelante cualquier programa. “El principal desafío es bajar la inflación, en cualquier contexto. Hacerlo implica desplegar un plan de estabilización que puede tener implicancias en lo social. Por eso la conducción política para contener es importantísima”, resalta el especialista en desarrollo productivo y política industrial, Leandro Mora Alfonsín.
Según el Indec, el IPC sube a un ritmo mensual de dos dígitos. El último dato de septiembre indica 12,7% y 138,3% interanual. Es decir: la economía corre detrás de un régimen de alta inflación. Para romperlo, de acuerdo con el economista, la clave está en que “los macro precios, como el tipo de cambio, tarifas, salarios y tasa de interés converjan hacia un mismo lugar”. Para tales correcciones se requerirá de “la contención sobre los aspectos más sociales”, tanto como reducir las asimetrías del frente fiscal, especialmente porque las expectativas sobre el saldo comercial de 2024 son de mejora. Esto se daría por la reducción de importaciones por el gasoducto Néstor Kirchner y la suba de las exportaciones mediante una mejor cosecha, pero también, según Alfonsín, porque “el mundo incrementará la demanda sobre lo que producimos” y habrá movimientos en la tasa de interés producto del conflicto en Medio Oriente, lo que “afectará a los precios de la energía”.
Responder a estas necesidades forma parte de lo que la economista Noelia Abbate llama “programa económico de largo plazo”, el cual comienza a ver materializado a través de las inversiones energéticas y mineras. Este último sector “tendrá un papel muy importante en miras del lugar que Argentina puede tener en la actual transición energética a nivel global”. El cumplimiento de la premisa será clave para una futura renegociación con el FMI, ya que el acuerdo actual parece virtualmente quebrado por la distancia entre las metas fijadas y los números de la realidad. “Este acuerdo debería estar contemplado dentro del plan económico que se lleve a cabo en los próximos años ya que será determinante de los niveles inflacionarios que tenga el país, por lo que afectará el poder adquisitivo de los salarios y la disponibilidad de divisas que demanda la industria manufacturera en general”, opina la especialista.
Distinta es la mirada del economista del Mirador de Actualidad del Trabajo y la Economía (MATE), Lavih Abraham, quien entiende que estrechar manos con Kristalina Georgieva “no es la prioridad número uno”, como sí saber en quiénes podría recaer el ajuste macroeconómico y “qué tipo de compensaciones se van a hacer para los sectores que pierdan más, los trabajadores, jubilados, y perceptores de asignaciones”. En ese sentido, reflota la idea de un gran acuerdo nacional y político entre sindicatos, empresarios y sectores sociales para “tener responsabilidades compartidas y que (el ajuste) no recaiga sobre los más necesitados”.
Por último, para Aldo Abram, director ejecutivo de la fundación Libertad y Progreso, los cambios de acá en más tendrían que basarse en reformas vinculadas al gasto interno del Estado, la presión tributaria y a la letra de la Carta Orgánica del Banco Central, para que la entidad “no financie al gobierno”. Partiendo desde esta base, según el economista, no solo la renegociación con el FMI “será fácil y hasta incluirá recursos extras para disminuir el costo social que traen este tipo de reformas”, sino que la inflación podrá volver a un dígito anual al cabo de “cuatro o cinco años”.
Dejá tu comentario