Si alguien hubiera preferido quedarse ayer en la cama, seguramente ése fue George Bush. Apretado por la retirada unilateral de las tropas españolas en Irak en el plazo perentorio de pocas semanas, a las que se suman o no las tropas hondureñas, más las declaraciones poco felices de su ministro de Relaciones Exteriores, ratificando la idea de que la guerra contra Saddam Hussein estaba en la mente presidencial mucho antes de lo que éste admite públicamente, para terminar con los comentarios sobre un posible acuerdo secreto con los saudíes para mantener artificialmente alto el precio del petróleo y bajarlo abruptamente el tiempo necesario antes de las elecciones de noviembre como para alentar el votos de los norteamericanos por su actual primer mandatario, dio la sensación de que la consigna era "hay que pegarle a George W. Bush". Frente a esto, el mercado bursátil continuó comportándose, no vamos a decir de manera autista (aunque los magros 1.190 millones de papeles operados en el NYSE y los poco más de 1.600 del NASDAQ son claro reflejo de la decisión de no moverse de muchos inversores), pero sí como si poco o nada le importara la cuestión política y geopolítica. Como viene siendo casi una norma, lo mejor se vivió en la última hora de operaciones, pero esto no alcanzó para modificar de manera sustancial el comportamiento de los índices durante el resto de la jornada. Así, el NASDAQ, que pasó la mayor parte del día del lado ganador, cerró con una mejora de 1,24%, en tanto el Promedio Industrial quedó en 10.437,85 puntos, marcando un retroceso de 0,14%. Si quisiéramos sintetizar la rueda, podríamos decir que fue un día de "ajuste".
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