10 de agosto 2020 - 00:00

¿Con qué lógica se invierte hoy en Wall Street?

Si bien hay varios motivos por los que las acciones de crecimiento llevan la delantera, la política de mantener las tasas de interés cercanas a cero es el más relevante. Al reducir el costo del capital y de endeudamiento, las tasas actuales benefician a las acciones de crecimiento.

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Como un jugador de póker que arma todo su juego en base a una carta que está por venir, el mercado está jugado por un futuro que es, siempre, incierto. La parálisis generada por la pandemia y la consecuente destrucción de las cadenas de valor globales debilitaron los fundamentos sobre los que reposa el mercado. En el escenario actual en el que toda proyección es volátil, se atribuye más valor a historias de empresas disruptivas y con potencial de crecimiento, que a la rentabilidad en sí misma.

Es una tesis que puede definirse como inversión en crecimiento (pero con esteroides). Las rondas de estímulos, las vicisitudes propias del ciclo económico y la importancia creciente de los bienes intangibles explican porque los growth stocks lideran la tendencia alcista de los mercados de capitales.

En pocas palabras, la inversión en crecimiento consiste en adquirir acciones a precios altos, comparado con alguna medida fundamental tal como la relación precio-ganancia, con la expectativa de que el potencial de crecimiento futuro de la compañía eventualmente compense el alto precio de entrada. En lo que va el año, de acuerdo con MSCI, la diferencia en Estados Unidos entre los índices que replican una inversión en crecimiento y una inversión en valor es cercana al 30%. Con un incremento de 18 puntos para el primero, y una caída de 12 puntos para el segundo. Si esta tendencia se perpetuase, 2020 podría convertirse en el mejor año para la estrategia de inversión en crecimiento desde 1999.

Si bien hay varios motivos por los que las acciones de crecimiento llevan la delantera, la política de mantener las tasas de interés cercanas a cero es el más relevante. Al reducir el costo del capital y de endeudamiento, las tasas actuales benefician a las acciones de crecimiento. Por un lado, los tipos de interés actuales aumentan la liquidez y sostienen elevada la demanda en los mercados de capitales. Por otro, facilita que compañías con fuerte potencial de crecimiento quemen caja por cierto tiempo hasta -eventualmente- alcanzar el umbral de rentabilidad. Es el ABC de la inversión en crecimiento: se permiten desacoples (de precio) en el corto plazo con la expectativa que el futuro acabe por recompensarnos.

Asimismo, el mercado de capitales históricamente suele tener extensos períodos que oscilan entre crecimiento y valor. En economías pujantes, con mercados alcistas y optimismo, se tiende a favorecer a acciones renombradas con alto crecimiento, mientras que en períodos de recuperación los inversores se refugian en la seguridad del valor. En la actualidad, si bien la economía es un gran signo de pregunta, la señal de que los Estados están dispuestos a sostener el mercado a como dé lugar permite mantener el optimismo ciego del mercado. Entre tanta incertidumbre, y con el Estado mismo como malla de contención, son las historias de crecimiento las que se diferencian. De hecho, es difícil pensar en una gran compañía que no tenga altos porcentajes de activos intangibles. Si bien un análisis minucioso de este tópico excedería el alcance de esta nota, es clave reconocer que la contabilización de los activos intangibles tiene un impacto mayúsculo, especialmente en las acciones de crecimiento. Regresando a la analogía del póker, lo que hoy vemos es un jugador que tiene en su mano un juego de cartas regular y con poca probabilidad, que apuesta a que las próximas barajas le allanen el camino. Es difícil saber hasta qué punto esto puede perpetuarse en el tiempo. Es cuestión de determinar hasta dónde el mercado está dispuesto a comprar una promesa lejana, una promesa de crecimiento infinito que aún no es evidente cuándo llegará a materializarse.

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